(Antes) y (Después)

Ene 3 • destacamos, Lecturas, Miradas, principales • 3556 Views • No hay comentarios en (Antes) y (Después)

 

POR CHRISTIAN PEÑA

 

Dice T. S. Eliot al inicio de Burnt Norton: “El tiempo presente y el tiempo pasado / Acaso estén presentes en el tiempo futuro/ Y tal vez al futuro lo contenga el pasado. / Si todo tiempo es un presente eterno / Todo tiempo es irredimible.”, y tal vez justo por ser irredimible convenga sacar cuentas, poner un alto, aunque quizás a ningún lugar nos lleve el recuento de nuestra memoria, porque tal vez el (Antes) y el (Después) están presentes en el hasta ahora, en el “hasta aquí” como medida de tiempo y espacio; porque el ahora se modifica mientras ganamos o perdemos peso en nuestras decisiones, porque acaso el presente sea sólo un paréntesis, el esfuerzo por nombrar un tiempo que la mayoría de las veces se nos escapa. Y así, entre paréntesis, en la imprecisa medida que sugiere ese signo, se abren las páginas de Hasta aquí, poemario de Hernán Bravo Varela.

 

Después de leer Hasta aquí, recordé el ensayo de Eliot, “La tradición y el talento individual”, porque creo que Bravo Varela ha encontrado la “aleación” que postula el poeta inglés: “Cuando los dos gases mencionados se mezclan en presencia de un filamento de platino, forman sulfuro ácido. Esta combinación tiene lugar sólo si el platino está presente; sin embargo, el ácido apenas formado no contiene ni rastro de platino, y el platino queda aparentemente sin afectar; ha permanecido inerte, neutral, invariable. La mente del poeta es el hilo de platino”. Hasta aquí muestra una manera singular de confesar el lenguaje, una música que da pie a recuerdos desconcertantes por lejanos e imprecisos, la poesía que gana silencio al perder peso muerto; el catalizador en la analogía de Eliot. En este libro cada poema se critica a sí mismo, una lección difícil de entender y, aún más, de poner en práctica. Hasta aquí confiesa las inquietudes y acentos de una voz potente en su espesor, densa en su búsqueda; una voz que calienta y abrasa, demanda y consuela, reafirmando que la poesía no es las heridas acumuladas como prueba de lo sufrido, pero tampoco la “experimentación” o a cuanto término se recurra para regodearse en un lenguaje que, en más de un caso, no alcanza el balbuceo. En Hasta aquí queda claro que la poesía es un medio y, volviendo a Eliot, coincido en celebrar, más que la exaltación de la emoción, la intensidad del proceso; allí la aleación de la que hablo; allí, experiencia y lenguaje son una misma cosa. Los poemas que abren y cierran el libro, y que son uno solo, dan fe de esto. El poema “(Antes)” es el monólogo del sobrepeso, confesión kilo a kilo de la metamorfosis, cronología de la pérdida, el reto contra la aguja o números de la báscula; como si el amor a manos llenas y la seguridad que nos brinda ese amor propio pudieran medirse, como si no bastara con perder algo para todavía obligarse a amarlo: “Y el obeso ganó / seguridad, perdió retórica; mal de / amores, su cuerpo había ganado / la lotería del cuerpo”. El poema “(Después)” es la escena final donde un hombre observa su reflejo en el vaivén del agua; Narciso ya sin apetito de enamorarse de sí mismo, pero con hambre de ser en otro cuerpo:

 

                                          “¿Por qué persigues

la claridad que no has tenido

con tu cuerpo? Míralo turbio

y ondulante en el agua”.

 

La ausencia y la espera atraviesan el libro. No se trata del recuento de los hechos, sino de lo que aún sin suceder, y justo por eso, es imposible olvidar: las cosas que tuvimos y dejamos al vuelo, el viaje que aún no acaba y ya es melancolía. Ausencia y espera, dos cosas que un día nos obligan a decir: hasta aquí. El objeto de la escritura de Bravo Varela tiene la dimensión exacta de su pérdida. Como señala Emily Dickinson: “Percibir un objeto cuesta– / la exacta pérdida del objeto– / percibirlo en sí mismo es una ganancia– / que responde a su precio–”. Así, en un poema escrito a partir de un cuadro de Hopper, Sol en un cuarto vacío, el poeta nos dice:

 

                                                    En ese cuadro

las personas no tardan en venir. Están

por arrojar los sobres de la correspondencia

bajo la puerta, están

por tintinear las llaves

en un bolsillo, están

por hacer la mudanza

o clausurar la casa.

                                                           De un momento a otro.

 

Los poemas amorosos de Hasta aquí nos vuelven testigos de su (antes) y (después), como en el poema de M., donde se lee: “Ya no me acuerdo bien si Démonos / al camino era antes o después / de insistir en que ya se estaba haciendo tarde / y mañana estaríamos ocupados”. Una ruptura amorosa, una despedida en una calle se convierte en un “hasta aquí” donde quisiéramos olvidar el nombre de esa calle y ese amor para decir, como en el poema de Pellicer: “—Hay dos sitios malditos en la ciudad. ¿Me diste / tu dirección la noche del infierno?”. Poemas que son canciones infantiles que son juegos de hombres, de manos y de villanos; canciones del ronco pecho para los que se aman bajo un puente, para los que hacen sus votos en silencio después de ganarse el ramo en una boda, como en el poema “(Novia, fui yo también tu novia)”:

 

                                               Y entonces aceptar

ante todos aquellos que no saben:

te di mi mano en calidad de novia

y me pediste

salir a contemplar la luna

de miel que liban dos abejas ciegas

en un ramo de flores

aplastadas. Y fui tu prometida

hasta que nos juramos

cultivar el amor que no se atreve

a dar su brote.

                                                            Rosa, fui yo también tu rosa.

 

Creo que al decir “hasta aquí”, la voz de este libro también dice esta boca es mía, cerrada o no, a la vez que exhibe las fotos más íntimas del (antes) y (después) de un hombre que ganó espacio al perder algo más que peso. Hasta aquí firma una declaración de independencia y abre un nuevo capítulo en la obra de Bravo Varela. Quiero creer que mi lectura entiende las intenciones de su autor. No lo sé. Lo que sí puedo asegurar es que el que era (antes) de leer este libro, es otro (después) de hacerlo; uno que no dejar de pensar en el peso de sus actos ni sobre qué balanza está parado ni hasta cuándo podrá resistirlo.

 

*Hernán Bravo Varela, Hasta aquí, Oaxaca, Almadía, 2014.

 

 

 

« »