La danza toma las calles

May 2 • Escenarios, Miradas • 4370 Views • No hay comentarios en La danza toma las calles

 

POR JUAN HERNÁNDEZ

 

 

Como en los tiempos célebres de la década de los años 80 del siglo XX, los bailarines volvieron a las calles, a transformar el espacio público en foro de reflexión a partir de las propuestas dancísticas. Esta vez el hecho ocurrió en plazas de San Luis Potosí, que vieron nacer el Primer Festival de Danza Callejera “Tonio Torres”, organizado por el Centro de Investigación y Documentación de la Danza “Carlos Ocampo”, dirigido por Juan Carlos González Islas.

 

La calle tomada por bailarines para re-significar el espacio público, el cuál se recuperó para la reflexión, el placer y el acto político, en tanto que el hecho dancístico se volvió instrumento para religar a los miembros de una comunidad.

 

Acto transgresor el de los coreógrafos y bailarines de compañías como Proyecto Coyote, dirigido por Arturo Garrido (San Luis Potosí); Barro Rojo Arte Escénico, a cargo de Laura Rocha; Módulo Compañía de Danza, a cuyo frente está Alejandro Schwartz (Veracruz); Núcleo Danza, dirección de Lupita Orellana (SLP), y Ciudad Interior Danza, liderada por Alejandro Chávez (Querétaro), quienes se alejaron de la comodidad del teatro convencional para devolverles a sus danzas la capacidad de diálogo público.

 

Lo presenciado en este festival nos recordó que el bailarín, aunque no lo sepa, es más que forma, es más que cuerpo entrenado para realizar hazañas físicas: es el receptáculo de la experiencia misma del hombre, en tanto individuo y vocero de una comunidad con la cual tiene un compromiso ineludible.

 

Cuando se para sobre un escenario, el intérprete se vuelve heraldo, líder, mandatario; es decir, el portador de la voz de una comunidad. Es por eso que pararse sobre el foro público no es cualquier cosa. El movimiento coreográfico tiene sentido cuando ayuda a tomar una posición en el mundo, a interpelar al poder, al amor, a la soledad, al hambre, a la crueldad de nuestro tiempo; cuando es un viaje interior, no para solazarse en el ego, sino para descubrir la esencia contradictoria de la naturaleza humana.

 

Los protagonistas del Primer Festival de Danza Callejera “Tonio Torres” nos hicieron pensar que la danza no es un arte de ornamento, que no se trata de hacer ostentación de preciosismo —que no es más que eso, algo que se admira por sus formas y galas—, sino que la danza escribe en el espacio y, en tanto escritura, es susceptible de interpretación y requiere de una comunidad que la signifique.

 

“Ritual de la ponzoña”, de Arturo Garrido, con Proyecto Coyote, hizo llorar, estremecer, tremular, a los espectadores. A través de su creación, el coreógrafo y los aguerridos bailarines Montserrat Chávez, Natalia Rodríguez, Jaime Iván Fiscal, Carlos Govea y Gisela Madrigales permitieron al público encontrarse en la escena, visitar lugares en donde podían admirar su tradición e historia; identificarse con el dolor y la resistencia, con el placer y la sensualidad de los cuerpos que hablaban desde una trinchera: la de los pueblos.

Se enchinó la piel frente al horror de la violencia y la represión figurado en las obras “Reincidencias” y “Cama fría”, de Alejandro Schwartz. Conmocionó el valor de los bailarines para tocar el suelo sin duela y dejar que a través de ellos se manifestara la historia antigua y presente de la opresión, de la condena que los poderosos imponen a los pueblos: una reflexión sobre el poder, manifiesta, sin palabras, sin panfletos, en los cuerpos herederos de una tradición histórica.

 

Y Barro Rojo Arte Escénico, con su obra “De cierto amor”, que nos habla de lo que somos, de nuestra manera de sentir, de las formas que erotizan en los cuerpos de bailarines que saben plantarse sobre la escena y dejarse llevar con una fuerza que sólo se puede consolidar con el trabajo continuo y el compromiso. Un compromiso que está por encima del deseo individual, porque el artista no se debe a sí mismo, se debe al mundo.

 

El Primer Festival de Danza Callejera “Tonio Torres” se volvió por un momento el espacio en el que una comunidad se reunió a celebrar la vida. Un encuentro coreográfico que surge en momentos difíciles, de restricciones presupuestales para los festivales de danza en el país —que ven en peligro su existencia—, por eso es doblemente arriesgado y transgresor.

 

La danza en la calle demostró su poderío, manifestación que se antoja ver replicado en todo el país. Una vez más los bailarines se ligaron a la sociedad, dialogaron con sus públicos, celebraron y reflexionaron la vida de manera amorosa.

 

Primer Festival de Danza Callejera “Tonio Torres”, organizado por el Centro de Investigación y Documentación de la Danza “Carlos Ocampo”, se realizó en plazas públicas de San Luis Potosí, del 24 al 29 de abril.

 

 

 

*El primer Festival de Danza Callejera “Tonio Torres” se celebró en la ciudad de San Luis  Potosí del 24 al 29 de abril / Foto: Emilio Sabin Illescas

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