Cuatro poemas
POR CHRISTIAN PEÑA
Autor de Me llamo Hokusai (FCE,2014)
MALBORO
“El cáncer de pulmón es mortal”, dice la cajetilla.
El cáncer vende:
xxxxxxxxxxxxxxxx mi padre fuma como chimenea.
Lo quiero, pero no quiero ser como él: tan sedentario y tan feliz.
Y no quiero que mi padre muera.
Mi padre nunca me donará su sangre,
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx mucho menos,
por mucho amor que haya, un pulmón.
Nuestros pulmones valen igual a nada;
los dos tenemos humo, el suyo es doméstico
como el de una chimenea,
el mío es una fogata de neumáticos.
Lo quiero, pero no puedo ser como mi padre;
a mí la promesa del cáncer me da paz:
sólo con la garganta hecha trizas puedo hablar como hombre.
No quiero, no puedo ser como él.
xxxxxxxxxxxxxÉl fuma como chimenea, sedentario y feliz;
yo fumo como locomotora.
RESPUESTA DE UNA AMIGA COPYWRITER A LA PREGUNTA
¿Y CÓMO VENDERÍAMOS PIEDRAS?
Irme dentro de una piedra
es lo que haría.
Charles Simic
Suelo recoger piedras en el camino.
Me gustan las piedras porque pueden detener
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx la trayectoria de casi todo:
piensa en los niños cuando las lanzan con sus resorteras
y detienen el vuelo de los pájaros
o imagina una pedrada en el parabrisas de un auto.
Siempre he querido arrojar piedras a un lago y hacer “patitos”
xxxxxxxxxx como en las películas
y ver cómo el agua tiembla, creando círculos que se parecen
a los de las bocinas del estéreo.
Mi madre dice que de niña
me gustaba meterme piedras en la boca.
Me gustan los collares de piedras
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx y que cuando digo “piedra”
de inmediato siento que algo se rompió.
Hace una semana que el timbre no funciona
y cuando alguien me visita
arroja pequeñas piedras a la ventana para que baje a abrirle.
Hace poco me dijiste
que el corazón es del tamaño de un puño;
xxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxxx lo he pensado:
mi corazón es una piedra que late.
EJECUTIVA DE CUENTA JUNIOR
Tacón, punta, tacón, punta,
XXXXXXXXXXXXXX tacón sobre tacón
y cada vez más alto hasta alcanzar
un aumento de sueldo y de autoestima;
XXXXX tacón sobre tacón
para perder el piso y olvidar
la quincena que no tiene para cuándo
la comida en el tóper, la pila de correos,
y –tacón sobre tacón– hallar un tiempo también,
preciso, necesario
XXXXXXXXXX para pintarse las uñas.
Tacon sobre tacón
XXXXXXXXX y otros cinco y diez centímetros
hasta llegar lo más lejos posible de ella misma,
para salvar sus pies del piso caliente,
de las ocho horas de infierno
y el pequeño y mínimo salario
XXXXXXXXXXXXXXXXXXX –y, otra vez, tacón sobre tacón–
para dejar atrás, abajo, esa miseria,
porque sólo los pobres se aferran
tanto a sus recuerdos
XXXXXXXXXXXXXX y ella no es pobre
o no quiere serlo o, mejor dicho,
no quiere que nadie lo sepa.
Tacón sobre tacón
XXXXXXXXXXXXXX y no caerse,
por muy alto que suba, no caer jamás,
porque, si cae, se la chupará el diablo,
se romperá una pierna o, peor aún,
XXXXXXXXXx el tacón mismo, y entonces qué,
y entonces cómo
si, después de todo, –tacón sobre tacón–
alguien tiene que trabajar,
XXXXXXXXXXXXXXX y nadie más lo hará por ella
y esos zapatos no van a pagarse solos.
FADE OUT
(EL PALACIO DE HIERRO)
Llegado el fin
pondré mi mejor cara de idiota
cuando la muerte tome mi fotografía.
Mi barba de tres días y el traje de etiqueta
harán que me parezca un poco más a mi padre.
Será –estoy seguro–
XXXXXXXXX un viernes con el corazón de lunes.
Será un día de quincena
pero el bar que frecuento estará vacío.
Los poemas forman parte del libro El amor loco & the advertising
*FOTOGRAFÍA: El sueño de la esposa del pescador, del pintor japonés Katsushika Hokusai (1760-1849) / Especial
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