Adiós a Enrique Metinides: el fotógrafo que hacía arte con la nota roja

May 14 • destacamos, principales, Reflexiones • 4343 Views • No hay comentarios en Adiós a Enrique Metinides: el fotógrafo que hacía arte con la nota roja

 

El fotorreportero, fallecido el pasado 10 de mayo a los 88 años, dejó tras de sí un legado de imágenes impactantes que reúne desde accidentes aéreos y automovilísticos, hasta primeros planos de cadáveres amordazados

 

POR TRISHA ZIFF
Yo tuve una relación con el fotógrafo de nota roja Enrique El niño Metinides (México, 12 de febrero de 1934-10 de mayo de 2022) durante más de diez años. Organicé unas exhibiciones con su trabajo, en Francia en el festival internacional Arles y también en Aperture Gallery, en Nueva York. Después de eso, trabajé junto a él en mi largometraje El hombre que vio demasiado y en los últimos años le ayudé bastante a relacionarlo con diferentes galerías y proyectos, a vender sus fotografías y libros, además de ayudarlo con su archivo.

 

Enrique Metinides fue un fotógrafo muy diferente de los otros. Primeramente, porque sólo tomaba fotos en México. Nunca viajó, nunca vio sus exhibiciones internacionales. Pero en segundo punto y muy importante, porque Metinides tenía un carácter y una carrera muy específicos, muy diferentes al de la mayoría, pero al mismo tiempo su estilo era extraordinario.

 

Metinides registró también una de las máximas tragedias capitalinas: el terremoto de 1985. En la imagen, los restos del Hotel Regis (tomada del libro El teatro de los hechos, de Enrique Metinides (Ortega y Ortiz editores, 2000).

 

Su primera fotografía la tomó a los once años. Enrique no fue a ninguna escuela de arte. Sin embargo, aprendió de otro fotógrafo: Antonio El Indio Velázquez.

 

Durante sus años en La Prensa, Metinides tuvo una carrera extraordinaria, sus imágenes casi siempre estaban en portada; fue una época prolífica.

 

Pero Metinides no sólo tomaba las fotos: él era también testigo de eventos difíciles: accidentes, choques, violencia de la ciudad. Gracias a este tipo de eventos, Metinides tuvo una relación muy fuerte con los bomberos y con la Cruz Roja, pues era muy famoso en esta comunidad.

 

Pero si su trabajo es considerado arte, es porque realizó fotografías muy distintas a las que vemos entre los fotógrafos de la nota roja de hoy en día. Metinides tenía una visión diferente: casi nunca aparece sangre en sus imágenes, y usa el momento para capturar toda la historia, no solamente para capturar la sensación.

 

Como mencioné antes, Metinides tuvo mucho reconocimiento a nivel internacional y recibió muchos premios, entre ellos el Espejo de Luz, en 1997, el más importante reconocimiento al trabajo de los fotógrafos en México.

 

Choque de un Buick contra un camión materialista, el 25 de mayo de 1955, en el estado de Guerrero. Las víctimas tenían 18 y tres años. La imagen fue portada del libro El teatro de los hechos.

 

Es necesario decir que Enrique Metinides era un coleccionista extraordinario de muchísimas cosas: le gusta todo “lo chiquito”, las miniaturas, como juguetes y coches, entre los que destacaban ambulancias; pero también coleccionaba libros, DVD´s de cine noir, de cine mexicano, de la Época de Oro; coleccionaba diferentes juegos. Eran muchas cosas propias de un niño, pero Enrique ya era un hombre, pero se le quedó El Niño porque así le dijeron cuando capturó su primera foto de un accidente.

 

Enrique Metinides era una persona simpática, que disfrutaba mucho de la compañía de la gente. Le gustaba mucho hablar de diferentes historias que contenían sus fotos. Era una persona muy accesible. Cuando iba en el metro, la gente se ponía a hablar con él, porque era muy reconocible, y era un hombre muy humilde. Fue un hombre muy ordinario, disfrutaba mucho de su familia, de sus nietas y de sus hijas. Vivía en un edificio, en su departamento, pero rodeado de su familia que para Enrique era la cosa más importante.

 

Pero, al mismo tiempo, como durante toda su vida vio cosas terribles que le impactaron, solía ser un poco nervioso. Por ejemplo, él nunca, en toda su vida, estuvo en un avión, porque vio muchos accidentes, o prefería el Metro al coche, porque para él siempre fue más seguro. Su experiencia impactó su vida, pero al mismo tiempo fue una persona que disfrutaba mucho de la gente que se acercaba para preguntarle cosas de su obra.

 

Accidente aéreo en Texcoco, 10 de febrero de 1967. Tomada del libro Una crónica de la nota roja en México, de Rafael Barajas, Asociación Cultural El Estanquillo, 2018).

 

Y aunque sus fotografías se consideran arte, para Metinides esto era extraordinario, pues él nunca pensó que era un artista, pero la gente sí lo veía de ese modo. Y es que la forma de sus fotografías es muy cercana al cine, tiene una visión muy específica. Metinides incluye el evento en medio de la foto, pero también captura a todos los mirones. Al mismo tiempo, sus imágenes dan la sensación de teatro; Metinides entendió muy bien las capturas de una imagen y tenía un ojo muy bueno. Además, aprendió mucho de cine y usó esto en sus fotos, fue un hombre muy inteligente, sabía cómo causar el impacto con una imagen.

 

Sus fotos no son accidentales, él tiene una estructura, y ese trabajo es muy específico. Tuvo una gran reputación, lo que lo llevó a ser parte de dos galerías muy importantes, una aquí en México, Kurimanzutto, que es la más importante de arte contemporáneo en México, y en Inglaterra tuvo representación también en la Michael Hoppen Gallery.

 

Finalmente, es importante hablar de su relación con Carlos Monsiváis. Los dos fueron testigos de la Ciudad de México, aunque muy diferentes entre sí. Yo pienso que Monsiváis tuvo un respeto para Metinides, los dos tenían en común un interés, una obsesión por la ciudad, por la vida de la gente de la calle, gente más humilde, por la cultura popular.

 

Enrique Metinides en compañía del escritor Carlos Monsiváis. Cortesía Museo del Estanquillo Colección

 

FOTO: El fotógrafo posando junto a su colección de juguetes, entre los que destacan múltiples miniaturas de ambulancias y camiones de bomberos/ Jorge Serratos/ EL UNIVERSAL

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