Un nuevo teatro en La Roma hallarás

Mar 21 • destacamos, Miradas, Música, principales • 4444 Views • No hay comentarios en Un nuevo teatro en La Roma hallarás

 

POR IVÁN MARTÍNEZ

 

 

El teatro musical mexicano, la comunidad de artistas escénicos y la colonia Roma deben estar de plácemes con José Manuel López Velarde, el autor teatral conocido por armar el libreto del mayor éxito de ese género de los últimos años en nuestro país: Mentiras el musical. La razón es la culminación de dos hazañas de peso que traen a la memoria las realizadas por Salvador Novo justo a la mitad del siglo pasado, cuando dirigió en 1952 la primera comedia musical mexicana moderna, Ni fu ni fa, y cuando al año siguiente abrió su propio teatro, La Capilla.

 

Mucho ha pasado desde esa pieza de Edmundo Mendoza que duró apenas dos semanas en cartelera pero que inauguró la historia del teatro musical actual en México. Quien escriba esa historia encontrará entre los grandes títulos importados desde Broadway y entre las figuras que aquí los hicieron posibles (de Manolo Fábregas y Silvia Pinal, que también tuvieron su teatro, a las epopeyas actuales de Morris Gilbert) un puñado de esfuerzos locales en el peor sentido de la palabra que, salvo la excepción de Qué plantón (Memo Méndez) y Kumán (Irene Sabido) que este año recibirán reposiciones, no han significado más que ejercicios elementales de dramaturgia y música.

 

No es, sin embargo, sin esos experimentos hoy intrascendentes, que la creación nacional hubiera podido llegar a la nueva etapa de consolidación que con El último teatro del mundo, estrenado el pasado 4 de marzo, estaría inaugurando López Velarde.

 

Parece que él mismo se inaugura para sí una etapa de madurez, tanto personal como creativa. Deja atrás el subgénero de rockola y cualquier fórmula estructural clásica, lo que ya es arriesgado. Se trata de una pieza en un acto que narrativamente es original, sencilla y audaz a la vez, y cuyas dramaturgia y escenografía –concebida también por él– la acercan más a lenguajes cinematográficos, aunque sea para contar una historia de amor por las tablas. Madurez que también le permite aventurarse con la música, al comisionarla a un muy joven compositor que ya contaba con cierta trayectoria en el género, pero como actor y cantante, Iker Madrid.

 

El resultado es una bellísima y conmovedora historia acerca del Teatro, con mayúscula como género, como espacio, como modo de vida y como herramienta catártica, cuyo texto se antoja indisoluble a la personalidad musical y visual que le acompaña.

 

Como en road-movie y con influencias visuales y narrativas que van de El mago de Oz (Victor Fleming) a Jim y el durazno gigante (Disney) y Coraline (Laika): Pina es una catarina que está perdida en su intención por trascender y que durante un sueño recibe el mejor consejo: la grandeza se alcanza en el teatro, pero sólo queda uno en el mundo y deberá ir a buscarlo. En su Odisea por descubrirlo, va reuniendo personajes para una experiencia escénica en la que se hallará a sí misma. La catarsis es intensa y para nada manierista a pesar de provocarse desde un mundo de fantasía más bien tierno; el mensaje es universal y sea el público un teatrero, un asistente regular o un apenas iniciado, coloca la experiencia teatral como la magia con la que se produce el desenlace.

 

Técnicamente, y sin demérito a los secundarios de esta obra “para ensamble”, cuyo resultado es muy eficiente a un nivel estándar tanto de movimiento escénico como de ejecución musical (todos tienen que tocar algún instrumento fabricado ex profeso para la pieza por la Orquesta Basura, además de cantar y/o bailar), el peso recae en el rol asignado a la actriz y cantante Paloma Cordero, quien está espléndida en el tour-de-forcé a tres voces que representa a Cora, encargada además de su historia de traducir a Pina, la protagonista, y a Maga, una luciérnaga que tampoco vemos. Especial su lucimiento en tres momentos: la canción “Maga de la luz”, una escena en la que intervienen sus tres personajes y el clímax musical, la sobresaliente “Mundo de gigantes”.

 

La música de Iker Madrid es una sorpresa en el panorama contemporáneo del teatro musical. No se trata de un compositor maduro aún, pero sí uno en el que desde ahora se distingue una voz propia e intuitiva a pesar de la fuerte presencia de sus influencias: Harold Arlen inocultable en el leit-motiv que enmarca este camino amarillo, Gabilondo Soler en el sentido lúdico del manejo de ritmos y estilos, y, con mucha mayor fortuna en la construcción de melodías, Stephen Sondheim en la naturaleza armónica de su estética. Hay madera qué labrar.

 

La hazaña tangible de López Velarde está en el espacio que ha creado junto a su pareja el empresario Óscar Carnicero, La Teatrería (Tabasco 152, Colonia Roma): espacio cuya clase y diseño producirán elogio de los expertos en arquitectura, que integra el pequeño teatro donde se ha estrenado esta pieza, otro dedicado al público toddler y los respectivos dedicados al gourmand, y al que solo queda la tarea pendiente, a la manera de Novo, de convertirse en escaparate de la creación nacional contemporánea. Una sola golondrina no hará verano.

 

 

El último teatro del mundo se presenta en La Teatrería en funciones los viernes (20 horas), sábados (16:30 y 20 horas) y domingos (13 y 18 horas).

 

 

*Con la fabricación ex profeso de instrumentos por la Orquesta Basura, esta obra adquiere un nivel eficiente tanto de movimiento escénico como de ejecución musical / Cortesía La Teatrería

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