El México de Gisèle Freund

May 23 • destacamos, principales, Visiones • 3914 Views • No hay comentarios en El México de Gisèle Freund

 

POR GERARDO OCHOA SANDY

 

Gisèle Freund y su cámara, que se exhibe en el Museo de Arte Moderno, curada por su titular Sylvia Navarrete, por Samuel Villela e Iñaki Herranz, atiende ocho temas: el fotoperiodismo de preguerra, la apuesta por la foto a color, el camino hacia y las estancias en México, el arte mexicano en las exposiciones de París, la faceta retratista, la historiadora de la fotografía y su asistencia al primer coloquio latinoamericano sobre el oficio realizado en México. La etapa mexicana es la más amplia, apunta Navarrete en el catálogo, accesible en el sitio Internet del museo, y constituye la aportación central, poco abordada antes, salvo en Frida Kahlo-Diego Rivera, Le voyage mexicain expuesta en la galerie Didier de Bruselas, en 2010, puntualiza Villela. Esta es su segunda individual en México, luego de la del Palacio de Bellas Artes de 1994, que fue breve. Estas coordenadas validan la aportación del MAM con esta muestra a la historia de la mirada de los fotógrafos de otras latitudes sobre nuestro país, y a la biografía de la artista.

 

Freund visitó México en 1948 a instancias de Alfonso Reyes, en 1964 con el apoyo del gobierno mexicano y en 1978 durante el coloquio. Al igual que otros intelectuales y artistas, se entregó al hechizo de la arquitectura prehispánica, se aproximó con una visión costumbrista al ambiente rural, percibió la irrupción de la ciudad como la modernidad que irrumpe. Doctora en letras por la Universidad de París, según rezaba en sus tarjetas de presentación, y fotógrafa autodidacta de espléndida técnica y pulcra concepción, buscó el motivo canónico para la mirada del europeo occidental, exploró la espacialidad, la majestuosidad y el detalle, trató con suavidad los contrastes de luz.

 

En su aproximación a México, guiándonos por las fotografías de la exposición y a reserva de lo que figure en el Fondo GF, es palpable la ausencia de los indígenas, limitada a una presencia discreta o grupal, como parte del paisaje rural. Freund los ubica en una situación colateral, lo cual la salva de la idealizaciones y la estetización o denuncia de la pobreza en la que incurre la fotografía etnológica o social, pero no busca su individualidad. En parte lo explica que participase en la difusión del imaginario del México oficial en el exterior, mediante el registro documental de la muestra Arte mexicano, antiguo y moderno en el Musée de l’Homme, de 1952, la publicación poco después de su libro Mexico précolombienne, y su apoyo a la organización por parte del Estado de otra muestra sobre el tema realizada en 1962 en el Musée d’Art Moderne de París, e inaugurada por De Gaulle y Malraux. Legítimamente fascinada por el país que la acogió, no alcanzó a percibir lo que se gestaba en el sustrato nacional: la crítica al desarrollo estabilizador, las represiones a movimientos sindicales, el olvido de los indios de México, y el golpe de Díaz Ordaz al FCE, preámbulo del 68. El México de Freund, sin demérito de su calidad, es pintoresquista, perspectiva que aún subyuga en la actualidad. Durante el congreso de 1974, probablemente más al tanto de lo que sucedía, exhortaría a los fotógrafos latinoamericanos a dejar registro de lo que los rodea.

 

La actitud es otra ante sus contrapartes, los intelectuales y artistas europeos y mexicanos, a los que retrata. En la faceta más brillante de su obra, se ocupa de Cocteau, Sartre, Valery, Eliot, Gide, Joyce, Matisse, Wolf, Benjamín, y Reyes, Diego y Frida, Siqueiros, Orozco, el cubano naturalizado mexicano Pérez Prado, entre otros. Freund afirma que va en pos de sus perfiles psicológicos, aunque en realidad construye a dúo cada imagen, cuenta con su explícita colaboración, y vuelve al retrato una contribución visual que aporta a la lectura de sus obras, mérito excepcional. Es imposible leer a Joyce sin evocar el registro de sus manos, a Gide sin su abatido semblante, a la mesa de trabajo de Wolf sin imaginárnosla hundiéndose entre las olas. Tal vez la “construcción” de los retratos de los europeos sea más “auténtica” que la de los mexicanos, algo posados o convencionales.

 

El diálogo que Iñaki Herranz establece entre la fotografía de Freund con las de sus contrapartes —Manuel y Lola Álvarez Bravo, Cartier-Bresson, Kati Horna, Emilio Amero, Armando Salas Portugal, Héctor García, entre otros— enlaza la mirada foránea y la nacional en torno a motivos visuales que han contribuido a construir una idea acerca de México, y brinda al espectador la posibilidad del cotejo,   el contraste y la valoración.

 

La muestra ocurre con el apoyo del programa de la Embajada de Francia “Mano a mano. Miradas fotográficas cruzadas Francia-México”, el Institut Mémoires de l’édition contemporaine, y las colecciones Fernando Gamboa, Capilla Alfonsina, la Casa Azul, y la Galería López Quiroga.

Celebremos el sobrio rigor curatorial y la vocación de difusión que anima al MAM en esta época.

 

 

*FOTO: La fotógrafa francesa capturó a algunos de los artistas más relevantes del siglo XX/Especial

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