Alasdair Gray: desde la imagen y la palabra
El autor de Poor Things, obra recién llevada al cine por Yorgos Lanthimos, inserta elementos de su obra pictórica en su literatura; una revisión a su trabajo
POR ALFREDO JIMÉNEZ
Alasdair Gray publicó Poor Things en 1992, un libro que resultó un éxito inmediato y que recientemente fue adaptado en una película de Yorgos Lanthimos. Sin embargo, el excelente recibimiento de esta obra al momento de su publicación se explica, en parte, por sus antecesoras: Lanark y 1982, Janine, las cuales prefiguran las cualidades de Gray en la escritura. Alasdair, poseedor de un estilo entre la creación pictórica y la narrativa, exploró y creó en el marco de las tendencias postmodernas de su época.
Alasdair Gray nació en Glasgow, Escocia, el 28 de diciembre de 1934. Durante la Segunda Guerra Mundial su familia se mudó a Yorkshire, Inglaterra, y vivieron ahí hasta el final de ésta en 1945. A su regreso a Glasgow, la madre de Alasdair lo inscribe en clases de arte y es donde comienza una carrera temprana entre imágenes y palabras. Fue aceptado en la Escuela de Arte de Glasgow. En 1955 fue rechazado en el curso de Pintura de retratos, por lo que tomó la clase de Murales y vitrales, lo que influenciaría en gran medida su quehacer artístico posterior. Gray se describía como “un artista que cayó en la escritura”. Varios murales y pinturas representan su obra y estilo, entre los mejor conocidos están The Greenhead Church of Scotland, Story of Jonah, y una de sus obras más populares, el Cowcaddens Streetscape in the Fifties.
Esta calidad de artista visual no puede separarse de su trabajo como escritor. Al igual que otros autores como Kurt Vonnegut, Alasdair construye algunas de sus narraciones con imágenes de su autoría, que, a su vez, son esenciales para la comprensión del texto. Ejemplo de esto es la misma Poor Things, la cual se construye con la añadidura de imágenes no sólo de los personajes, sino de objetos descritos en la narración. Según el crítico Simon Barton, esta obra pertenece a un grupo de narrativas contemporáneas que buscan un lenguaje unificado entre las imágenes y el texto, entre ellas las de Gray y, por ejemplo, A Humument, de Tom Phillips.
Alasdair Gray escribió novelas, cuentos y poesía. De entre todas sus obras, quizá la más destacada es Lanark, la cual fue rechazada en sus primeras versiones y, después, en la versión final, por ser demasiado larga (dependiendo de la edición, consta de casi 600 páginas). Finalmente, es publicada en 1981 después de un proceso de escritura de 30 años. En ella, dos locaciones se entrelazan para presentar el relato de Duncan Thaw y del propio Lanark: Glasgow y Unthank. La historia de Lanark transcurre en una visión personal del infierno. Y, con el avance de la narración, el lector puede percatarse de la calidad especular entre la ciudad infernal y Glasgow. Gray presenta a los personajes de ambos mundos en corrientes paralelas, incluso entrelazadas, es una la visión desde la otra; además del reconocimiento del protagonista como el personaje mismo de la historia que le es contada, en un ejercicio en el que Lanark se da cuenta que es creación de un escritor.
Alasdair reconoce la influencia temprana de las lecturas que le hacían llegar del club de libros al que su padre lo había suscrito, de las compras de libros de segunda mano y de los cómics, especialmente Beano and dandy. Sin embargo, encuentra la inspiración visual del mundo al inicio de Lanark gracias a la lectura de Kafka: El proceso, El castillo y América. “Me imaginé el comienzo de Lanark con alguien llegando a una ciudad en la que el sol casi nunca salía y sólo por unos momentos en momentos irregulares. Y era una especie de caricatura de lo que me parecía Glasgow cuando todavía era una ciudad industrial pesada”.
Su colección de cuentos, Historias inverosímiles, en general, fue publicada poco después, en 1983. Estos cuentos, que escribió a lo largo de su vida, son acompañados por sus ilustraciones. En 1984 publicó su novela 1982, Janine que tuvo críticas negativas por haber sido publicada en una editorial inglesa, por lo que Alasdair decidió alternar entre editores escoceses e ingleses en sus siguientes publicaciones. Alasdair mantuvo su compromiso ante diversas causas: en 1982 ganó el premio Niven Frederick por Lanark; sin embargo, donó todo el dinero en apoyo a la huelga de mineros de ese año. En la siguiente década publicó The Fall of Kelvin Walker y Lean Tales, además de su colección de poemas Old Negatives, cuya fría recepción lo frustraría a la par del menor reconocimiento de su trabajo pictórico, en comparación con su labor literaria. El reconocimiento de esta faceta llegaría con la publicación de su obra pictórica, recogida en A Life in Pictures en 2010.
En sus obras, especialmente en Lanark, Alasdair Gray explora estructuras distintas. A decir de algunos académicos como Brian McHale —en su estudio sobre ficción posmoderna—, la construcción de narraciones de este tipo se basa en tratar de responder “qué es un mundo, que formas de mundos hay, cómo se constituyen y en qué son diferentes”. En ese sentido, la construcción de Lanark es cercana a otros textos cuya génesis se halla en la atención sobre las estructuras de estos mundos o zonas, tal como en El castillo de los destinos cruzados, de Italo Calvino y La Trilogía de Nueva York, de Paul Auster. Hay que resaltar también la forma de presentar la narración que, por ejemplo, en 1982, Janine, involucra el uso de distintas tipografías y largos espacios en blanco.
Por otra parte, los temas de Gray tienen un sabor autobiográfico constante: la sensación de ir de un lado a otro por el mismo lugar (que en varias ocasiones son Glasgow alternativos). El despertar a los recovecos del mundo, desde el rechazo hasta el lento aprendizaje de sí mismo y los propios sentimientos, una suerte de Bildungsroman, una novela de aprendizaje, como él mismo lo comentaría en una entrevista.
En sus últimos años se encargó de completar una traducción de La divina comedia que se terminó de publicar en 2020. Alasdair Gray falleció poco antes, el 29 de diciembre de 2019 en el hospital universitario Queen Elizabeth. La mayor parte de su obra sigue sin ser traducida al español. Al leerlo, es inevitable la sensación de que Gray disfrutó mucho su trabajo como artista visual, quizá mucho más que la escritura. Por ello, acceder a su obra es una experiencia visual en múltiples niveles: “Creo que una de las razones por las que me convertí más en artista visual fue para conservar la memoria de lo que veo en lugar de lo que leo”, declaró en 2015.
FOTO: Fausto en su estudio, 1958, de Alasdair Gray. /Glasgow School of Art
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