La Bella Durmiente: un desastre inolvidable
POR JUAN HERNÁNDEZ
Si usted quiere ver a bailarines de ballet tambaleantes, desalineados, fuera de centro, preocupados por no caer de bruces, incapaces de mantener el equilibrio o de realizar una serie de fouettés con el torso derecho y el rostro relajado, sólo tiene que echar un ojo a la versión de La bella durmiente, producida por la Asociación Civil Rising Art, liderada por Rodrigo González.
Y si usted piensa que este suceso desastroso de ballet se presenta en la plaza pública de una población rural alejada de las urbes, en donde no hay recursos, ni escuelas para formar bailarines profesionales, se equivoca. El espectáculo al que nos referimos se presenta ni más ni menos que en uno de los monumentos históricos emblemáticos de México: el Castillo de Chapultepec.
En la aventura, de resultados artísticos lamentables, participan alrededor de 70 personas, supuestos bailarines profesionales provenientes de diferentes estados del país y del Distrito Federal. Y aunque los intérpretes son quienes dan la cara, no es de ellos la responsabilidad del desastre, sino de quienes decidieron “abrir el telón” sabiendo que la puesta en escena carece de cualidades artísticas profesionales mínimas para ser presentada al público, en un escenario de relevancia.
La iniciativa de la Asociación Civil Rising Art nació con mala estrella. Le contamos: la Compañía Nacional de Danza del INBA, la más importante del arte del ballet en el país, decidió no presentar más el espectáculo La bella durmiente, de Petipa, en el Alcázar del Castillo de Chapultepec, oportunidad que Rodrigo González aprovechó para proponer llenar ese vacío con una producción independiente, que es la que se estrenó el 8 de abril.
Tremenda decisión la de intentar suplir el espacio dejado no por cualquier compañía, sino por la más relevante del ballet en México, que con todos sus defectos artísticos e incluso desniveles técnicos, no deja de ser la máxima representante del arte balletístico en el país. Así de mal andamos en esto del ballet, un arte surgido durante el Renacimiento italiano y consolidado después con el impulso del soberano francés Louis XIV, conocido como “El Rey Sol”, en el siglo XVII.
En otros países, como Rusia o Cuba —sólo por mencionar a dos países de reconocida importancia, el primero por su tradición balletística de alcance mundial, y el segundo por consolidar rápidamente una escuela que ha dado a bailarines de ballet de primer nivel— el arte del ballet ha logrado desde hace mucho consolidar la excelencia y la perfección que exige esta manifestación artística en la representación del repertorio tradicional.
Y mientras en otros países incluso se ha ido más lejos al utilizar el lenguaje clásico de la danza para la elaboración de obras contemporáneas entrañables y establecer nuevos paradigmas en el arte coreográfico (véase Maurice Béjart, Jiri Kylian, William Forsythe, Nacho Duato o Marie Chouinard, entre otros creadores), en México seguimos en el subdesarrollo implacable en el área del ballet.
Una muestra de esta situación de catástrofe en el arte balletístico en México es el espectáculo La bella durmiente, que se presenta en el Alcázar del Castillo de Chapultepec. Si bien se dice que es una versión de José Luis González, basada en la original del francés Marius Petipa (1818-1910), el montaje no dejó de ceñirse a la tradición decimonónica. Difícil situación para un cuerpo de baile carente de capacidades físicas para satisfacer las exigencias de control, dominio del cuerpo, apropiación del espacio, coordinación y ritmo.
Lo que vimos fue a un montón de cuerpos chocando entre ellos, corriendo un bailarín tras otro para alcanzarlo, vestuario (prestado por la Compañía Nacional de Danza) desacomodado y pelucas cayéndose por los lados dejando al descubierto la trampa que hace del artificio en el ballet una de sus cualidades.
La bella durmiente, con base en el cuento del francés Charles Perrault (1628-1703), narra la historia de los reyes que tienen una hija maldecida por Carabosse, la bruja malvada. Al cumplir 16 años la princesa se pincha un dedo y debe morir, pero un hada revierte el embrujo al conceder a la doncella un siglo en el que dormirá hasta que un príncipe la despierte con un beso de amor. El final es de todos conocido: el príncipe y la princesa se casan y viven enamorados para siempre.
El lastimoso espectáculo ofrecido por la Asociación Civil Rising Art se corona con una interpretación de Carabosse, a cargo de Raúl Tamez, que es una mezcla entre “La Roña” de Dario T. Pie, y las drag queens conocidas como Las hermanas vampiro.
Pero eso no fue todo, la bailarina sudafricana Tamlyn Higgins, traída desde su país para participar en este espectáculo, se detenía con la mano sobre el suelo en varias cargada del pas de deux que interpretó al lado del bailarín australiano Jesse Inglis, a quien se le veía cargando completamente el peso de la intérprete. En fin: un desastre inolvidable.
*La bella durmiente, versión coreográfica de José Luis González basada en la original de Marius Petipa, con 70 bailarines en escena, producción de la Asociación Civil Rising Art, se presenta en el Alcázar del Castillo de Chapultepec hasta el 26 de abril, jueves y viernes a las 20:30 y sábados y domingos a las 19:30, la entrada general tiene un costo de 712 pesos / Foto: Luis Cortés