Adiós Michel Tournier

Ene 23 • Reflexiones • 3035 Views • No hay comentarios en Adiós Michel Tournier

POR GERARDO DE LA CONCHA
Autor de Expiación. Poemas 1980-2010 (UAM, 2012); @ger_delaconcha

 

Durante un buen tiempo he pospuesto un viaje a Francia. Un propósito de ello había sido saludar a Bernard Hénry Levi y a André Glucksman, y saber cómo recordaban mi intervención para salvarlos cuando en su viaje a México hace casi 40 años quedaron atrapados en un auditorio hostil (el Che Guevara de Filosofía y Letras), con estudiantes radicales que estuvieron a punto de agredirlos –al estilo de la Revolución cultural china querían raparlos y humillarlos públicamente–. La reciente muerte de Glucksman me dejaría tan sólo con Hénry Levi en la rememoración de ese suceso.

 

También quería conocer a dos celebridades literarias. Emmanuel Carrére por supuesto, cuyas obras El adversario y El Reino me producen una gran admiración. Y Michel Tournier, quien aparece con su cara de fauno en mi cuento “Rasputín era un hombre bueno” (publicado por la Revista de la Universidad),  porque el personaje de esta historia coincide con el autor de El rey de los alisos en la reivindicación del chaman siberiano asesinado porque se oponía a la guerra y al antisemitismo, usando su influencia en los zares.

 

La muerte de Michel Tournier ya no permitió que hablara con él acerca de ese tema, que entiendo era una de esas provocaciones con las cuales de pronto alimentaba su obra y, aunque recibió el Premio Gouncourt, esa actitud lo alejó de otros premios literarios que sin duda también merecía, como el Nobel de Literatura. Sabía que vivía en la Provenza, en una casa solariega con un enorme jardín silvestre a donde se fueron a fotografiar con él los actores de El ogro, la versión cinematográfica de esa obra maestra que es El Rey de los Alisos, libro con el cual su autor logra el equilibrio entre el tormento de la historia, la perversión, la inocencia y las formas ocultas de la piedad. Ese peregrinaje propuesto ya no será posible.

 

Pero ya estaban sus libros conmigo y estarán siempre. El recuento de su obra vasta, desde el ensayo a la novela, de las “pequeñas prosas” con diversos temas –animales, naturaleza, curiosidades insólitas– a su autobiografía, El viento paráclito,  un homenaje a la literatura como revelación tanto en la lectura como al escribir (el viento paráclito es el que los apóstoles de Cristo sienten cuando el Espíritu Santo se hizo presente con ellos), con su especial amor a las letras alemanas.

 

La tradición alemana, con sus grandezas metafísicas y poéticas, con su novelística moderna que va de su origen en Goethe y culmina con el esplendor de Mann, con la reflexión fulminante de Nietzsche, encuentra en Tournier a un amante cuidadoso quien la inserta en su propia tradición francesa y la cultiva así en el jardín propio para alimentar sus brotes.

 

Esta germanística es una de las cualidades en este escritor profundamente francés, educado por Flaubert y El gran Meaulnes de Alain Fournier, decantado en la madurez por Leon Bloy y su espíritu de rechazo y de injuria, a quien sin embargo no siguió plenamente en su estilo a pesar de admirarlo. Por su parte, su risa irónica estaba lejos del espíritu flemático inglés y aquí aparece ese rostro sonriente de fauno de los bosques que se repite en la mayoría de sus fotografías.

 

Ya he mencionado El Rey de los Alisos que junto con Los meteoros y Viernes o los limbos del Pacífico componen su trilogía clásica. Quiero referirme ahora a una de sus novelas  cortas, Gilles y Juana, un texto de múltiples significados. Gilles de Rais, mariscal de Francia, el hombre más rico de su tiempo, enamorado platónicamente de Juana de Arco, la muchacha campesina que bajo inspiración divina dirige a los ejércitos para liberar a su país de la dominación británica, se convierte, después de que la Doncella de Orléans es quemada en Rouen acusada de bruja, en uno de los monstruos absolutos de la historia humana.  Después de la muerte injusta de Juana, lleno de una furia inaudita, se dedica a la magia negra, a invocar a Satanás y tortura y asesina a cientos de niños, para obtener de esa manera los favores del infierno.

 

El amor devastado se entrega al mal con un frenesí de espanto; si el cielo permitió que Juana muriera atrozmente, el gran Mariscal, entregado a los excesos más horribles, quiere que reine el Príncipe de las Tinieblas. Luego de su juicio y condenado a la hoguera, el monstruo reza arrepentido acompañado de una multitud que eleva cánticos. ¿El cielo podrá perdonarlo? La Santa y el Poseído, el Espíritu y el Crimen, el Diablo y los grandes de este mundo.

 

Michel Tournier, uno de los grandes escritores de nuestra época, ha muerto. En una encuesta sobre el fin de siglo, él bromeaba que quería morir en el año 2000 cuando cumpliera 76 años, la edad en que murió su padre quien fuera uno de los más grandes germanistas franceses. Pensaba ahorrarse muchas humillaciones de la vejez. Entre más viejo se hace el ser humano peor se ponen las cosas. Sólo la estupidez políticamente correcta dice que “la tercera edad es la edad de la plenitud”. Tournier vivió todavía 15 años más y rebasó la novena década de su vida. Quiero imaginar se mantuvo lúcido lo más posible, disfrutando su jardín de hierbas salvajes. Aspiraba él a que en su funeral tocaran el alegretto de la Séptima Sinfonía de Bethoven. Espero que lo hayan hecho. Finalmente, en su literatura habló de todo, de lo oscuro y luminoso, de la sombra y de los rayos ardientes y nadie podrá negar que él, sin duda, fue un escritor jubiloso. Adiós Michel Tournier.

 

Autor de Expiación. Poemas 1980-2010 (UAM, 2012).

 

 

*FOTO: En las últimas décadas, Tournier vivió en Choisel, un pueblo al sudoeste de París, pues afirmaba que era un entorno más propicio para escribir. En la imagen, portada de su libro El rey de los Alisos/Especial.

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