Irónica visión teatral sobre México

Jun 6 • Escenarios, Miradas • 4142 Views • No hay comentarios en Irónica visión teatral sobre México

 

POR JUAN HERNÁNDEZ 

 

Es gozoso asistir al teatro y encontrarse con una propuesta de ritmo ágil, que utiliza recursos técnicos actuales, estructuras de programas y telenovelas provenientes de la televisión, mitos de la historia y de la religión, y formas estéticas (como los retablos de iglesias virreinales) heredadas en los genes por los mexicanos, moldeando la idiosincrasia del pueblo. Elementos que se conjugan en un montaje irreverente, reflexivo, crítico y cuestionador en los planos social, político y cultural.

 

Humboldt, México para los mexicanos, de Ernesto Anaya Ottone (Valparaíso, 1968), dirigida por David Psalmon (Paris, 1973) es una obra que se atreve a llamar a las cosas por su nombre, que evidencia las ironías de la historia y la cultura mexicanas, del pasado y el presente; que exhibe las triquiñuelas de un sistema acostumbrado a la corrupción, pero también las bondades de una cultura ancestral que se atrinchera en defensa de lo que, de acuerdo con el punto de vista de esta puesta en escena, es lo más valioso de la tierra mexicana: el carácter sagrado de la relación del hombre con la naturaleza.

 

La obra es, en su totalidad, una realización de talentos extranjeros que eligieron a México como su nueva casa, que emigraron por razones distintas pero todas relacionadas con la necesidad de rebelarse al destino predeterminado, y tras la liberación de aquellas ataduras impuestas, construirse como hombres y mujeres en el mundo de acuerdo a sus creencias y eligiendo de manera personal, incluso, su nacionalidad.

 

Convertirse en mexicano —a través de la naturalización— no es cosa fácil, como se verá en Humboldt, México para los mexicanos, como no lo es para los personajes extranjeros comprender las especificidades que hacen peculiar a un pueblo, a una cultura; que deben entender el significado de un “ahorita” pronunciado por un mexicano, frase que no se parece a ninguna otra en el mundo.

 

Heredero del teatro épico de Bertolt Brecht como plataforma estética para   llevar a la arena de la reflexión escénica los temas sociales y políticos, con aspiración a la transformación social y la lucha efectiva de los oprimidos frente al poder —evitando el exceso de emotividad a través de la inclusión del sarcasmo y la ironía—, David Psalmon construye una puesta vigorosa en el terreno visual, contundente en el planteamiento ambivalente de la actuación —en la que se busca la verosimilitud pero no la transparencia realista—, y eficaz en el ensamble de sus partes para hacer saltos en el tiempo de la narración.

 

Montada en el Teatro Santa Catarina de la UNAM, Psalmon aprovecha el espacio en beneficio del discurso. El director incluye al público en el hecho escénico, consecuente con la herencia teatral del brasileño Augusto Boal (1931-2009), quien crea el concepto de espect-actor en el marco del “teatro del oprimido”, propuesto como un sistema emancipador del hombre a partir de la complicidad activa del espectador.

 

En la puesta en escena el lugar principal lo ocupa un marco dorado, que hace referencia a los retablos de iglesias de la época virreinal. Los espacios que ocuparían los santos y las pinturas evangelizadoras los utiliza Psalmon para proyectar imágenes de mitos religiosos, como la Virgen de Guadalupe, los héroes nacionales (Miguel Hidalgo, Zapata, Villa, Carranza), la cartografía de un México del pasado y perdido, el ritmo desacralizado de la urbe y los lugares de la transa y los enredos políticos del país.

 

En el extremo derecho, en otro marco dorado se realizan varias escenas en las que “Humboldt” entrega la cartografía de México a “Thomas Jefferson”, presidente de Estados Unidos entre 1801 y 1809. En la parte superior del foro hay una bicicleta como de feria, que luego es cubierta por una pantalla fina, en la que se proyectan formas y colores del imaginario huichol. Del otro lado, más a la derecha, los muertos hablan.

 

Humboldt, México para los mexicanos es una proeza en términos de montaje escénico, toda vez que sintetiza hechos históricos y culturales que abarcan desde la emigración azteca —que culmina con la fundación de Tenochtitlán—, hasta la actualidad. Todo en el tiempo y el espacio del teatro, que se abre como un contenedor de dimensiones infinitas en donde el universo mismo tiene cabida.

 

Los personajes de esta puesta en escena son extranjeros (de Alemania, Japón, Chile, Francia, Brasil y Rumania, nacionalidades de origen también de los actores), quienes, en la búsqueda de la naturalización mexicana, se enfrentan a un México cuya definición y entendimiento podría reducirse a una palabra: ironía.

 

Se trata de una puesta en escena que abreva de tradiciones teatrales fundadas por Brecht y Boal, pero también de la sensibilidad de Juan Rulfo y su Pedro Páramo, sin cuya propuesta sería difícil entender el carácter profundo, contradictorio y mágico de lo mexicano. Imperdible.

 

 

*Humboldt, México para los mexicanos, de Ernesto Anaya Ottone, dirección David Psalmon, y creación del Colectivo Teatro sin Paredes, con las actuaciones de Irene Akiko Lida, Gutemberg Brito Patatiba, Adriana Butoi, Alexander Holtmann, Carla Jara Drago, Jorge Maldonado, y Psalmon, actuaciones especiales de Juan Carlos Beyer, Adriana Olivera y Saburo Lida, se presenta en el Teatro Santa Catarina (Jardín Santa Catarina 10, Coyoacán), jueves y viernes a las 20 horas, sábados a las 19 y domingo a las 18, hasta el 5 de julio.

 

*FOTO: Humboldt, México para los mexicanos se presenta en el teatro Santa Catarina (Jardín Santa Catarina 10, Coyoacán), jueves y viernes a las 20 horas, sábados a las 19 y domingo a las 18, hasta el 5 de julio

 

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