Islas Marías: una utopía militar opaca
En 2019, el Presidente ordenó convertir la prisión de máxima seguridad en un centro biocultural operado por la Marina, pero hoy no hay ahí proyectos culturales ni de educación ambiental de calado. Este es un reportaje sobre una obra millonaria que no recibe ni cien visitas semanales
POR LEONARDO DOMÍNGUEZ
Me encuentro en uno de los puntos más elevados de las Islas Marías. Desde aquí, el intenso azul del océano pacífico luce interminable. Aún quedan rastros de lo que fue una caseta de vigilancia, donde se frustraban los esfuerzos de algunos presos que se arrojaban a la brava marea tratando de cambiar su destino. Ahora es un mirador turístico, un punto ideal para las selfies o para observar las aves que apuntan al horizonte.
Durante décadas, este paraíso estuvo ensombrecido por su misión como complejo penitenciario. Su vocación ha cambiado. Desde diciembre de 2022, el presidente Andrés Manuel López Obrador lo convirtió en el Centro de Educación Ambiental y Cultural Muros de Agua-José Revueltas. Aunque ahora se puede visitar libremente, el control le fue otorgado a la Secretaría de Marina, con una administración poco transparente, improvisada, distante de las autoridades culturales que resguardan recintos con valor histórico y opaca en el destino de los recursos que genera.
Islas Marías es un archipiélago ubicado a 132 kilómetros de San Blas, Nayarit, está conformado por cuatro islas: María Cleofas, María Magdalena, San Juanito y María Madre, en esta última estaban los 11 campamentos penitenciarios, pero hoy alberga el anhelo presidencial de edificar un recinto ecoturístico a través de millones de pesos.
Llegar a este mítico lugar es más complicado de lo que promociona el gobierno. Supuestamente, cada fin de semana, hay dos ferries que salen desde el puerto de Mazatlán y San Blas hacia las Islas Marías. La Marina pagó más de 6 millones 330 mil dólares por cada transbordador. Sin embargo, cada vez es más frecuente que sólo esté disponible zarpar desde el muelle de San Blas. Cuando llamé para hacer mi reserva, los agentes turísticos, que son militares como todo el personal que opera en la isla, me contaron que debido a la falta de visitantes se ha optado por cancelar algunas salidas desde Mazatlán.
El plan original del gobierno era transportar a los turistas por vía marítima y área. El presidente presumió que habría vuelos desde Ciudad de México, Tepic, Mazatlán y Vallarta, de hecho ya se gastaron 3 millones de pesos en la rehabilitación de una pista de aterrizaje. Pero este circuito aéreo ha quedado en el papel.
El 8 de marzo fui uno de los 102 excursionistas que embarcó hacia Islas Marías. Al igual que los demás visitantes, casi todos de la tercera edad, estaba entusiasmado por conocer este insospechado lugar y descubrir su oferta biocultural. El ferry zarpó puntual, nueve de la mañana. Es un transbordador seminuevo, adquirido a la empresa china Shenzen Pengxing Shipping con capacidad para 250 personas y dividido en tres clases turísticas. Sus instalaciones son óptimas, incluso tienen pantallas para proyectar películas y una tienda.
Fuimos varios los adormilados que corrieron a la tiendita en busca de café, vendían botanas, refrescos, pan y souvenirs. Al pedir la factura de mi compra, me respondieron que no emiten. Al pedir un recibo, me respondieron que no entregan ningún tipo de nota. Durante mi estancia fui descubriendo que en ninguno de los servicios que comercializa la Secretaría de Marina dentro de Islas Marías entregan recibos: ni en la renta de bicis ni en la tienda de abarrotes de la isla, ni en el bar, ni en la venta de souvenirs, mucho menos en el puesto de hot dogs. Ventas fantasmas.
Son miles de pesos que entran cada fin de semana y que no han sido contabilizados. Sin los recibos, no hay un registro preciso de estas transacciones y su destino. Además de que una instancia del propio Estado incurre en la evasión fiscal.
Después de cuatro horas de viaje, spots propagandísticos de la Marina, como su “excelente” cuidado a la vaquita marina (cuya población sigue mermando), y la película protagonizada por Pedro Infante sobre las Islas Marías, arribamos a Puerto Balleto, la única puerta a la reserva.
Tras cruzar el muelle y realizar algunas acciones de seguridad insular, desinfectar el calzado y equipaje para evitar que ingresen hongos o semillas invasoras, lo primero que te recibe es un gran arco colorido con la figura de Nelson Mandela, quien estuvo detenido 18 años en la Isla Robben, prisión de máxima seguridad a sólo 12 kilómetros de la costa de Ciudad del Cabo, Sudáfrica.
“Vamos a procurar que puedan venir familias de niveles económicos modestos, que no sea una isla para la élite. Gente que tiene ingresos puede venir aquí y va a encontrar mejores cosas, mucho mejores cosas para estar bien”, decía el presidente un par de meses antes de la inauguración.
Una reserva sencilla para dos adultos y dos niños cuesta 26 mil 154 pesos, que incluye el transporte marítimo, alimentación y hospedaje para dos noches. A un trabajador con el salario mínimo le tomaría reunir su sueldo íntegro durante 105 días para poder costear este fin de semana.
En Puerto Balleto, a los turistas nos dividen en dos grupos: “Conejo” y “Cardenal”. Nos asignan a tres guías-militares para un grupo de 50 personas. A pesar de su ánimo y amabilidad les es inevitable ocultar su formación castrense, su actitud: “No tenemos la disponibilidad de personal para atender a todas las personas”, “Eres libre bajo tu responsabilidad, no vayas a la playa sin nuestra supervisión”, “Los adultos mayores deben firmar una responsiva para ir a las actividades de senderismo”, advierten.
—Cuando llegamos, encontramos todo destruido: archivos, documentos oficiales, computadoras; las autoridades de la isla no querían que supiéramos de todo lo que sucedía— dice uno de los guías a quien nombraré Carlos para proteger su identidad. Nos pide que seamos discretos con esta información pues, como no están sus supervisores, puede contar lo “qué realmente sucedió”. Así, con estos relatos, trata de animar al grupo.
—¿Cómo se documentaron para contar la historia reciente de Islas Marías? —pregunto entre el grupo.
—Nos ha costado mucho reconstruir la historia, hay muchos vacíos. Nos hemos puesto en contacto con antiguos colonos de la isla para preguntarles más detalles, algunos nos cuentan su versión, otros simplemente no quieren hablar con nosotros porque somos de la Marina y piensan que tenemos algo que ver con los custodios.
—¿Pero hubo historiadores que los acompañaron en este proceso?
—No, nosotros solos —afirma Carlos con una sonrisa, orgulloso.
En los primeros días de marzo de 2019, en una operación entre el Ejército y la Marina se reubicaron a 584 presos que vivían en semilibertad, fueron trasladados a Centros Federales de Readaptación Social. Los colonos aún pudieron llevarse algunas de sus pertenencias. Apenas cinco meses antes, el huracán Willa había azotado la Isla Madre: su fuerza destrozó una parte del muelle, caminos, infraestructura y el limitado alumbrado que existía. Después de varios años regresarían a “Continente”, como ellos le llamaban.
El entonces secretario de Seguridad Pública y Participación Ciudadana, Alfonso Durazo, aseguró que, después del traslado, las Islas Marías quedarían a cargo de la Secretaría de Medio Ambiente. Días después, la Secretaría de Cultura y la Semarnat firmaron un convenio para preservar el patrimonio biocultural, donde, supuestamente, estarían asesorados por expertos y que, tras la inauguración, se impartirían “talleres, teatro y arte transformativo”. Pero todo eso ha quedado desdibujado. No hay autoridades culturales que incidan en este proyecto, quien manda es el Ejército.
—Por la prisa pintaron todo de blanco, en estas celdas de castigo los reos usaban los muros como diario. Creo que era valioso conservar sus historias, pero no se hizo un trabajo de restauración, sólo se pintó— dice el guía. Al preguntar sobre la institución encargada de esta tarea, se limita a contarme que fue una empresa privada que trabajó en la restauración de algunos recintos.
Estas celdas se ubican detrás de lo que es el Museo de Sitio, rehabilitaron lo que era un fuerte marítimo para albergar ocho salas dedicadas a la historia de las islas. Es un breve recuento por la transformación del lugar, desde las primeras expediciones encabezadas por Francisco Cortés (sobrino del conquistador español), entre 1526 y 1532; el decreto presidencial de Porfirio Díaz de establecer una colonia penitenciaria para reos de “alta peligrosidad”, en 1905; el modelo de regeneración a través del trabajo forzado, como la obtención de sal, la elaboración de henequén o la fabricación de tabique; la huella de criminales célebres de la época posrevolucionaria como Pancho Valentino y José Ortiz El Sapo; hasta las dos veces que José Revueltas fue preso de esta tierra.
Además del nombre que bautiza el proyecto, una breve sala dedicada a su vida y un mural que hizo un reo en 2014, no hay nada más que haga alusión al escritor de Santiago de Papasquiaro; a pesar de la reiterativa alegoría que hace el gobierno y el personal tuístico-militar sobre la novela Muros de agua para promocionar las Islas Marías.
—¿Alguna institución estuvo a cargo de la museografía? —pregunto, pues no hay ninguna ficha que aluda al INAH o a Cultura.
—No fue necesario. El Presidente invitó a sus amigos —responde el guía.
Así fue. Por decreto la museografía estuvo a cargo del historiador Marco Barrea Bassols, quien ha sido coordinador de Vinculación Internacional del Fondo de Cultura Económica (FCE) durante este sexenio, el antropólogo Pedro Miguel Arce, el monero Rafael Barajas Fisgón y Epigmenio Ibarra, a quienes el Presidente ha agradecido en sus discursos.
La ausencia de autoridades encargadas del patrimonio con valor cultural e histórico es aún más grave. Cerca de la punta este de la isla, sobreviven los vestigios de un lugar que los primeros presos temían y llamaban “Las chillonas”. Una infraestructura salinera, a la que enviaban a colonos sin familia para realizar trabajos forzados por haber roto alguna regla. Debido a su ubicación, era el lugar idóneo para evaporar el agua del mar y extraer sal, aunque esta labor quebrantaba la salud de los reos ante los obstinados rayos de sol y la mala alimentación que recibían. Aún quedan las ruinas de una bodega y, con el paso del tiempo, los montículos de sal se solidificaron entre las paredes.
—Por favor, no se detengan en el arco de la entrada: la viga está muy sensible, se puede caer —comentan los guías. La bodega salinera es un testimonio de los trabajos forzados en la isla; con unas cuerdas delimitaron el espacio por el cual los visitantes pueden recorrer el recinto. “Lo ideal es que vengan autoridades del INAH para ayudarnos con el resguardo. Ya empezamos los trámites, pero es mucha burocracia”, cuentan.
Las Fuerzas Armadas cada vez ocupan más espacios y funciones de la sociedad civil. Durante este sexenio se les ha puesto al mando de la construcción y control del Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles (AIFA), donde la demanda de usuarios ha sido por debajo de las propias estimaciones del gobierno; sucede algo similar con el Tren Maya, el Ejército está a cargo de la construcción de los tramos 6 y 7, además parte de las utilidades de este proyecto se destinarán a las pensiones de los militares.
Teatralidad y discrepancia
Los guías insisten en que acatemos el itinerario. ¿Ir a la playa en un rato libre? No, no está permitido. Tampoco explorar la isla por tu cuenta, nos recuerdan que este es el hogar de arañas violinistas, serpientes de cascabel, entre otras especies. Pero también porque el personal y la oferta turística es limitada. Cuando acudimos en grupo a la única playa habilitada había salvavidas, vendían refrescos y cervezas, había una bocina, balones. Cuando tomé la bicicleta y fui por mi cuenta no había nada, ni siquiera se podía pasar al baño. No es un lugar para viajeros independientes.
Una de las actividades nocturnas es una observación astronómica, una idea que parece fantástica pues es un lugar privilegiado que no padece de contaminación lumínica. La expectativa es alta. Pero en la isla, donde la señal de internet es intermitente, nos piden descargar una app para disfrutar el ejercicio. Desde la pista de aterrizaje, que está en desuso, nos señalan la ubicación de la constelación Orión, de la Osa Mayor, de Escorpio, y nos cuentan las historias que recuerdan.
“¿Usted es astrónomo?”, preguntan entre el público al responsable de la actividad. “No, soy ingeniero mecánico de la Marina”, responde. “Estaría increíble observar las estrellas, pero con un telescopio”, reprochan los turistas. “Sí, hay un telescopio, pero está en la oficina del director, no lo hemos podido traer para acá, pero esperemos que ya pronto”, responde una de las guías del grupo “Conejo”.
En Laguna del Toro, al sureste de la Isla Madre, se construyó un complejo de máxima seguridad entre 2010 y 2011. Una especie de fortificación impenetrable que causa escalofrío. A diferencia de los campamentos, donde los reos se movían en semilibertad, en estas celdas permanecían en hacinamiento. Las condiciones eran terribles para los reos hasta que hubo un motín, que obligó a las autoridades a cambiar la situación.
—Hicimos un libro (sobre la historia reciente de esta cárcel para sus superiores) y nos dijeron, explícamelo. Sobre ese libro nos filtraron: esto sí se puede decir y esto no porque son cosas fuertes; la gente viene de turista, viene a disfrutar, no viene a irse con una mentalidad de sufrimiento. Nos filtraron la información —cuenta uno de los guías.
“Cuando él llegó aquí (el presidente López Obrador) y se le dio un recorrido antes de la inauguración, nos preguntó por qué no vamos a enseñar esto (la prisión). ‘Enséñenlo, que la gente se dé cuenta en qué se gastaban sus impuestos’”, agrega.
La escasez de agua para consumo, alimentos en estado de descomposición y el abuso al que se sometía a los internos fueron algunas de las causas que detonó el motín, el 2 de febrero de 2013. El reporte oficial fue que hubo 37 presos heridos, pero el guía cuenta que “hubo pilas de cuerpos, se tardaron hasta 15 días para identificar a todos (…) Esos cuerpos se los llevaron a cuartos fríos para que se mantuvieran, para identificarlos”.
Opacidad de los recursos
En septiembre de 2022, la Secretaría de Hacienda formalizó la creación de Turística Integral Islas Marías, S.A de C.V, una empresa con participación estatal para “llevar a cabo todas las acciones necesarias para la prestación de servicios turísticos considerados de bajo impacto ambiental”. La Marina es dueña del 99% de las acciones.
Desde diciembre de 2022 hasta febrero de 2024, Islas Marías ha recibido a 6 mil 37 visitantes, de acuerdo con respuestas de transparencia a las que accedió EL UNIVERSAL. La afluencia no llega ni a los 100 turistas semanales. De hecho, durante todo el mes de octubre de 2023 no hubo ninguna salida del puerto de Mazatlán, pues no se reportaron ventas. Sucedió algo similar durante enero de 2023, sólo hubo 24 ventas desde este puerto y durante tres fines de semana se canceló la embarcación ante la ausencia de viajeros.
La empresa Turística Integral Islas Marías reporta que ha vendido 5 mil 491 paquetes turísticos desde la inauguración del complejo, pero al solicitarles por Transparencia los comprobantes de las ventas, la Marina responde que “no se cuenta con comprobantes de ventas, toda vez que el control es a través del sistema que se utiliza para la venta”, se lee en el documento.
Desde su inauguración, Turística Integral registra ingresos por 26 millones 595 mil 326 pesos. En 2023, su mejor año, tuvo ventas por 23 millones 805 mil pesos; a este ritmo le tomaría más de 8 años recuperar lo que pagó por los dos ferries. Sin embargo, cuando se le preguntó a Marina por los ingresos de su empresa sólo reportó las transacciones por “paquetes turísticos”. La dependencia no da ninguna información sobre las ventas y ganancias que genera en diversos productos que comercializa dentro de la isla.
Poner en operación un complejo turístico en lo que era una isla penitenciaria requiere de muchas adecuaciones y adquisiciones. Desde un muelle para que zarpen los barcos, habitaciones óptimas, papel higiénico, un restaurante funcional, alimentos, utensilios, toallas, jabón de baño, la lista podría extenderse en todos esos detalles que, durante un viaje, llegan a ser necesarios. Sin embargo, al solicitar por Transparencia información sobre los contratos que se han ejercido desde 2018 resulta que la dependencia responsable, Marina, “no ha ejercido contrato alguno para el Centro Turístico Islas Marías”, afirma el documento. Las otras dependencias que participan en el proyecto, como la Sectur y la Semarnat, tampoco tienen información al respecto. Y la empresa Turística Integral sólo reporta un contrato, un servicio de auditoría 167 mil pesos.
A pesar de que por la isla circula maquinaria pesada, camiones tipo torton, hay trabajadores construyendo un club de playa que, según los guías, iba a estar listo desde el año pasado, hay mucho movimiento pero poca claridad de cómo se están ejerciendo los recursos.
Los pocos contratos abiertos en la Plataforma Nacional de Transparencia documentan la rehabilitación de viviendas y del museo del sector naval, adquisición de transporte terrestre y maquinaria, adquisición de transporte terrestre, reparación de cámaras refrigeradoras, ampliación de la aeropista, adecuación de la torre de control, la compra de los ferries, pero esto sólo una pizca de todo lo que se ha necesitado para habilitar el complejo turístico “Muros de agua”. En tan sólo 14 contratos, se han gastado más de 410 millones 209 mil pesos. Algunas de estas empresas ganadoras de licitaciones fueron constituidas en 2018.
Es innegable que las Islas Marías son un paraíso, el desafío será cumplir los sueños presidenciales sin transgredir el verdadero tesoro de este sitio, su ecosistema.
FOTO: La embarcación arriba a Puerto Balleto, en Islas Marías, donde se realizan protocolos de bioseguridad antes de comenzar las actividades turísticas. Crédito: Leonardo Domínguez /EL UNIVERSAL