Un “road trip” por la vida de José Agustín

Ene 20 • destacamos, Reflexiones • 1609 Views • No hay comentarios en Un “road trip” por la vida de José Agustín

 

Escritor precoz, guiado y apoyado por algunos de los más importantes escritores, editores y críticos de la época, el autor de La tumba supo fundir la tradición con la transgresión

 

POR ANA LILIA CALVILLO
José Agustín es uno de los narradores mexicanos más importantes del siglo XX; un escritor fecundo y polifacético, cuya obra trascendió en la literatura, el cine y el teatro.

 

Sus ancestros fueron maestros, músicos y revolucionarios. Por la línea paterna, sus abuelos fueron José Ramírez y Apolonia Altamirano, maestros, originarios de Guerrero. Tuvieron cinco hijos que destacaron en el estado: José Agustín Ramírez fue maestro y compositor de música, célebre por las canciones Por los caminos del sur y La Sanmarqueña. Su hermano Alfonso, también maestro, fue líder sindical y rector de la Universidad de Guerrero. La tercera hija, Concepción, fue fundadora del Instituto México de Acapulco, y los hermanos más jóvenes, Augusto (quien sería el padre del escritor José Agustín), y Ramón, fueron pilotos de la Fuerza Aérea Mexicana.

 

Por la línea materna, sus abuelos fueron Tomás Gómez y Plutarca Maganda. Tomás organizó a los zapatistas en la Costa Grande, por lo cual fue condecorado por Francisco I. Madero. El pueblo del Primer Arenal adoptó su nombre, Arenal de Gómez, y sus restos fueron sepultados en la Rotonda de los Hombres Ilustres de Guerrero.

 

Tomás y Plutarca tuvieron 14 hijos, ocho de los cuales murieron en la Revolución, y otros cuatro, por enfermedades. Los dos hijos menores que sí sobrevivieron, fueron Alejandro e Hilda, la madre de José Agustín.

 

Alejandro Gómez Maganda fue abogado, alcalde de Acapulco, gobernador de Guerrero y embajador de México en Panamá y Jamaica, entre otros cargos.  Sin embargo, Hilda, la madre de José Agustín, no tuvo los mismos privilegios en cuestión de educación, por lo que sólo estudió secretariado.

 

Hilda y Augusto se casaron en 1935 y tuvieron cinco hijos: Augusto, Alejandro, Hilda, José Agustín y Yolanda, quienes nacieron en distintos estados de la República debido a los viajes que hacía su padre. Los dos primeros hijos y la menor, nacieron en la Ciudad de México; Hilda, en Monterrey, y José Agustín, en Guadalajara, el 19 de agosto de 1944. Un mes después, fue registrado en el Puerto de Acapulco.

 

La era de las revoluciones

 

La familia residió un tiempo en la colonia Roma Sur, y posteriormente en la Narvarte. Era una familia tradicional, de clase media, con un nivel de vida cómodo que facilitaba el acceso a una educación de calidad.

 

Los hermanos de José Agustín, desde la adolescencia tuvieron inclinación por el arte y la cultura, y fueron la primera influencia en su desarrollo como escritor. Augusto se dedicó a la pintura, y Alejandro e Hilda, al teatro,  antes de dedicarse a sus respectivas profesiones -la aviación y la docencia, respectivamente.

 

En los años cincuenta comenzaba una ruptura de paradigmas con el surgimiento del rocanrol, que transformaría a las generaciones por venir. El cine también tuvo una gran influencia con películas como El Salvaje, protagonizada por Marlon Brando, y Rebelde sin causa, con James Dean, en las que las preocupaciones vitales de los jóvenes fueron representadas en la esfera pública con mayor realismo y profundidad, lo que hacía evidente la urgencia del cambio, la necesidad de una liberación.

 

Otra corriente de pensamiento fundamental en aquella época fue el existencialismo, con autores como Sartre, Camus, Kiekeeggard. José Agustín abrevó de aquellas ideas filosóficas, así como de autores como Maupassant, Stendhal, Hemingway, Nabokov, Chéjov, entre muchos otros.

 

El triunfo de la Revolución cubana, en 1959, fue otro de los acontecimientos más trascendentes que cimbraron a América Latina, con sus posibilidades transformadoras y el liderazgo de figuras como el Che Guevara, Fidel Castro y Camilo Cienfuegos.

 

En 1961 José Agustín conoció a Margarita Dalton, quien había ingresado a la Juventud Comunista e iba a ser delegada en el Encuentro de Mujeres que se celebraría en la Cuba. Margarita deseaba emigrar a aquel país, pero no podía hacerlo por tener 19 años de edad. Entonces le propuso a José Agustín que se casaran, aunque él tenía 17 años. Decidieron modificar los datos de su acta de nacimiento y se casaron en junio de 1961, sin el consentimiento de sus padres. Viajaron a Cuba y se integraron a las Brigadas de alfabetización, a las que había convocado el comandante Fidel Castro. Muchos estudiantes, jóvenes y escritores mexicanos como Juan Vicente Melo y José de la Colina también se unieron a las brigadas.

 

Sobre aquella experiencia, José Agustín escribió en la revista Generación, en febrero de 1993:

 

En Cuba se respiraba un aire jubiloso, esperanzador, sumamente excitante. Recibimos entrenamiento en Varadero, y luego fuimos a la Provincia de Oriente, al municipio de Puerto Padre, el pueblo Los Alfonsos y el caserío de Juan Sáez; trabajamos la tierra y alfabetizamos.

 

Un año más tarde, José Agustín regresó a México y el matrimonio fue anulado. Sin embargo, la experiencia le dejó una huella profunda en la construcción de su ideología.

 

La tumba y De perfil

 

José Agustín escribió su primer cuento a los 11 años de edad, y a los 16, su primera novela, La tumba. En la adolescencia también incursionó en los talleres literarios, donde expuso sus primeros trabajos. Participó en el Círculo literario Mariano Azuela, en el taller de Juan José Arreola, y en los Cafés literarios de la Juventud que se realizaban en el Café San José, del Centro Histórico.

 

La primera edición de La tumba fue financiada por su padre, en 1964, hasta que más adelante conoció a Luis Guillermo Piazza, gerente editorial de Novaro.

 

Para entonces, escribía su segunda novela, De perfil, y la propuso a Rafael Giménez Siles, editor y copropietario de las librerías de Cristal, quien, junto con Emmanuel Carballo, escritor y crítico literario, tenían el proyecto de publicar las autobiografías de los escritores jóvenes más destacados del momento, como Vicente Leñero, Carlos Monsiváis, Juan Vicente Melo, Juan García Ponce, Salvador Elizondo, Homero Aridjis, José Emilio Pacheco, entre otros.

 

En esa misma época, Agustín cursó estudios en el CUEC, donde conoció a Gustavo Sainz, quien sería su mancuerna en la llamada “literatura de la onda”, por compartir -al menos en sus primeras obras, el estilo juvenil, irónico e irreverente que los caracterizó. Ambos empezaron a colaborar como redactores en la revista Claudia, al lado de Vicente Leñero.

 

Carballo escribió el prólogo de la colección de autobiografías, y fue el primero en destacar los valores estéticos que encontraba en las novelas de José Agustín:

 

Es un punto de partida que abre a la prosa mexicana a nuevas perspectivas en lo que se refiere a los temas, las estructuras, el estilo y, sobre todo, la manera de contemplar lo que pasa en el mundo. Lo que más me interesa de La tumba es el estilo (…), dinámico, alegre, incisivo, caricatural y, sobre todo, gozosa y desenfadadamente presidido por el humor. De perfil es una obra que entusiasma entre otras cosas por la manera en que está escrita; el autor se solaza en los juegos del idioma: se permite corromper las palabras tradicionales, y de tales corrupciones surgen vocablos tan bárbaros como significativos.

 

En 1971 la escritora Margo Glantz acuñaria el término de literatura de la onda para interpretar la obra de escritores como Parménides García Saldaña, José Agustín, Gustavo Sainz, René Avilés Fabila, Juan Tovar y Gerardo de la Torre, principalmente. Sin embargo, José Agustín consideró que aquella etiqueta era reduccionista y no ofrecía un panorama más amplio desde la contracultura. Aquella fue una discusión que se mantuvo en las décadas siguientes.

 

No obstante, la primera edición de La tumba agotó su tiraje de cinco mil ejemplares, y la novela De perfil -publicada en 1966- colocó al autor como una de las voces más polémicas de su generación.

 

Margarita Bermúdez

 

Una de las experiencias más dolorosas en la vida de José Agustín fue la pérdida de su madre, cuando él tenía 18 años de edad. Esto sucedió a causa de una hepatitis fulminante. René Avilés Fabila recordaba que Agustín había tenido dificultad para procesar su duelo por el impacto que le produjo.

 

En ese tiempo, Agustín había iniciado una relación con Margarita Bermúdez Garza Ramos. Sin embargo, el padre de ella no consentía el noviazgo, de manera que decidieron escapar juntos. Finalmente, les permitieron casarse en 1964.

 

La popularidad que adquirió José Agustín en la literatura lo llevó al medio cinematográfico, donde conoció al cineasta Carlos Velo, y a la productora Angélica Ortiz, madre de la actriz Angélica María. Velo quería adaptar la novela De perfil, pero esto no se concretó. En su lugar, José Agustín colaboró como guionista de películas estelarizadas por Angélica María, como Cinco de chocolate y uno de fresa, y Ya sé quién eres (te he estado observando), escrita y dirigida por José Agustín.

 

Es del conocimiento público que José Agustín y Angélica María mantuvieron una relación amorosa mientras estuvo casado con Margarita Bermúdez. Esto produjo una crisis en su matrimonio que eventualmente los llevó al divorcio en abril de 1968, así como también devino la ruptura con la actriz.

 

Aquellas experiencias quedaron reflejadas en su primer libro de cuentos, Inventando que sueño -el cual escribió con el apoyo de la beca del Centro Mexicano de Escritores-, y en su tercera novela, Abolición de la propiedad, una de las obras de mayor relevancia para el autor.

 

Otra dura pérdida en la familia de José Agustín, en noviembre de 1967, fue la muerte de su hermana menor, Yolanda, quien estaba casada con Gerardo de la Torre. Yolanda padecía del corazón y le habían prohibido embarazarse; sin embargo, decidió tener a su hija. Desgraciadamente, tres días después del parto, murió. (Su hija es Yolanda de la Torre, hoy escritora, guionista y poeta.)

 

En 1970, José Agustín y Margarita habrían de reencontrarse para iniciar una nueva vida juntos. Tendrían tres hijos: Andrés, editor y poeta; Jesús, neuropsiquiatra e investigador académico, y José Agustín, escritor y dibujante.

 

Sólo hasta julio de 1976  se casarían por la Iglesia católica, y en mayo de 1978, por la vía civil, en el Consulado de Denver, Colorado.

 

La cárcel de Lecumberri

 

A finales de los años sesenta se había extendido en México el movimiento hippie  que pugnaba por la paz y el amor libre.  Además, desde su perspectiva, el consumo de drogas representaba un rito de iniciación hacia una toma de conciencia. Se aseguraba que los viajes psicodélicos producían un desdoblamiento del interior, que permitía conocer temores profundos y encontrar nuevos asideros para un renacimiento del ser.

 

José Agustín compartía estás convicciones, y experimentó con diversas sustancias (mariguana, LSD, hongos alucinógenos, mescalina, silocibina), especialmente entre los años de 1968 y 1969. Estas vivencias fueron plasmadas en obras posteriores como El rey se acerca a su templo y La mirada en el centro.

 

Su primera experiencia con LSD tuvo lugar en la casa del reconocido dramaturgo Hugo Argüelles, quien recordaba:

 

Pepe tenía tantas ganas de hacerlo, y yo, tanta curiosidad, que acepté. Nos metimos una dosis bastante fuerte y seguimos platicando de lo que nos llamaba la atención en ese momento: música y cine. No pasaba nada. Media hora después reclamé (y) el gurú respondió: “Por el tipo de personas que son ustedes, no se han querido soltar (…). Hay que usar mariguana”.

 

Yo había puesto música, una sinfonía. De pronto le dije a Pepe: “Estás oyendo cómo suenan los metales?” (…) Entonces me di cuenta de que estábamos girando. Yo andaba en otras dimensiones, fascinado por las muchas formas en que la música podía escucharse.

 

La búsqueda de José Agustín a través de las drogas iba más allá del hedonismo o la alienación. Le interesaba la exploración de los estados de conciencia no convencionales, la expansión de la percepción y el hallazgo de nuevos significados. Leía a autores como Timothy Leary, Aldous Huxley, Albert Hoffman, Carlos Castaneda. Exploró temas como el psicoanálisis, el tarot, el budismo  la astrología, el cristianismo.

 

Sin embargo, el consumo de drogas estaba estigmatizado en aquellos años, sin importar la naturaleza de las experiencias.

 

El 14 de diciembre de 1970, Margarita y José Agustín viajaron a Cuernavaca, a casa de su amigo Salvador Rojo, quien escribía la canción de la película Ya sé quién eres (te he estado observando). José Agustín llevaba una lata de leche en polvo que contenía mariguana.

 

Esa tarde un grupo de policías detuvo al vecino de Salvador, quien presuntamente estaba involucrado en el tráfico de 17 kilos de mariguana. Cuando Salvador abrió la puerta para ver lo que ocurría, los policías decidieron registrar su casa y encontraron la lata de mariguana. Por esta razón, fueron aprehendidos. Y, en tanto no se deslindara su responsabilidad, Salvador y José Agustín fueron trasladados a la cárcel de Lecumberri.

 

Muchos de los presos eran estudiantes, líderes e intelectuales que habían participado en el movimiento estudiantil de 1968. La capacidad de la cárcel era para menos de mil internos, pero en esa época albergaba a más de cuatro mil.

 

En una carta privada que José Agustín le envió a René Avilés, reflexionaba:

 

La cárcel ha resultado todo un viaje. Me ha servido, por diferentes motivos: he visto la solidaridad de mi familia, de mis amigos; he podido conocer en serio la realidad de este país (…), pero sobre todo, sé que esto es una prueba para revisar mi vida y madurar a pasos gigantes.

 

José Agustín y Salvador estuvieron presos durante siete meses. Formalmente pudieron deslindarse del cargo por tráfico, pero no así del delito de posesión de droga. Su caso sólo se resolvió hasta que intervino Angélica Ortiz, quien era amiga de Rodolfo Echeverría, secretario de Gobernación y hermano del presidente de la República.

El 7 de julio de 1971, ambos recuperaron su libertad.

 

De la experiencia en Lecumberri se derivaron varias obras: Círculo vicioso, El rock de la cárcel, Mírate en este espejo, y Se está haciendo tarde (final en laguna), que sería considerada su primera obra maestra.

 

La consolidación de José Agustín

 

José Agustín tuvo innumerables experiencias de censura en distintos medios. En vísperas del movimiento estudiantil del 68, Agustín dirigía el programa televisivo “Happenings a gogó”. Después de que Javier Bátiz tocara una canción, y a mitad de un poema que leía Elsa Cross, se suspendió la transmisión y se canceló el programa.

 

Del mismo modo, en una entrevista que le hacían en el Canal 4 de Televisa, meses después de que salió de la cárcel, un funcionario ordenó cortar la transmisión y pidió que José Agustín abandonara el set porque “era un expresidiario”.

 

En 1972, cuando intentaba poner en escena su obra teatral Círculo vicioso, la oficina de espectáculos del Departamento del Distrito Federal no autorizó su representación en la ciudad. En su lugar, fue representada en espacios universitarios del IPN y la UNAM.

 

Dos años después, los obra se reestrenó en el Teatro El Galeón y en la Sala Villaurrutia, de la Unidad Artística y Cultural del Bosque de Chapultepec, donde cumplió con 104 representaciones. Por ello, José Agustín recibió el Premio Juan Ruiz de Alarcón de la Asociación de Críticos de Teatro, en 1974.

 

Con la llegada de Salinas de Gortari a la presidencia de la República, volvieron a presentarse casos de censura, autoritarismo y represión. En el caso de José Agustín, tenía cuatro años colaborando en el programa “Letras vivas”, con Paco Ignacio Taibo II, cuando súbitamente el proyecto llegó a su fin. En la interpretación de José Agustín, prevalecía un estigma contra toda forma de expresión crítica, a pesar de las conquistas de la naciente sociedad civil.

 

En las décadas siguientes, José Agustín se consolidó como uno de los narradores mexicanos más importante del siglo XX. Publicó las novelas Cerca del fuego, considerada como un reflejo del fin de las utopías; La panza del tepozteco, una incursión en la literatura infantil; Ciudades desiertas, en la que recreó su experiencia en Estados Unidos, donde colaboró en distintas universidades, de 1977 a 1980; Dos horas de sol, novela difundida masivamente, y sus posteriores obras, Vida con mi viuda, y Armablanca, en la primera década del 2000.

 

También publicó diversas antologías de cuentos; ensayos sobre el rock y la contracultura. Continuó representando sus obras de teatro más importantes, y colaborando para el cine y la televisión. Además, escribió la reconocida colección de ensayos sobre la historia reciente de México, Tragicomedia mexicana, en tres volúmenes. Varias de sus obras más emblemáticas fueron traducidas a otros idiomas.

 

José Agustín rompió el paradigma de la literatura tradicional al proponer un nuevo lenguaje, el de los jóvenes, que luchaban por el cambio. Abrevó de los autores clásicos y contemporáneos, pero sin aceptar los moldes; es decir, fue capaz de dialogar con la tradición, sin perder su identidad y su propia estética.

 

En toda su complejidad, fue un hombre profundamente ético, y portavoz de una generación que influyó de manera determinante en la transformación social, política y cultural del país.

 

 

 

 

FOTO: Retrato juvenil de José Agustín, que forma parte del archivo familiar. Crédito de imagen: Cortesía Jesús Ramírez-Bermúdez

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