A Cecilia Appleton, la Medalla de Bellas Artes

Dic 12 • Escenarios, Miradas • 5227 Views • No hay comentarios en A Cecilia Appleton, la Medalla de Bellas Artes

POR JUAN HERNÁNDEZ

 

A principios de los años 80 del siglo XX, Cecilia Appleton (ciudad de México, 1958) formaba parte de la generación joven que rompía cánones y se insertaba en la línea de la posmodernidad en la escena. Junto con Laura Rocha, Norma Batista y Raúl Parrao fundó, en 1983, la compañía Contradanza; entonces un colectivo en el cual se abordaba el quehacer coreográfico con la premisa de la libertad expresiva y la experimentación.

 

A partir de 1985 Appleton dirige Contradanza, agrupación en la que ha llevado a cabo el proceso dinámico de la evolución de su lenguaje escénico. Coreógrafa que desde el inicio de su carrera se abocó al estudio de la condición femenina, en algunas ocasiones de manera frontal al machismo que impera en la sociedad y, en otras, a través de la metáfora, el poder simbólico del cuerpo y la escena como insurrección poética.

 

Egresada de la Academia de la Danza Mexicana la coreógrafa fue reconocida, de manera más que merecida, con la Medalla de Bellas Artes 2015, presea que ha sido otorgada a otros creadores coreográficos, como Marco Antonio Silva y Adriana Castaños.

 

Appleton ha sido bailarina y coreógrafa. Dentro de su producción se cuentan obras que ya tienen un lugar importante en la historia de la danza mexicana contemporánea.  Desde Allá, Mujer, Tres sentimientos (1983), a En el nido de la serpiente (1984) —una de sus obras más conocidas y de más larga vida en los escenarios, con música original de Humberto Álvarez—, pasando por Algunos instantes, algunas mujeres (1985), Imágenes con niña solitaria, lejos del mar (1987) —música original de Eduardo Soto Millán— hasta llegar a nuestros días con La danza de los cisnes, representada en el Teatro de la Danza, en la función previa a la entrega a la creadora de la Medalla de Bellas Artes, la obra de Cecilia se cuenta ya entre las más valoradas en el medio dancístico de México.

 

La evolución de Appleton como creadora es palpable en el repertorio que ha creado en casi cuatro décadas. En sus primeras coreografías vemos a la joven coreógrafa, aguerrida, rompiendo paradigmas, cobijada por un movimiento feroz, el de la danza independiente de los años 80 del siglo XX, que buscaba marcar su distancia de las ortodoxias de las figuras de la danza moderna, que dirigían a las entonces compañías subsidiadas por el Instituto Nacional de Bellas Artes, a saber: Ballet Nacional de México, Ballet Teatro del Espacio y Ballet Independiente.

 

Como todo joven Cecilia elevó su voz rebelde y aunque ella asegura, en una entrevista con quien esto escribe, que nunca se sintió caudillo de ningún movimiento, lo fue de manera irremediablemente; como también otros de su generación que establecieron la pauta de una forma nueva de aproximarse al hecho creativo en la danza.

 

De manera paradójica Cecilia Appleton hoy ocupa el lugar de las figuras contra las cuales se levantan las nuevas voces, las de los jóvenes coreógrafos y bailarines; sin embargo, su trabajo no se ha anquilosado y se mantiene vivo, con propuestas renovadas, que se enriquecen de las herramientas y las tecnologías que la actualidad pone en sus manos, como las videoproyecciones —con técnicas cada vez más sofisticadas— y, desde luego, se vale de bailarines con posibilidades de movimiento amplísimas, gracias a la avanzada formación de los cuerpos para la danza, a partir de la versatilidad con la cual son cincelados los bailarines mexicanos y del mundo en la contemporaneidad.

 

El reto para Appleton ha sido competir con sus propios logros y hallazgos en la danza, expresar en escena temas diversos y actuales, acordes con la experiencia de su propia vida, ahora ya madura. La maternidad, por ejemplo, le exigió abrir espacio al estudio escénico de esa relación profunda y compleja que se da entre madre e hijo en la obra M-H, confesiones de despedida (2008).

 

Esta última una pieza escénica entrañable, en donde Cecilia Appleton baila con su hijo Yseye, quien ha seguido los pasos de su madre en la interpretación dancística. Appleton elude el carácter idílico y romántico de la relación madre-hijo, para adentrarse en las batallas de poder y hacer, al mismo tiempo, una crítica al papel que la sociedad le da a la mujer en la faceta de la maternidad.

 

Cecilia Appleton sin duda es hoy una de las matriarcas de la danza mexicana, con una voz fuerte, trayectoria constante y vocación inquebrantable. Su quehacer ha sido merecedor de reconocimiento; el más reciente: la Medalla de Bellas Artes, entregada en el Teatro de la Danza, el 1 de diciembre. Seguramente un incentivo que la seguirá impulsando en su andar como maestra de nuevas generaciones, bailarina y coreógrafa; dirigiendo a la compañía Contradanza, con 32 años de vida, y haciendo nacer nuevas obras en las cuales realizará el trayecto, como a ella le gusta, de lo íntimo a lo social, de lo inconsciente y onírico a la realidad y lo palpable. La danza se beneficia con su presencia y ella lleva sobre sus hombros una responsabilidad creciente, del tamaño de su talento y capacidad creativa.

 

 

*Cecilia Appleton, bailarina, coreógrafa y maestra de danza recibió la Medalla de Bellas Artes en el Teatro de la Danza, en donde presentó la obra La danza de los cisnes, el 1 de diciembre.

 

 

**FOTO: Algunas de las obras más reconocidas de Contradanza son En el nido de la serpiente, La danza de los cisnes y M-H, confesiones de despedida (en la imagen)/Cortesía Contradanza.

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