Remedios Varo: Teonanácatl

Oct 11 • destacamos, principales, Reflexiones • 9203 Views • No hay comentarios en Remedios Varo: Teonanácatl

POR MAGNOLIA RIVERA

 

¿Cómo se le puede explicar a alguien

que nació ciego lo que significa ver?

Robert Gordon Wasson

 

 

Son mágicos. Brotan por todas partes en el legado plástico de Remedios Varo (1908-1963). Están ocultos en los escenarios que la artista crea. No pertenecen al mundo vegetal ni animal. Son los hongos sagrados.

 

En las ceremonias rituales de los pueblos arcaicos del orbe se utilizaron sustancias fermentadas que los participantes ingerían para conectarse con la divinidad. Los estados alterados de conciencia se hicieron presentes en los viajes chamánicos y en los ritos de iniciación. El brebaje tenía distinto nombre en cada lugar. Bebidas como el soma védico, la ayahuasca amazónica, el vino báquico de los romanos y dionisíaco de los griegos, la poción de ololiuhqui zapoteca y el balché maya abrían las puertas de la percepción.

 

Robert Gordon Wasson es el fundador de la disciplina que desde mediados del siglo XX estudia la ingesta de hongos en los ritos chamánicos y religiosos del mundo: la etnomicología. Este investigador estadounidense acuñó el término enteógeno, vocablo que significa “dios dentro” y que, según él, debe suplir a la noción de alucinógeno. Explica en El camino a Eleusis que el verbo alucinar —“estar loco” o “delirar”— no corresponde a la finalidad y efecto de una palabra que “se utilizaba para describir el estado en que uno se encuentra cuando está inspirado y poseído por el dios”.

 

Los hongos pertenecen a un reino misterioso que ha representado un símbolo de rebelión y un pasaporte a la libertad. Artistas, científicos y pensadores de todas las épocas se han acercado a los enteógenos en pos del conocimiento interior y los han vuelto tema o inspiración de su quehacer. Los hongos están plasmados en rocas, cuevas, en muros de templos y palacios orientales y occidentales, en tapices y relieves, en formas escultóricas y lienzos.

 

Los surrealistas se dieron a la tarea de buscar a los “gnomos con sombrero” en Europa y en el horizonte americano. En México, tierra de ritos chamánicos, plantas sagradas y una larga tradición espagírica, encontraron la ocasión propicia para saciar su deseo de volver al origen. André Bretón le llamó “país surrealista por naturaleza”. Algunos seguidores de la vanguardia se adentraron en la indagación ritual degustando la “seta divina”, “carne de los dioses” o teonanácatl, mientras otros se acercaron a los fungi con lupa científica, cuaderno de notas o pincel en mano. El poeta Benjamin Péret documentó los mitos indígenas y retrató las grecas de los vestigios arqueológicos toltecas que evidencian la experiencia visionaria y ancestral; Leonora Carrington, la pintora de los seres imposibles, recorrió el sureste de México tomando apuntes de los rituales mayas para recrearlos en sus obras y escribió: “Los hongos que cubrieron de flores la gloriosa profusión de la Desaparecida Razón Socromórfica enhueraron necrocríticamente como un huevo chino” (Jezzamatáticas o Introducción al Maravilloso Proceso de Pintar).

 

Remedios Varo llegó a México en 1942 para fincar su residencia definitiva. Antes conoció en Europa y en el norte de África mitologías muy ricas, plagadas de leyendas, ritos e historia en donde las sustancias visionarias también poseen un poderoso simbolismo. La artista nació en Cataluña, región que los especialistas consideran privilegiada debido a la abundancia de especies como la amanita muscaria, “el hongo de la inmortalidad”, una variedad de gran prestigio iniciático.

 

La obra de Varo es un catálogo micológico preciso en el que representa a los hongos principalmente a través del engaño óptico o trampantojo (“trampa al ojo” que esconde unas formas en otras) o por medio de metáforas visuales que significan una realidad distinta a la que nombran.

 

Ejemplos de estos trampantojos podemos hallarlos en los collages que realizó en colaboración con otros artistas en 1935, como la anamorfosis (deformación de la perspectiva) en La leçon d’anatomie. Esta pieza oculta varios hongos, como el que se encuentra dentro de la forma circular en la parte inferior. Está inspirada en los pectorales de oro del Darién de la Mesoamérica precolombina. Otro ejemplo de trampantojo está en Guajolote navideño, grabado que la artista concibió en 1959. La navidad recuerda los ritos antiguos de muerte y resurrección. El “morir para renacer” se experimenta en un viaje chamánico o iniciático luego de ingerir el alimento sagrado. Los trampantojos de este grabado ocultan setas en el cuerpo del ave y en la figura de Santa Claus —al ser una cabeza cortada, y según el lenguaje iniciático y mítico, es sinónimo del hongo arrancado—. Puede observarse la ilusión óptica en la figura que conforman el personaje de barba blanca recostado y el recipiente. Destacan también las campanas que nos recuerdan los especímenes fúngicos con esa forma.

 

Entre las metáforas visuales relativas a los hongos se encuentra la que aparece en La huida (óleo, 1961). Los personajes viajan a bordo de un parasol invertido, lo que evoca la función de dichos instrumentos en los antiguos festivales helénicos a donde los participantes acudían portando quitasoles: “¿resulta disparatado entender que las sombrillas que los sacerdotes portaban en las Esciroforias griegas eran en realidad hongos, sobre todo cuando sabemos que un hongo era el ingrediente fundamental de la bebida kykeon y que el bajorrelieve del Louvre nos presenta a Démeter y a Perséfone comiendo hongos?” (J. A. González Celdrán, Hombres, dioses y hongos). Figuras antropomorfas de la cerámica mesoamericana portan hongos gigantes como si fueran parasoles. Entre ellas se encuentra Mujer con sombrilla, actualmente en el Museo Universitario Alejandro Rangel en Colima.

 

En el óleo Tailleur pour dames, que Remedios plasma en 1957, proliferan hongos con apariencia de alfilercillos. Además están sugeridos en la forma de los sombreros y son servidos como alimento y bebida. Esta es una de las pinturas en las que la artista hace notar los efectos del enteógeno (sensación de desdoblamiento, alteraciones visuales). En la época en la que pinta este cuadro, investigadores europeos y norteamericanos profundizan en el estudio de los hongos de México y dan fama internacional a la indígena mazateca María Sabina.

 

El hongo y sus efectos se harán evidentes en piezas como el collage Una reunión tranquila que Remedios realiza en 1957. Las ruedas del vehículo que flota en el aire son en realidad dos setas y la ilogicidad de la escena concuerda con una experiencia psiquedélica. El “vuelo mágico” que observamos en esta y en otras de sus obras nos remite a las frases que pronunciaba la chamana oaxaqueña durante la ceremonia en la que consumía hongos: “Soy una mujer que da vueltas”, “siento como si me estuviera yendo hacia el cielo”, “soy una mujer como la gran Águila”, “soy una mujer del espacio” (Joan Halifax, María Sabina).

 

En 1958 se publica Les champignons hallucinogènes du Mexique de Roger Heim y Robert Gordon Wasson. Ese mismo año, el químico suizo Albert Hoffman aísla la psilocibina, componente activo de la Psilocybe Mexicana, la teonanácatl usada en los antiquísimos rituales de Mesoamérica y Remedios plasma en dos de sus pinturas —Visita inesperada y Creación del mundo o microcosmos— el ya citado símil entre la cabeza humana y el hongo. Reitera la imagen al año siguiente en el óleo El visitante, pieza que posee especial relevancia. Es la alegoría de una iniciación tal y como se llevaba a cabo en el centro espiritual más grande de la civilización occidental: Eleusis en Grecia.

 

Esquema que exhibe la presencia de los hongos en El visitante, de Remedios Varo /Especial.

 

El visitante es el hongo cuyo efecto permite acceder a otras dimensiones. A la fórmula se agregaba agua, hierbas y en algunas ocasiones miel. En la pintura de Remedios se observa el sombrero, casquete o cabeza del hongo y las laminillas apretadas. La cabeza humana hacia abajo enlaza con la descripción que Robert Graves hace de la relación cabeza-tallo de hongo. Cuando compara el folclor del pueblo helénico con el mazateco, el mitógrafo británico escribe: “La costumbre salvaje de las Ménades de arrancar las cabezas de sus víctimas podría referirse alegóricamente al desgarramiento de la cabeza del hongo sagrado, pues en México jamás se come el tallo” (Mitos griegos).

 

La espiga que observamos en El visitante alude al centeno o a la cebada, cereal del que nace un hongo (cornezuelo) con el que preparaban el kykeon. Las flores utilizadas en Eleusis eran mirtos y amapolas, insignia de las sacerdotisas de Deméter. También se consagraba a la diosa el cerdo que ofrecían durante la ceremonia. Remedios sugiere al animal sacrificial en su pintura, al plasmar las formas redondas y la cola característica. Las aves que aparecen en el cuadro representan el vuelo del alma, una imagen común en el trance del chamán y en los misterios.

 

Ritos extraños parecen llevarse a cabo en el óleo que, bajo ese título, pintó Remedios en 1959. Los soportes del perchero tienen forma de setas y el sombrero es tipo hongo. La expresión del personaje sugiere un estado alterado de la conciencia. La parte superior del cortinaje evoca las máscaras que portaban los participantes de las antiguas ceremonias. Una de esas máscaras muestra los cuernos del macho cabrío, representación del dios del vino, la bebida sagrada de griegos y latinos. Se abren en la escena, como en otros cuadros de Varo, las puertas infinitas que cantaba el poeta Blake.

 

Un detalle a tomar en cuenta en El visitante —y en otras obras como Mujer en rojo (1947), Visita inesperada (1958) y La llamada (1961)— son los ojos. Las miradas de los personajes presentan alteraciones propias de la ingesta de sustancias psiquedélicas.

 

El hongo también está presente en el óleo Mujer saliendo del psicoanalista de 1960. El personaje de cabellera blanca lo lleva en una mano. Es la cabeza cortada. En los antiguos ritos iniciáticos, el aspirante llevaba la boca cubierta como símbolo del juramento de silencio. Divulgar lo que ocurría en las ceremonias era penado con la muerte. Transitaba por espacios a oscuras en señal de ceguera espiritual y salía convertido en epoptés, “el que ha visto”. Una de las mayores pruebas consistía en que arrancara la cabeza del hongo sagrado. Si lograba salir con ese trofeo se le otorgaba la calidad de iniciado. Mujer saliendo del psicoanalista retrata el instante en que el personaje trae consigo la cabeza del hongo, solar y masculina, imagen de la propia conciencia y del alma. El color de la indumentaria es verde, símbolo azteca de lo sagrado y matiz del vitriolo alquímico que unifica los aparentes contrarios. El personaje se dirige al pozo Kallichoron o Calícoro, el de “las hermosas danzas” —que aún puede verse en Eleusis— para entrar en él con esa cabeza cercenada. Debe sumergirse en el útero de la diosa Madre, en el agua femenina y lunar, para morir. Sólo así podrá nacer de nuevo. Esta pintura representa el viaje al interior del propio ser. El hongo que trae el personaje tiene la forma del Panaeolus, “agua de los niños pequeños” o “niño santo”, como si fuera una versión aumentada de la variedad Psilocybe mexicana que utilizaba María Sabina o la que usaban los aztecas en los rituales nocturnos llamados veladas.

 

Remedios se documentó ampliamente sobre el tema de los enteógenos desde el punto de vista científico, religioso, filosófico y estético. En sus obras aparece una galería de plantas sagradas y visionarias y en su biblioteca constan ejemplares como Las puertas de la percepción de Aldous Huxley (experiencia del autor con la mezcalina) y Drogas mágicas del doctor en ciencias Milton Silverman.

 

No existe evidencia de que la artista haya consumido las sustancias que estudió.

 

Sus pinturas retratan las miradas perdidas, las visiones borrosas, los vuelos y otros efectos propios del viaje enteogénico, pero sobre todo reflejan el ansia humana de buscar los caminos que conduzcan al despertar de la conciencia y a la unión con lo divino.

 

Venimos de allá, de la oscuridad, hipnotizados en el Insomnio pintado por Remedios Varo. Bien lo ha dicho Blake y lo recuerda Huxley: “Si las puertas de la percepción quedaran depuradas, todo se habría de mostrar al hombre tal cual es, infinito”.

 

*Fotografía: La leçon d’anatomie (1935), gouache y collage sobre cartón, Remedios Varo / Especial.

 

 

 

 

 

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