Visiones alternativas: Cuatro décadas del Museo Carrillo Gil
POR ANTONIO ESPINOZA
La historia del Museo de Arte Contemporáneo Álvar y Carmen T. de Carrillo Gil inició el 30 de agosto de 1974. Inaugurado por el presidente Luis Echeverría, el museo abrió sus puertas para albergar la colección que durante décadas logró reunir el ilustre médico yucateco Álvar Carrillo Gil. Obras de José Clemente Orozco, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y Rufino Tamayo, entre otros grandes maestros del arte nacional, encontraron en el nuevo museo un lugar ideal para su conservación y resguardo. Con el tiempo, el recinto se consolidó no sólo como uno de los principales poseedores de arte moderno mexicano sino también como uno de los más importantes foros de exhibición del arte contemporáneo. A cuarenta años de su fundación, esta es hoy la mayor virtud del museo ubicado en San Ángel: conciliar con gran audacia y no sin riesgo lo moderno y lo contemporáneo. Vamos por partes.
Si hoy en día tenemos “forzosamente” que delimitar los campos del arte moderno y el arte contemporáneo, hace cuarenta años no era así y tampoco antes, cuando Álvar Carrillo Gil inició su aventura como coleccionista. La historiadora del arte Ana Garduño ha explicado muy bien las preferencias estéticas y los criterios selectivos de Carrillo Gil, quien para armar su colección se inclinó siempre por obras innovadoras en lo formal y lo temático, que no se ajustaran a las imposiciones ideológicas e iconográficas de la llamada Escuela Mexicana de Pintura (El poder del coleccionismo de arte: Álvar Carrillo Gil, UNAM, 2009). Así, por ejemplo, de Diego Rivera, sólo adquirió obras de su periodo cubista, pues no le interesó la obra de “mensaje social” del maestro. De esto se puede inferir que para Carrillo Gil el arte contemporáneo era el arte que no se sujetaba a los estereotipos del nacionalismo y que buscaba nuevos caminos de expresión y ejecución.
Esta idea del arte contemporáneo como lo novedoso y original fue heredada por el museo que desde hace cuarenta años alberga la colección de Álvar Carrillo Gil. Al no ser un museo de carácter nacional (como el Munal), con las responsabilidades que ello impone, ni tampoco un museo consagratorio de las trayectorias artísticas (como el Palacio de Bellas Artes o el Museo de Arte Moderno), el Carrillo Gil pudo definir muy pronto su vocación, funcionar con mayor libertad y asumir riesgos que difícilmente asumían otros recintos. En sus salas se han llevado a cabo las primeras exposiciones de artistas jóvenes mexicanos (emergentes, como todavía se les dice) y exposiciones internacionales de artistas de reconocida trayectoria. La vocación del museo siempre ha sido muy clara: acoger las expresiones artísticas (nacionales e internacionales) que recurren a nuevos formatos y medios tecnológicos, dar cabida a las visiones “alternativas” del arte y arriesgar con la experimentación curatorial y museográfica.
El Museo de Arte Carrillo Gil fue fundamental en la proyección internacional de José Clemente Orozco, Diego Rivera y David Alfaro Siqueiros, puntales de nuestro arte moderno. Desde antes de la fundación del museo en 1974, obras de los maestros mencionados viajaron por todo el mundo y a la fecha lo siguen haciendo. El Carrillo Gil nunca ha dejado de operar como un espacio institucional (fue la sede en la ciudad de México del Encuentro Nacional de Arte Joven y el lugar donde se presentaba la exposición de los becarios del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes), pero lo que más debe destacarse es lo que puede llamarse su perfil “alternativo”, su apertura hacia las expresiones artísticas que se encuentran al margen de lo institucional.
Bien sabido es que la institución museo es en la actualidad la principal instancia de legitimación del arte. El museo desempeña hoy el papel culminante en el proceso ya no sólo de almacenamiento y conservación, sino de legitimación y jerarquización de los objetos artísticos, y por tanto es la instancia crucial de mediación entre el arte y el público. El Carrillo Gil ha cumplido a cabalidad esta tarea, otorgándole al arte que está al margen de lo institucional un alto grado de legitimación. De esta manera, propició en distintos momentos la aceptación y la asimilación pública de expresiones artísticas novedosas, lo que por supuesto también incidió en el mercado del arte. Sobra decir que esta postura aperturista, que desde siempre ha caracterizado al museo de San Ángel, le permitió adaptarse sin problemas al cambio de paradigma en el arte que en nuestro país se dio a mediados de los años noventa. Para el Carrillo Gil, siempre abierto a lo nuevo, fue algo natural aceptar la irrupción brutal de los conceptualismos.
Pero el Museo de Arte Carrillo Gil no sólo se distingue por resguardar y promover una de las colecciones de arte moderno más valiosas, y exhibir expresiones artísticas contemporáneas nacionales y foráneas. Debe destacarse también que ese espacio museístico ha sido una suerte de “escuela” para varios curadores importantes. Por ejemplo, durante la gestión de Sylvia Pandolfi como directora del recinto (1984-1998), se formaron ahí Luis Gallardo, Edgardo Ganado Kim, Renato González Mello, Cuauhtémoc Medina y Jorge Reynoso Pohlenz, entre otros. La historia del Museo de Arte Carrillo Gil es de cuarenta años, pero la colección que alberga tiene muchos más. La exposición conmemorativa: Travesías, 1948-1974. Los viajes de las obras más representativas de la colección, da cuenta puntual de esta aventura del arte mexicano por todo el orbe. Estamos, sin duda, ante un museo con historia. Enhorabuena.
*Fotografía: Retrato de Doña Carmen Tejero de Carrillo Gil (1944), de José Clemente Orozco.