Amat Escalante: Los lugares de la violencia

May 31 • destacamos, principales, Reflexiones • 3445 Views • No hay comentarios en Amat Escalante: Los lugares de la violencia

 

REBECA JIMÉNEZ CALERO

 

Amat Escalante nació en Barcelona, España, hace 35 años, pero desde pequeño ha vivido en el estado de Guanajuato, en México. En 2005 y con un cortometraje como antecedente, el joven de entonces 26 años sorprendió a propios y extraños al participar en la sección Un Certain Regard del Festival de Cannes, con su primer largometraje, titulado Sangre. Escalante ganó en ese certamen el premio FIPRESCI y, a partir de ese momento, su nombre se convirtió en una de las referencias clave del cine mexicano del siglo XXI.

 

Sangre (2005), Los bastardos (2008) y Heli (2013) son los tres filmes que ha realizado Escalante hasta la fecha —además de los cortometrajes Amarrados (2002) y El cura Nicolás colgado, éste último parte del largometraje coral Revolución (2010)—; y en ellos ha podido desarrollar un estilo personal que se observa en motivos visuales que el director ha ido perfeccionando de película a película.

 

Podría decirse que el leit-motiv en la obra de Escalante es la irrupción de la violencia en espacios cotidianos; a partir de la exploración de este fenómeno el cineasta ha construido tres narraciones que, aunque se encuentran distanciadas en sus premisas temáticas, no lo están en su intención general: la de mostrar los indicios de la violencia, así como algunas de las repercusiones en quienes se ven alcanzados por ella. Es desde su origen mismo que el cine de Escalante puede no resultar gratificante para quien lo ve; no son historias amables en el sentido más extenso de la palabra: se encuentran inmersas en un universo poco acogedor y para nada idílico, y además están interpretadas por actores no profesionales, hecho que provoca una especie de distanciamiento entre los personajes y el espectador.

 

¿Cómo es que con estas características que podrían parecer poco propicias, Amat Escalante se ha convertido en uno de los cineastas más importantes de nuestro país? Simplemente porque ha sabido mantenerse fiel a sus intereses y ha perfeccionado su forma de narrar para consolidarse poco a poco como un autor. Si bien no puede negarse la influencia que en él ha tenido el cine de Carlos Reygadas, sería un despropósito pensar que se trata de un imitador más; por el contrario, un análisis de la obra de Escalante permite vislumbrar en ella a alguien con voz propia, a alguien que encuentra en estos espacios invadidos por la violencia un lugar para hablar de la familia, del amor, de las rutinas cotidianas que dan forma a la vida de las personas.

 

La uniformidad en las tres películas de Amat Escalante empieza desde los créditos. La palabra Sangre aparece sobre la imagen de un hombre que está tirado en el suelo, y mientras se incorpora, podemos ver que tiene una herida sangrante en la cabeza, poco después una mujer pasa a su lado sin prestarle atención. Los bastardos aparece sobre un fondo rojo al tiempo que se escucha una música estridente; esta banda sonora y el cambio intermitente de colores de fondo provoca un aturdimiento y sirve como presagio de lo que veremos más adelante. Mientras tanto, Heli aparece en un fondo blanco, sin sonido, diferenciándose en intención de las dos primeras.

 

El protagonista de Sangre es Diego, el hombre que aparece tirado al inicio de la cinta; más tarde comprendemos que se encuentra ahí debido a una pelea que tuvo con Blanca, su esposa, la mujer que pasó a su lado sin inmutarse. Es probable que ella le haya arrojado algo a la cabeza; no lo sabemos: nuestra mirada llega ahí una vez que el hecho ha ocurrido.

 

Blanca trabaja preparando sushi en un restaurante y Diego contando a las personas que entran en un edificio público. Sus vidas transcurren entre sus respectivos lugares de empleo y su casa, en especial el sofá, donde ambos se acuestan a ver la televisión. Todo en su existencia parece rutinario y hasta mecánico, incluso el sexo pareciera tener su propia coreografía, con ella recargada en la mesa y él detrás, hasta que son interrumpidos por un teléfono que no deja de sonar y por las débiles patas de la mesa, que se vencen ante los movimientos de ambos.

 

El director posiciona su cámara en un encuadre que permite ver a Blanca recostada sobre la mesa, y parte del torso de Diego, pero no realizará ningún movimiento ni ningún insert; los personajes salen de cuadro cuando caen al suelo, pero la cámara no los sigue, ellos simplemente desaparecen de la vista. Esta es uno de los sellos de Escalante: muchas veces los personajes aparecen cortados a la altura del pecho, algunas veces sin cabeza, pues el cineasta no se rige por las convenciones de la composición tradicional.

 

Lo que altera la rutina de la pareja es la aparición de Karina, la hija adolescente de Diego, quien quiere vivir con ellos. Anticipándose a la negativa de su esposa, Diego decide llevar a su hija a un hotel, lugar en el que por razones desconocidas un buen día aparece muerta. Las decisiones de Diego ante esa situación son el meollo de Sangre, que encuentra justamente en esta relación de parentesco —consanguínea— sus recovecos morales.

 

Sangre tiene lugar en Guanajuato, al igual que Heli, y aunque Los bastardos está ubicada en Los Ángeles, sus protagonistas son originarios de ese mismo estado; es decir, el director ha decidido afincar las raíces de sus historias en su tierra. Este sentimiento de pertenencia es más fuerte justamente en Los bastardos, pues Jesús y Fausto, los protagonistas, están trabajando en Estados Unidos para poder enviar dinero a su familia. Las difíciles condiciones laborales de los dos hombres son expuestas al inicio del filme, para dar paso a la premisa principal: alguien los ha contratado para amedrentar en su casa a Karen, una mujer que vive con Trevor, su hijo adolescente.

 

Después de que Trevor se va con sus amigos, Karen saca de su escondite una pipa para fumar crack y se sienta en el sofá con la televisión encendida hasta que en algún momento se queda dormida. Es en ese instante que Jesús y Fausto entran por la ventana de la casa, despiertan a Karen, la obligan a que les dé de comer y después se meten con ella a la alberca. Dentro del agua, Jesús la rodea como un tiburón, como quien acecha a su presa con la intención de asustarla. La tensión persiste dentro de la casa: los tres se han sentado en la sala y Jesús ha empezado a olfatear el cabello de su víctima, después le besa el cuello y finalmente lo vemos con la cabeza entre las piernas de la mujer, mientras que Fausto se ha acercado para ver, de forma pasiva, el indiferente acto sexual.

 

Aunque sabemos que en cualquier momento puede haber un estallido de violencia —Jesús ha traído consigo una escopeta que se ha quedado temporalmente encima de la mesita de centro—, cuando éste llega es lo suficientemente impactante como para quedar indiferentes y el sobreviviente de este arrebato quedará marcado hasta el final del metraje, en la angustia reflejada en su rostro por el que incluso caen algunas lágrimas. Curiosamente, Karen había preguntado “Have you ever been in hell?”, como si supiera el destino que le deparaba.

 

Los bastardos, al igual que Sangre, participó en la sección Un Certain Regard en Cannes, y con Heli, Amat Escalante dio el salto a la sección oficial de dicho festival, en donde se le otorgó el premio al mejor director. No es de extrañar los reconocimientos que logró con su tercer largometraje. Con Heli, Escalante subsana los fallos que habría tenido en sus anteriores realizaciones; se trata de una historia más compleja y mejor construida. Además, el cineasta ha logrado algo realmente importante: una mucho más precisa dirección de los actores no profesionales, que en esta ocasión logran transmitir de forma más convincente las emociones que los mueven.

 

Heli es el nombre de un muchacho que vive en un pueblo guanajuatense, al lado de su esposa Sabrina, su hijo Santiago, su padre y su hermana Estela. Tanto Heli como su padre trabajan en la ensambladora de autos que está en la región, Sabrina es ama de casa y Estela estudia la primaria. El destino de esta familia cambia de rumbo cuando el novio de Estela, un cadete de las fuerzas especiales, le pide esconder dos paquetes de cocaína. Este filme permitió a Escalante realizar una interpretación de la violencia que prevalece en el país a causa de la llamada guerra contra las drogas. En Heli es difícil hablar de buenos y malos, porque lo que vemos en pantalla es aún más complejo, con varios matices grises que impiden ver las cosas en blanco y negro.

 

A estas alturas, es evidente que a Amat Escalante le interesa explorar una noción en particular: el hecho de permanecer estático ante la violencia, y no por miedo o por impotencia, sino por una suerte de indiferencia que permite que la gente se quede ahí, como espectadores insensibles. En Sangre, Diego pasa al lado de una familia que está de día de campo, los niños juegan y los adultos están sentados viendo cómo dos hombres se acaban de pelear a golpes; sólo una mujer se acerca para poner fin a la disputa, quizá demasiado tarde. En Los bastardos ocurre una escena similar cuando Jesús y Fausto atraviesan un parque y ven a un grupo de jóvenes que mira divertido cómo otros dos pelean tirados en el pasto, con demasiada fuerza como para que se trate de un juego.

 

En Heli, la indiferencia ante el hecho violento es llevada a niveles insospechados cuando dos jóvenes son torturados en un pequeño cuarto donde un grupo de niños y adolescentes se entretienen con un videojuego. En cierto instante, los niños son instados a participar de la tortura; uno lo hace sin dudarlo, otro continúa pegado a su videojuego, unos más atestiguan el acto aburridos, mientras en el fondo, en otra habitación, se alcanza a ver a una señora que posiblemente esté cocinando.

 

La pericia de Amat Escalante como director puede verse en dos escenas en las que la violencia aparece en forma de indicio, cuando ésta ya ocurrió y sólo quedan sus huellas. La primera es con la que abre la película: dos hombres están siendo transportados en una camioneta, la cámara recorre sus cuerpos de punta a punta hasta meterse en la cabina del vehículo, en medio del piloto y copiloto; en esta ocasión compartimos el punto de vista de los victimarios.

 

La siguiente vez que veamos esta escena lo haremos desde la perspectiva de la víctima. La segunda escena es cuando Sabrina, la mujer de Heli, regresa a su casa tras el paso de las fuerzas especiales que han arrasado con todo; en una sola toma, la vemos llegar desde lejos, entrar a la casa y después salir, retrocediendo sobre sus mismos pasos. La indefensión transmitida a partir de estos pasos vacilantes permite identificar a un director que ha perfeccionado su manera de contar historias a partir de la elección del encuadre y el movimiento de la cámara.

 

A simple vista, el cine de Amat Escalante parecería afincarse en una tendencia al efectismo: algunas escenas producen impacto debido a la representación que de la violencia se hace en ellas. Sin embargo, sería un error reducir su propuesta fílmica a un compendio de imágenes perturbadoras. Si bien la violencia es el leit-motiv de su obra, el cómo desarrolla ese leit-motiv es lo que lo vuelve importante como creador.

 

A diferencia de sus personajes, que se muestran indiferentes ante estallidos de violencia, la obra de Amat Escalante confronta al espectador y lo obliga a reaccionar ante esas imágenes. No son historias para pasar el rato, son narraciones que provocan sensaciones, sacuden conciencias y permanecen largo rato en la memoria después de haber sido vistas. Si la propuesta narrativa del director continúa en esta ruta ascendente, es probable que en el futuro entregue largometrajes aun más interesantes y contundentes, que lo ayudarán a consolidarse como uno de los cineastas más importantes a nivel mundial.

 

*Fotografía: Still de “Heli”, una interpretación de la violencia que prevalece en el país.

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