Alerta: naturaleza en contingencia
POR ANTONIO ESPINOZA
Nuestro progreso depende de lacerar la Tierra,
de extraer sus riquezas, de arrancarle la piel,
fuente de vida, que son el suelo y el bosque,
de envenenar su aire puro, de contaminar
su agua pura.
Jonathon Porritt.
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Fue una simple coincidencia. Un día después de que el huracán “Patricia” tocó tierra mexicana amenazando con arrasar todo a su paso, fue inaugurada la exposición: La naturaleza y su estado de contingencia, de Jeannette Betancourt, en el Centro Cultural Estación Indianilla (Dr. Claudio Bernard 111. Col. Doctores). Por un lado, en el caso de “Patricia”, presenciamos la naturaleza descontrolada, que desata toda su furia; por el otro, en el caso de Jeannette, estamos ante una artista visual que ha hecho de su arte un instrumento para alertarnos sobre el riesgo que corre el mundo natural si continuamos con nuestra acción depredadora. Afortunadamente, “Patricia” no provocó la devastación que su poder anunciaba; afortunadamente también, Jeannette nos ofrece un nuevo episodio de su actual aventura ecologista.
El humanismo ecologista de Jeannette Betancourt (Brooklyn, 1959) tiene su historia. En 2013 la artista de origen puertorriqueño se convirtió en becaria del Sistema Nacional de Creadores de Arte del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes. Su proyecto fue precisamente el de La naturaleza y su estado de contingencia, que se divide a su vez en tres campos: el agua, la alimentación y la tierra. A la fecha, han sido numerosas las exposiciones que ha presentado tanto en el país como en el extranjero sobre los dos primeros temas. Asimismo, se han publicado un par de catálogos ilustrativos y didácticos –ambos financiados por Conaculta/Fonca– que dan cuenta puntual de la producción ecologista de Jeannette, quien está convencida de que el arte debe cumplir una función social y que su obra debe despertar el interés de todos por detener el deterioro de nuestro planeta.
Todavía no hay lugar ni fecha para exhibir la producción artística relativa al tercer tema –el de la tierra–, pero la exposición que hoy me ocupa incluye varios ejemplos de dicha producción. La muestra es un “compendio” –me dice Jeannette– de los tres temas de su proyecto. Con la curaduría y la museografía de los jóvenes Demián Mondragón y Marlon García, la muestra incluye 15 obras que dialogan muy bien entre sí y revelan un discurso perfectamente coherente y con un objetivo muy claro: concienciar al espectador de la emergencia ecológica. Una de las obras más significativas de la exposición se llama México (2015), que consiste en nueve contenedores de acrílico con igual número de tipos de agua que se dan en nuestro país. Dotado de un evidente sentido estético, este “paisaje hídrico”, en el que cada una de las piezas tiene la apariencia de un perfume, hace evidente la intención de la autora de resignificar y revalorar el líquido vital.
Artista plenamente contemporánea, preocupada sinceramente por el deterioro ecológico, comprometida con su entorno, Jeannette Betancourt lee y se informa para dotar a su práctica artística de un sustento conceptual sólido. No sólo eso, la artista se ubica históricamente y en el texto de su autoría que aparece en el catálogo referente al agua, señala su pertenencia a la generación de los Baby Boomers y a la “hegemonía capitalista de Estados Unidos” como explicación de la visión sobre la naturaleza con la que creció: “una de abundancia ilimitada, sin conciencia del destino de los desechos humanos y de la basura”. Todo cambió, concluye la autora, cuando a los 17 años trabajó en el bosque tropical del Yunque en Puerto Rico y se enteró que sus afluentes estaban contaminados. Muchos años después, con una visión más crítica y realista del problema del agua, se convirtió en una artista convencida del poder del arte para transformar las cosas.
Salta a la vista en la actual exposición de Jeannette Betancourt su angustiosa percepción de un planeta amenazado en la esencia misma de la vida. Si en la obra arriba mencionada (México) celebra al agua como factor de vida y en el video Pervivencia (2015) nos muestra su presencia a un tiempo poética y poderosa, en ¿Dónde olvidamos al Liubov Orlova? (2013) la artista denuncia la contaminación de los mares a través de una secuencia de imágenes de un “barco fantasma” abandonado en el océano Atlántico por la irresponsabilidad del gobierno canadiense. Otro problema que denuncia Jeannette es el de la contaminación provocada por las botellas P.E.T. que, nos informa, tardan cincuenta años en degradarse totalmente. La pieza se llama Aglomeración (2013) y consiste en 170 reproducciones de botellas de resina cristal amontonadas en un rincón del espacio de exhibición.
Jeannette Betancourt cuestiona también el consumismo, los productos transgénicos y nuestra forma de alimentarnos. En Estados atemporales de la comida I (2014) y Estados atemporales de la comida III (2014) subvierte el concepto de naturaleza muerta con una serie de esculturas en bronce con formas de envases de alimentos procesados. Aquí la crítica se centra en los colorantes y los conservadores químicos que se les adicionan a este tipo de productos comestibles con el objetivo de alargar su vida y que pueden afectar la salud de quien los consume. En la misma línea se encuentra la instalación Suplementos (2014), conformada por pastillas y tabletas gigantes que son reproducciones en resina de complementos y suplementos alimenticios que supuestamente nos ayudan a tener una vida mejor. Y en cuanto a las obras con el tema de la tierra, la más radical es Nueva geopolítica (2015), en la que la autora nos habla del problema actual de miles de seres humanos obligados a abandonar sus países y emigrar a otros para salvar sus vidas. El mensaje humanista y ecologista de Jeannette es muy claro: la naturaleza está en estado de contingencia… y la humanidad toda con ella. Debemos salvar nuestro planeta.
*FOTO: Jeannette Betancourt, Suplementos, esculturas en resina, 2014/Stephanie Zedli.
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