A 40 años del movimiento LGBTTTI en México

Jun 23 • Reflexiones • 26290 Views • No hay comentarios en A 40 años del movimiento LGBTTTI en México

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Luego de cuatro décadas de luchar por el respeto y el derecho a disfrutar plenamente de su identidad sexual, esta comunidad necesita revisar sus logros, pero también sus deudas
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POR JUAN JACOBO HERNÁNDEZ CHÁVEZ

La lucha de las poblaciones de la diversidad sexual —gays, lesbianas, bisexuales, personas transgénero e intersexuales (LGBTTTI)— por disfrutar y ejercer plenamente los derechos consagrados en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, así como los disfrutan las poblaciones heterosexuales, tiene una larga carrera. Sus antecedentes se remontan a los años sesenta, con influencia de dos importantes movimientos: el feminista y el de la liberación de los afroamericanos. Está precedido también por el movimiento hippie y el levantamiento estudiantil de 1968 que dejaron su marca en los activistas pioneros a nivel mundial. En México, sus antecedentes son el Frente de Liberación Homosexual de México (1971-1974), fundado por Nancy Cárdenas, y el Grupo SexPol (1974-1978), de Antonio Cué. El 26 de julio de 1978, dentro de la marcha por la amnistía a los presos políticos del 68, un pequeño grupo de homosexuales del Frente Homosexual de Acción Revolucionaria (FHAR) hace su primera aparición pública; el 2 de octubre, con el Grupo Lambda de Liberación Homosexual y el grupo autónomo de lesbianas Oikabeth, nace el Movimiento de Liberación Homosexual (MLH). Sus objetivos y principios no fueron clientelares, sino que incluían también la solidaridad con las causas populares, exigiendo apoyo de su parte a nuestras demandas sentidas: cese de la homofobia oficial, reconocimiento del derecho que tenemos como ciudadanos a todos los derechos: educación, salud, empleo, seguridad, bienestar. Pedíamos “lo imposible” en aquellos años de represión policiaca rampante; en los años setenta y ochenta la atmósfera sociopolítica estaba atravesada por la represión, la violencia del estado y la guerra sucia; la matanza del 68 y el halconazo del 71 pesaban ominosamente sobre las iniciativas libertarias. Algunas de las demandas del movimiento en esos años se reflejan en la plataforma de principios del MLH: defensa de nuestros derechos ciudadanos, alto a la represión, defensa legal de homosexuales presos, acceso a información objetiva y científica, alto a la discriminación, solidaridad con otras causas, como el feminismo, etc. en el marco de las luchas progresistas. Algunos de logros de entonces incluyen la erradicación de las redadas, la visibilización de la diversidad sexual y el rescate de la ciudadanía, entre otros. A lo largo de los años el movimiento ha avanzado indudablemente y entre los avances podemos contar las sociedades de convivencia, el matrimonio igualitario, el derecho a la identidad de género, la creación de protocolos para policías, jueces y ministerios públicos; contribución en la creación de instancias como el Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación (Conapred) y el Consejo para Prevenir y Eliminar la Discriminación en la Ciudad de México (Copred); la inclusión del tema de la diversidad en las agendas políticas de partidos políticos; el reconocimiento de los derechos cada vez por más gente e instituciones…

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Sin embargo, tenemos aún numerosos pendientes entre los que destaco que: Es necesario hacer una revisión sobre la manera y el carácter de la colaboración y las alianzas de las organizaciones LGBTTTI con instituciones y personas solidarias, que se ven afectadas cuando intereses grupales o individuales opacan la finalidad de la colaboración, que debería ser en beneficio del colectivo diverso. Las militancias y activismos organizados tienen que aprender a levantar la mirada y abatir el síndrome de que “fuera de México todo es Cuautitlán”. Esto implica respetar procesos de construcción y/o fortalecimiento de las militancias en los estados, sobre todo en ciudades con entornos poco incluyentes, no discriminadores y donde la violencia homo-transfóbica es consuetudinaria. Las agendas de incidencia política deben materializarse en programas e intervenciones en campo, acompañando a los más vulnerables sin afanes de salvación ni asistencialismo. Entender que para que haya justicia social necesitamos estrategias para enfrentar y abatir tanta impunidad ante los crímenes de odio contra gays y personas transgénero. De poco sirve acordar en los olimpos políticos si ningún beneficio tangible llega o es percibido por sus supuestos beneficiarios.

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 Foto: Aspecto de la marcha de homosexuales, lesbianas y travestis en 1983 sobre avenida Juárez en la Ciudad de México./

 

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