La cultura subsidiada

Mar 1 • destacamos, principales, Reflexiones • 5470 Views • No hay comentarios en La cultura subsidiada

POR ANTONIO ESPINOZA

Hace algunos años, luego de perderle la pista a una amiga pintora que había iniciado su carrera a principios de los años noventa y que no pudo consolidarse como artista, me puse a revisar los numerosos artículos que publiqué en aquella década, entre ellos los que escribí para el suplemento Dominical del periódico El Nacional entre 1990 y 1994. Lo hice impulsado por la curiosidad de saber cuántos de los artistas jóvenes sobre los que escribí en algún momento llegaron a “triunfar” en el mundo del arte y a vivir realmente de su oficio de artistas.

 

Revisé cuidadosamente mis textos, seleccioné los que se referían a artistas jóvenes de entonces, para finalmente dividirlos en artistas “triunfadores” y “fracasados”. Me sorprendí mucho cuando descubrí que la gran mayoría no la “hicieron” como artistas: 76% no destacaron en el medio, mientras que solo el 24% sí lo consiguieron. A la fecha, estos últimos siguen produciendo y realizando otras actividades propias del artista; de los otros no he vuelto a saber nada.

 

¿Es posible vivir del arte? ¿Cómo se vive del arte? Cuando alguien me hace estas preguntas (amigos, alumnos, estudiantes de arte, curiosos), siempre contestó que la carrera de artista es una carrera de resistencia y que para lograr destacar se requiere de muchas cosas, entre otras la bendición de la Diosa Fortuna. Eso sí, siempre recomiendo el libro de Felipe Ehrenberg: El arte de vivir del arte (Biombo Negro Editores, México, 2000), un auténtico manual que orienta a los artistas en su carrera, los obliga a poner los pies sobre la tierra y aterrizar su quehacer en el mundo real.

 

Para el célebre “neólogo”, pionero del arte conceptual en México, ser artista es una profesión como cualquiera otra y en la que se requiere disciplina, organización y trabajo. Se debe desechar la idea del artista como un ser iluminado en espera de que le llegue la inspiración para realizar el acto creativo y trascender. El artista tiene que trabajar y no solamente en producción de obra. El complejo entramado del mundo del arte exige que los artistas tengan algo de administradores, contadores, escritores, publirrelacionistas… actividades que son fundamentales para la promoción de su obra.

 

Desgraciadamente, en las escuelas de arte de este país (las dos principales: la Escuela Nacional de Artes Plásticas de la UNAM y la Escuela de Pintura, Escultura y Grabado La Esmeralda del INBA) no se les enseña a los alumnos cómo insertarse en el medio. Es preocupante que solo un mínimo porcentaje de los jóvenes egresados puedan vivir realmente del arte. Muchos de ellos solicitan becas de alguna institución, sobre todo del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), pero solo un porcentaje mínimo las obtienen.

 

Con respecto a las becas que otorga el Fonca, al cumplirse 25 años de su fundación, es necesario reflexionar sobre el tema y responder a varias preguntas: ¿son indispensables las becas para los jóvenes artistas?, ¿son efectivas?, ¿realmente benefician a los jóvenes creadores?, ¿existen otros mecanismos que apoyen la creación? Y otra vez: ¿se puede vivir del arte?

 

Los orígenes

 

En octubre de 1975, en el número 49 de la revista Plural, un grupo de 27 intelectuales publicó un desplegado con la propuesta de crear un “Fondo de las Artes”. Entre los intelectuales firmantes del documento se encontraban Juan José Arreola, Juan García Ponce, Jorge Ibargüengoitia, Carlos Monsiváis, José Emilio Pacheco, Octavio Paz, Elena Poniatowska, José Revueltas, Juan Rulfo y Gabriel Zaid. Se vivía el ocaso del gobierno populista de Luis Echeverría y aquella demanda intelectual no prosperó. Sin embargo, catorce años después, luego de que el presidente Carlos Salinas de Gortari creara por decreto el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes, el desplegado se volvió a publicar, ahora en la revista Vuelta (núm. 146, enero de 1989).

 

En las consideraciones previas a su propuesta, los intelectuales apuntaron: “Las relaciones entre el Estado y la literatura dependen, en cada caso, de la naturaleza de la sociedad en que ambas se despliegan […] el examen histórico muestra que no solamente el Estado jamás ha sido creador de una literatura de veras valiosa sino que, cada vez que intenta convertirla en instrumento de sus fines, termina por desnaturalizarla y degradarla. Hemos sido testigos, en nuestra época, de la reaparición del prejuicio bárbaro que atribuye al Estado poderes especiales en el campo de la creación literaria; también hemos sido testigos de sus nefastos resultados, lo mismo en el campo del arte que en el de la moral: obras mediocres y literatos serviles”.

 

Haciendo a un lado el “prejuicio bárbaro” mencionado, los intelectuales plantearon al gobierno la creación de un Fondo de las Artes, surgido “por iniciativa del Estado”, pero “como un organismo autónomo que en el mismo acto queda separado de la administración pública”. El Fondo estaría presidido por una Junta de Gobierno, integrada por diez mexicanos distinguidos internacionalmente como artistas, críticos o escritores. Se planteaba también la necesidad de descentralizar la vida cultural del país, por lo que se proponía que al menos la mitad del presupuesto se destinara a creadores de los estados.

 

Finalmente, la propuesta presentaba una serie de mecanismos para transparentar el uso de los recursos: “Todos los subsidios otorgados estarán sujetos a escrutinio público a través de una lista donde se indicará quien recibe cuánto para hacer qué. También serán públicos los ingresos de la Junta, los jurados, visitadores, el Administrador y el personal administrativo”.

 

Si la propuesta intelectual no prosperó con el populista Luis Echeverría, sí lo hizo con el neoliberal Carlos Salinas. Pero el Conaculta no surgió, como querían los intelectuales, en tanto un “organismo autónomo” sino como una política cultural controlada por el gobierno salinista. Lo mismo sucedió con el Fonca, un organismo público que subsidia las actividades artísticas que a su juicio lo merezcan. Finalmente, se impuso el “prejuicio bárbaro” de creer en los “poderes especiales” del Estado en el campo artístico.

 

Quizá el haber sido creado como una estrategia de gobierno sea el origen de la controversia que desde entonces ha rodeado al Fonca. Se trata de un sistema de becas que pocos países ofrecen, pero que siempre se ha prestado para la polémica, que enciende pasiones, pues hay quienes lo defienden a ultranza porque lo consideran un derecho de los creadores y quienes lo atacan por considerarlo un instrumento paternalista estatal.

 

25 años después

 

Fundado el 2 de marzo de 1989, el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) ha crecido considerablemente. En el año de su fundación, el Fonca otorgó tan solo 25 becas. Para 1993 otorgó 95 y un año después 100, cifra que se mantuvo hasta el sexenio pasado, cuando creció a 200. Durante el gobierno de Felipe Calderón, el Fonca incrementó su presupuesto: pasó de 195 millones 115 mil 752 pesos en 2006 a 381 millones 53 mil 841 pesos en 2012.

 

Estos recursos sirven para dar cauce a los veinte programas que promueve el organismo y que abarcan la categoría de Jóvenes Creadores (para aspirantes entre 18 y 34 años) y el Sistema Nacional de Creadores de Arte (para aspirantes que rebasan los 35 años, en diversas subcategorías). Hasta el año 2013, el Fonca había entregado alrededor de 6 mil 400 millones de pesos a los más de 13 mil proyectos seleccionados que, sin embargo, han estado a cargo de apenas 5 o 6 mil artistas, ya que los postulantes pueden recibir apoyos hasta en tres ocasiones.

 

En todo este tiempo el Fonca ha entregado cerca de dos mil becas a jóvenes creadores. No son pocos los artistas visuales que en algún momento recibieron becas del Fonca y que se convirtieron en figuras destacadas del medio: Estrella Carmona, Mónica Dower, Demián Flores, Carlos Jaurena, Daniel Lezama, Gabriel Orozco, Maribel Portela, Pedro Reyes, Víctor Rodríguez, Eduardo Romo, Patricia Soriano y Sofía Táboas, entre otros. Pero son muchos más los que fueron becarios y luego se perdieron en el camino. ¿Qué pasó? Pues que no hubo una política cultural a largo plazo, que diera continuidad a los proyectos de los jóvenes y que los impulsara a diversificar sus actividades para tener más posibilidades de vivir del arte.

 

Sucede que el Fonca es una oficina que otorga subsidios: no es el instrumento de una política cultural amplificada, que apoye verdaderamente la creatividad a través de mecanismos que fortalezcan el mercado y la oferta, y estimulen el surgimiento de nuevos públicos. Otro gran problema es el funcionamiento mismo del Fondo, pues si bien los funcionarios culturales siempre han defendido la “democracia y la transparencia” en la elección de los becarios, es bien sabido que esto no es así. En su libro Poder y creación artística en México.

 

Un análisis del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca) (UAM-Azcapotzalco, México, 2011), Tomás Ejea realiza un trabajo sociológico de primer nivel para explicar el funcionamiento del organismo y los mecanismos relacionados con la asignación de los recursos. En su análisis, el sociólogo señala que, a pesar de pretender “horizontalizar” la asignación de los recursos destinados al fomento artístico, esta institución se sostiene en mecanismos verticales caracterizados por la nominación autoritaria de los especialistas que aprueban las becas.

 

¿Cuáles son los métodos de selección de los becarios? El Fonca como tal no elige a los becarios, sino una comisión integrada por autores en activo de diferentes disciplinas. Se divide en tres fases. La primera es una selección que se llama “revisión administrativa”, realizada por el Fonca, que consiste en examinar que el postulante haya entregado todos los documentos solicitados.

 

La segunda está a cargo de los jurados, que revisan la coherencia y la viabilidad de los proyectos, que el currículum del solicitante tenga relación con los parámetros de la beca y que el material sea suficientemente representativo para tomar una decisión. Y la tercera es la fase resolutiva, llevada a cabo por la comisión del jurado, que dictamina la calidad del proyecto. Se evalúa la trayectoria del becario y si su proyecto es viable. El sistema parece democrático y transparente, pero en realidad no lo es, como lo demuestra Ejea en su libro.

 

Jóvenes creativos y autogestivos

 

Los jóvenes tienen hoy un mayor nivel educativo que generaciones anteriores, pero duplican las cifras de desempleo de sus padres. En el libro Jóvenes creativos. Estrategias y redes culturales (UAM, México, 2013), coordinado por Néstor García Canclini y Ernesto Piedras, se exploran las estrategias de numerosos creadores (artistas visuales, escritores, músicos) para innovar en el trabajo personal y grupal, construir redes en toda la ciudad, producir cultura y crearse empleos.

 

El estudio señala que apenas el 19% de los 175 jóvenes encuestados vive de su producción artística. El resto debe dedicarse a la docencia, la gestión y la difusión cultural, el diseño o a brindar apoyo a artistas con cierto reconocimiento. Gran parte de estos jóvenes han generado estrategias de autogestión sin becas. Trabajan en colectivos y no dependen del gobierno. Las herramientas tecnológicas facilitan el intercambio de información y la producción cultural.

 

Traigo a cuento el libro de García Canclini y Piedras porque a 25 años de la creación del Fonca urge modernizar la estructura del organismo y su sistema de becas. Un nuevo Fonca (permítaseme soñar) deberá involucrarse más en la inserción laboral y en la creación de proyectos que hagan a los jóvenes autogestivos. Un nuevo Fonca deberá tener la capacidad de identificar a los segmentos creativos, medir sus necesidades y brindar apoyos que permitan la rentabilidad de los proyectos de los jóvenes.

 

Mientras esto no suceda, las becas del Fonca seguirán generando dudas. Concluyo con una: en la generación 2011-2012 de Jóvenes Creadores hay 104 artistas visuales, de los cuales uno (Mauricio Limón) presenta actualmente una exposición individual en la Galería Hilario Galguera. ¿Cuántos becarios más de esa generación podrán ingresar al mercado del arte? ¿Cuántos de ellos lograrán finalmente vivir del arte?

 

*Fotografía: “Con Todo el Respeto que Usted se Merece”/Mauricio Limón, becario de Jóvenes Creadores, CONACULTA.

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