Ali Abbasi y el antithriller feminicida

May 6 • destacamos, Miradas, Pantallas • 3385 Views • No hay comentarios en Ali Abbasi y el antithriller feminicida

 

Araña sagrada está basada en el caso del asesino serial iraní Saeed Hanaei; la película examina las complicidades criminales en la ciudad de Mashhad

 

POR JORGE AYALA BLANCO
En Araña sagrada (Ankabut-e mogaddas/Holy Spider/Les nuits de Mashhad, Dinamarca-Alemania-Francia-Suecia, 2022), trepidante opus 3 del iraní nacido en Teherán pero residente en Dinamarca de 41 años Ali Abbasi (Shelley 16, Frontera 18), con guion suyo y de Afshin Kamran Bahrami y Jonas Wagner basado en hechos verídicos ocurridos en 2012, premio a la mejor actriz en Cannes 22, la intrépida periodista ya expulsada de un periódico por su revuelta contra el virilismo dominante Rahimi (Zar Amir-Ebrahimi excepcional en su sólida fragilidad) desembarca por ferrocarril en la ciudad santa de Mashhad y de inmediato se enfrenta, de manera tan estoica cuan valerosa, con el recepcionista hotelero discriminador de mujeres solas, con su diarista jefe local Sharifi (Arash Ashtiani) pronto su sombra, con el reacio detective policial Rostami (Sina Parvaneh) que devendrá su acosador machista y hasta con el ambiguo juez (Nima Akbarpour) descubierto cabeza religiosa de una protección a crímenes de odio, por lo que la indómita mujer no tarda en investigar por su parte, con ayuda o sin ella e incluso vigilando en las peligrosas calles nocturnas, los nefandos feminicidios en serie de inermes prostitutas mayormente drogadictas que ha venido cometiendo por estrangulamiento con pañolera reverencial y en su propia casa (antes de tirar los cuerpos en los campos con posterior aviso telefónico a la fuerza pública), el barbón canoso albañil de la municipalidad con motocicleta Saeed (Mehdi Bajestani), un insospechable excombatiente patriótico con 632 irrefutables días en el frente de batalla y devoto islamista, un amoroso padre de familia admirado por su futbolero hijo puberto Ali (Mesbah Taleb) y venerado por su joven esposa Fátima (Forouzan Jamshidnejad), un desquiciado varón maduro cuyas fechorías son subrepticiamente solapadas por las autoridades porque sólo desea limpiar la vida de la comunidad eliminando aquello que se considera una lacra depravada, un aberrante justiciero que será por fin identificado luego de alcanzar los 16 asesinatos sacros y capturado tras haber servido la indagadora Rahimi como sacrificial anzuelo humano con navaja en ristre, un reo que al ser llevado a juicio va a dividir moralmente a la población y a provocar manifestaciones masivas en favor suyo, un sentenciado que pese a recibir doce condenas capitales va a sortear las cien flagelaciones ordenadas y estará a punto de ser liberado de un único ahorcamiento en el último minuto de un afilado e impactante antithriller feminicida.

 

El antithriller feminicida sitúa aparentemente a su heroico personaje femenino en el extremo opuesto de la seductora e irresistible vampira vengadora de Una chica regresa sola a casa de noche de la angloiraní Ana Lily Amirpour (14) y sin embargo a cada salida o riesgoso encuentro la atribulada e inquisitiva periodista Rahimi tiende estrechos lazos no menos naturalistas y fantásticos con su insigne predecesora, tanto en su afán reivindicativo extremo como en su dignidad malherida e irrestañable, allí donde la posmoderna fotogenia de un blanco/negro de alto contraste se hermana ahora con los rutilantes colores reventados solferinoazulosos de la hipersofisticada fotografía de Nadim Carlsen, donde reverbera sin término la intranquila música acezante de Martin Dirkov, donde se acumulan los cruentos feminicidios vividos desde la perspectiva de la víctima con anticomplaciente horror splash, donde la motocicleta del criminal adquiere mil usos siniestros (subir sexoservidoras, o serpear por lóbregas callejuelas estrechísimas, o cruzar cadáveres o transportarlos atados en un abrazo simulado), donde la estructura en paralelo sabuesa vulnerada/presa Araña sagrada perdida va convergiendo cada vez más hasta la turbia coincidencia explosiva, donde predomina el melodrama noir negrísimo con semidocumentales peripecias explícitas y enfrentamientos corporales en tiempo real, y donde la edición procelosa de Olivia Neergaard-Holm y Hayedeh Safiyari halla siempre la forma de rubricar toda secuencia mediante un revelador plano de manos (con anillo de piedra roja o rosario ritual) o detalles significativos como el bebito dejado a solas por la primera prostituta liquidada o como el pie de la muerta saliendo de la alfombra donde permanece enrollada durante la cópula conyugal del rechazante feminicida iluminado.

 

El antithriller feminicida logra así el prodigio de una ficción realista crítica al mismo tiempo íntima y alucinante, doblemente genérica en cuanto al heterodoxo género fílmico híbrido odiocriminal-gore y en cuanto al gender en boga femiexplosiva, para poner en abierta y exasperada tela de juicio las políticas y las complicidades criminosas que se amparan en los dictados, las contradicciones y las fatuas del Islam y los innominables códigos viriles, porque aquí los vericuetos y las pulsiones del relato conducen de continuo a callejones sin salida, trátese de la desmitificación del macho en su salsa gozosa tras la mampara de una alcoba inmunda (“Te voy a romper el coño”) como del pormenorizado modus operandi feminicida que es también la vivisección del ciudadano ejemplar, el drama informulable de la provecta vendedora de drogas ya perturbadamente acorralada antes de revelar piadosamente las claves identitarias del feminicida tolerado, la resistencia opuesta por la cínica prostituta obesa sin mascada que debe eliminarse a sanguinaria mano limpia, las retractaciones y el mercenarismo de los familiares de las víctimas, o los suspensos tribunicios en función de la tácita impunidad patriarcal.

 

Y el antithriller feminicida concluye, con alevosía y ventaja irremediables, contemplando al joven Ali que, en el celular de la periodista en retirada, hace tranquilas declaraciones a la prensa para ensalzar la figura de su padre, según él un mártir, y convocar a proseguir su obra, demostrando haber concluido gracias a ella el proceso de maduración de su conciencia, tan dolorosa cuanto dolorosamente.

 

FOTO: Zar Amir Ebrahimi fue galardonada como Mejor Actriz en el Festival de Cannes, 2022. Crédito de imagen: Especial

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