Coleccionista de lo inaudito

Mar 1 • Conexiones, destacamos, principales • 5846 Views • No hay comentarios en Coleccionista de lo inaudito

 

POR MAURICIO MATAMOROS DURÁN

 

De Guillermo del Toro se dicen muchas historias extraordinarias. Su temprano acuerdo con los monstruos debajo de la cama —que dedicaría su vida a ellos si lo dejaban en paz— y su capacidad para el detalle con base en una prodigiosa memoria fotográfica son dos polos que hablan de cómo lo fantástico y lo factible se confabulan en su cerebro. El encuentro de realismo y fantasía da pie a una fuerza casi de la naturaleza que continuamente está creando atrevidos conceptos.

 

Cuando se tiene ocasión de intercambiar palabras con él, dos cosas saltan a la vista. Una: Del Toro posee profundas referencias y un vasto conocimiento de todo aquello sobre lo que discute. Dos: para guardar todo aquello que va pensando y, así, continuar generando ideas, Del Toro nunca abandona una libreta que lleva entre manos. Ya después uno se entera que la libreta es un prodigio de apuntes, esbozos y todo lo que sea registrable. La pasión de Del Toro por el conocimiento también se ve reflejada en su necesidad por la acumulación de objetos y símbolos de aquello que lo ha formado como artista e individuo.

 

El propio Del Toro afirma en su libro Cabinet of Curiosities: “Una de las lecciones más grandes que Leonardo da Vinci dejó a todos los creadores es que el hombre es la obra maestra. Obviamente, la Mona Lisa es una obra de arte. El Hombre de Vitruvio, La última cena, ambas obras maestras. Todos podemos estar de acuerdo en eso. Pero Leonardo —el hombre, el anatomista, el diseñador, el arquitecto, el científico— es la verdadera obra maestra. Él es la creación más grande. Así que vivan bien. Sean curiosos y hambrientos ante lo asombroso del mundo”.

 

Así, en algunas ocasiones, los creadores hacen de sí mismos uno más de sus personajes. De del Toro podría decirse lo mismo, pero en su caso ese peculiar personaje transpira sin cambio de atuendo o transformación en el rostro; es decir, Del Toro es su creación día a día, sin proponérselo.

 

Además del famoso cineasta y narrador que conocemos, Del Toro también es un coleccionista profesional. Comúnmente al oficio de coleccionista se le relaciona, categoriza o estigmatiza como una labor de tipos ociosos o incapaces de una vida propia, que prefieren cambiarla por una tarea que los lleva a poner su atención en la vida de otras personas. Eso, por supuesto, se aleja totalmente de Del Toro, a quien directores como James Cameron y John Landis, junto con Tom Cruise, en textos incluidos en el mencionado libro, lo han comparado con Leonardo da Vinci.

 

El comparativo sin duda parecerá arriesgado o exagerado, pero cuando vemos el libro Cabinet of Curiosities: My Notebooks, Collections and Other Obsessions (Harper Collins, 2013; edición en español por Norma Editorial), entendemos que la mente de Del Toro, definitivamente, habría parecido menos excéntrica durante el Renacimiento.

 

Del coleccionismo como razón de vida

 

Cabinet of Curiosities habla de la obra de Guillermo del Toro, y de su paso por la fantasía como una forma de entender y dialogar con la realidad. El libro se divide entre lo que podríamos considerar su pasatiempo (el coleccionismo de objetos increíbles e inauditos) y su labor como profesional del cine. Pero ambas tareas son parte y producto de pasión por la vida fantástica. Las condiciones de pasatiempo y profesión son intercambiables; en las dos el motor es la obsesión.

 

También, en el libro, se presenta y se da un paseo por su Bleak House (Casa desolada, en referencia a la novela homónima de Charles Dickens), mansión-estudio-museo donde Del Toro concibe su obra y donde, sobre todo, va a hojear libros y cómics, en busca de arte original. El artista explica que a ese lugar va unas dos horas durante el día y una hora más por la noche; ahí trabaja y pone en marcha la imaginación. La Bleak House es una especie de tanque de oxígeno gigantesco para su mente. Cabinet of Curiosities nos explica este aspecto de la vida del cineasta e incluye imágenes de una casa cuya arquitectura es tan seductora como todo aquello que guarda.

 

Guillermo es un “monsterkid”, un niño que creció leyendo y educándose entre las páginas de Famous Monsters of Filmland, venerable publicación sobre cine de horror concebida, escrita y editada por Forrest J. Ackerman entre los años sesenta y ochenta del siglo pasado. Ackerman fue quien le dio sentido y orden a la manera que desde entonces se analiza, organiza, colecciona y venera aquello que tiene que ver con la fantasía, la ciencia ficción y el terror en la narrativa; es decir, cine, libros, cómics, juguetes, ilustraciones, pinturas, props, etcétera. Ackerman se convirtió, así, en el especialista y coleccionista más importante de esta escena, a tal nivel que de su casa virtualmente se hizo un museo, en el que podían verse desde las máscaras mortuorias de Boris Karloff y Peter Lorre, hasta el robot Maria de Metrópolis de Fritz Lang, maquetas del King Kong original y una copia de Drácula firmada por por Bram Stoker, Bela Lugosi y Crhistopher Lee (sí, han leído y he escrito bien).

 

Un Del Toro joven tuvo ocasión de visitar la casa de Ackerman, así como las de Ray Bradbury y Rod Serling (creador de The Twilight Zone), quienes se emparentaban en obsesiones con las del editor de Famous Monsters, y algo hizo corto en la mente del entonces futuro cineasta tapatío. Desde hace cinco años la Bleak House está en construcción y parece que solo la muerte, quizás, detenga su crecimiento, mas no su trascendencia.

 

En ella, Del Toro guarda desde su primera enciclopedia hasta impactantes props y reproducciones de sus filmes y de filmes clásicos en la historia de los géneros mencionados. Arte original para cómics como From Hell, de Alan Moore y Eddie Campbell; para la trascendente versión ilustrada de Bernie Wrightson al Frankenstein de Mary Shelley, o ilustraciones por Edward Gorey. Las efigies muy realistas de dos pinheads del impactante filme de Freaks, de Tod Browning; de Boris Karloff al momento de ser maquillado por Jack Pierce como la famosa criatura; y de un H. P. Lovecraft agazapado junto a un librero, figuran entre los tesoros de este palacio. Infinidad de muñecos de filmes, cómics y series televisivas. Y en la videoteca descansan solo dos filmes en 35 mm: los admirables Cronos (el filme debut de Del Toro) y el cult movie The Phantom of the Paradise, de Brian de Palma. La razón por la cual solo hay dos filmes en 35 mm en tan encomiable colección es algo que se nos escapa.

 

Habla el monsterkid

 

En una breve entrevista para Confabulario, Guillermo del Toro explica que desde joven coleccionaba libros y figuras.

 

—Mi primer libro lo compré a los siete años y era, precisamente, una antología de relatos de terror editada por Forry Ackerman. Primero llené un librero; luego, en Necropia [su joven compañía de efectos especiales], un cuarto y luego de Cronos un piso de mi casa. Siempre cuidadoso de que las cosas estuvieran organizadas en un sistema que me permitiera usarlas de forma creativa y no nada más una acumulación a lo bestia. Juntaba mis Fantomas, mis Dudas, mis Tradiciones y leyendas, mis libros, mis revistas extranjeras, etcétera. Cuando visité el departamento de los Ripstein [la célebre dinastía de cineastas] en el D. F., vi que la biblioteca de Arturo era muy amplia y muy ordenada; eso también me inspiró. Mi ideal es abrir las casas al público después de mi muerte. Lo único que lamento es que no estén en Guadalajara —mi casa ideal para Bleak House era una mansión llamada Clover Lawn en avenida La Paz. Era mi máxima aspiración comprarla algún día.

 

¿En algún momento dudaste de acumular tanto? Eso, creo, sucede en algún momento en la vida de los coleccionistas…

—El coleccionista que más me inspiró fue William Beckford, un multimillonario inglés del siglo XVIII. Escribió uno de los textos claves del gótico: Vathek. Él construyó una enorme abadía llamada Fonthill y la llenó con todos los tesoros y rarezas que pudo imaginar.

—¿La obtención de qué piezas te ha costado casi sudor y lágrimas? ¿Cuáles sigues buscando?

—Sigo buscando arte original de [Ignacio] Palencia para Tradiciones y leyendas y arte original de [Luis] Chávez Peón para Duda. Lo malo de todo esto es que en México no se acostumbraba guardar este arte: se tiraba. Por eso, es rarísimo. También sería increíble conseguir una o dos pinturas de Abel Quezada. Me ha costado mucho trabajo conseguir algunas piezas del Frankenstein de Bernie Wrightson. Tengo cuatro originales y las atesoro.

—La casa como tal, su diseño, su arquitectura se notan muy sobresaliente, ¿qué hay detrás de ella? ¿Es antigua? ¿Perteneció a alguien famoso?

—No. La base era una casa de estilo Tudor falso de California. Aquí, en esta zona, la historia tiene en general menos de un siglo. La casa tiene una existencia de tres décadas o algo así.

 

El contenedor de sueños

 

Los gabinetes de curiosidades fueron colecciones que tuvieron su auge en el siglo XVII entre aristócratas excéntricos que podían llenar una o dos salas con objetos raros y especiales, como autómatas o una cadena compuesta por dientes de monos. El palacio de Ackerman y ahora el de Del Toro le dan un nuevo sentido y forma a estas empresas de vida.

 

Con Del Toro, sin embargo, no nos encontramos precisamente ante un aristócrata excéntrico, sino ante alguien que se concentró en sus sueños desde una edad temprana y los ha ido cumpliendo. Cabinet of Curiosities es, también, el primer documento que le da seguimiento a su carrera como cineasta, con ocho filmes hasta el momento Cronos (1993), Mimic (1997), El espinazo del diablo (2001), Blade 2 (2002), Hellboy (2004), El laberinto del fauno (2006), Hellboy 2 (2008) y Pacific Rim (2013). Ilustrado con diseños de infinidad de grandes artistas, esbozos de sus detalladas libretas —que, explica, se trata de unas memorias que cada vez hace con más ahínco y cuidado, pues es lo que pretende legar a sus hijas como prueba de su existencia, como un “testamento de la curiosidad”— y fotografías, el libro desmenuza cada uno de los filmes del director en incisivas conversaciones con el también escritor y especialista en The Twlight Zone Marc Scott Zicree, y así deja claro que las obsesiones que desde niño tuvo el cineasta son las mismas que hoy ha concretado en su obra y en su colección provocando, así, una de las obras más apasionantes del cine reciente.

 

*Fotografía: Del Toro en su gabinete/Libro “Cabinet of curiosities”.

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