“Amistades fracturadas”, Octavio Paz y Carlos Fuentes

Jul 3 • destacamos, principales, Reflexiones • 5680 Views • No hay comentarios en “Amistades fracturadas”, Octavio Paz y Carlos Fuentes

/

Este libro, que recibió el Premio Mazatlán de Literatura 2021, es un recorrido por la vida intelectual de los dos escritores, primero llena de coincidencias, pero después de distanciamientos y francas rupturas que minaron su relación

/

POR JAIME PERALES CONTRERAS
“Si no le gusta México a Carlos Fuentes, ¡Que se vaya!”, comentó Octavio Paz, en una entrevista que me concedió a fines de 1989. Esa precisión la había hecho con motivo de un anuncio televisivo en el que Fuentes aparecía en los jardines de una universidad extranjera en el que criticaba el peligro de la alarmante contaminación ambiental que había en México. Ese anuncio le había aparentemente causado cierta reprobación a Paz debido a que para él Fuentes daba una imagen errónea sobre el país. En ese momento, estaba todavía muy reciente el artículo de Enrique Krauze sobre Carlos Fuentes que se había publicado en The New Republic y en la revista de Paz, Vuelta. También había aparecido la nota del periodista Larry Rohter en The New York Times en el que se acusaba a Paz, a través del artículo de Enrique Krauze, de intentar desacreditar internacionalmente al novelista y diplomático mexicano en una supuesta disputa por obtener el Premio Nobel de Literatura. Igualmente, era la época en el que el medio intelectual se había dividido entre lo que se llamó en ese momento de enfrentamiento entre carlistas contra octavistas, pues se trazaron las posturas sobre los dos escritores más famosos que atesoraba México y sus visiones particulares sobre América Latina. A su vez, como forma de posible reconciliación con los muertos, Carlos Fuentes escribió en su artículo “Mi amigo Octavio Paz”: “Conocí a Octavio en París en abril de 1950, cuando yo tenía veintiún años y él treinta y cinco. Nos hicimos amigos inmediatamente (…) No creo que un escritor mexicano haya escrito más que yo sobre Paz. Conferencias, prólogos, memorias, defensas públicas, ensayos. Durante treinta años estuve atento a la obra de Paz.”

 

Este es el contexto, muy breve, en el que se trazaron las simpatías y diferencias entre Octavio Paz y Carlos Fuentes y que son abordadas en el libro de Malva Flores: Estrella de dos puntas (Ariel, 2020). La pregunta que Flores maneja es sugerente: ¿Cuándo se fracturó esa larga y nutrida amistad ente ambos escritores? Malva Flores defiende la siguiente postura: las diferencias entre Paz y Fuentes ya se habían dado desde hace tiempo. Simplemente, el artículo de Krauze fue el detonante de una serie de objeciones que ambos reservaron prudentemente para conservar la admiración que ambos compartían.

 

Es verdad, no sólo se puede mencionar la disputa entre Paz, Fuentes y Krauze, ya que el recorrido del libro es extenso y explora los años de fundación de la Revista Mexicana de Literatura, pasando por publicaciones como Mundo Nuevo y Libre. De hecho, el establecimiento de las revistas Mundo Nuevo y Libre, en la década de 1960 y 1970 —en las que Octavio Paz tuvo una renuente paternidad—como yo indico en mi libro Octavio Paz y su círculo intelectual—, fueron dos momentos en que la amistad entre ambos escritores se puso a prueba. Era el periodo histórico del afianzamiento o el fracaso de la Revolución cubana y de la radicalización del medio intelectual latinoamericano frente al escenario de la Guerra Fría. En estas publicaciones se tenía el germen sobre la idea de Paz de la necesidad de una revista, “La Revista”, en el que confluyeran la imaginación y la crítica. Los dos proyectos sufrieron grandes fisuras e incluso enemistaron a algunos de los colaboradores. Los marginados de esa época fueron el escritor cubano Guillermo Cabrera Infante, el crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal, a quien se le acusó ridículamente de ser agente de la CIA, y, sin olvidar, claro, el Affaire Padilla, que, como el caso Dreyfus en Europa, guardadas las proporciones, asentó un profundo cisma entre los escritores e intelectuales de la época.

 

También la amistad entre Octavio Paz y Carlos Fuentes se pondría a prueba en lo que Malva Flores señala como la defensa que Carlos Fuentes hizo de Luis Echeverría luego de la tragedia del 10 de junio de 1971. Es verdad esto, sin embargo, tampoco hay que olvidar que el propio Octavio Paz fue seducido temporalmente por las promesas de la ficticia apertura democrática, en la cual sus propios escritos habían aparentemente influido en la administración de Echeverría —como indico en esta biografía, Octavio Paz y el expresidente Echeverría se conocían desde hacía varios años, ya que Paz fue compañero escolar de su hermano Rodolfo Landa, el famoso villano de varias de las películas de la Época de Oro del cine mexicano—. Después, Paz rectificó y escribió que las palabras transparentes del Presidente se empañaron. Fuentes y Fernando Benítez persistieron en la defensa de la supuesta sinceridad de Echeverría, lo que causó la indignación de escritores como Gabriel Zaid, Carlos Monsiváis y José Emilio Pacheco, quienes consideraron que esa apología echeverrista era injustificable. En una carta dirigida a Paz, Emir Rodríguez Monegal le preguntó si la postura de Fuentes se hacía debido a que éste aspiraba a obtener un puesto en el Gobierno. Paz consideró que las observaciones de Monegal eran imprecisas. Sin embargo, Carlos Fuentes, al poco tiempo, se convertiría en Embajador de México en Francia. Después renunciaría como protesta ante la decisión de nombrar de representante de México en España a Gustavo Díaz Ordaz, el diplomático menos diplomático, parafraseando a Gabriel Zaid.

 

Octavio Paz y Carlos Fuentes, además de ser evidentemente dos de los escritores más importantes que ha tenido México, también fueron de los más atacados por diversas razones. En distintos momentos recibieron arrebatos a su obra. Era lo que Paz diría sobre la crítica en México, que oscila entre dos hermanas enemigas: la envidia envidiosa y la admiración beata. Es decir, el ataque visceral o la indigna lambisconería. No existía un justo equilibrio en las dos presencias. Incluso Paz, en ocasiones, estuvo tentado a vivir en el extranjero permanentemente como lo hicieron varios de sus amigos. El libro de Malva Flores me recuerda, de hecho, aquella carta de Guillermo Cabrera Infante dirigida a Danubio Torres Fierro en la que, a sabiendas de los innumerables ataques que Paz recibía constantemente en su propio país, le confesó Cabrera Infante al uruguayo: “No me explico cómo Octavio puede vivir allí. Con todo el dinero que tiene bien podría vivir en Madrid. Es mucho mejor morir en Madrid que vivir en México”.

 

Octavio Paz recibió el Premio Nobel de Literatura en 1990. Fuentes, a pesar de que le envío felicitaciones, los elogiosos comentarios públicos a la obra de Paz que se acumularon a lo largo de muchos años, se fueron desvaneciendo. No se diga a Enrique Krauze, a quien Fuentes tildó en una entrevista de oportunista por haber fracturado su amistad con Paz. Algo que no se señala en Estrella de dos puntas es que Carlos Fuentes también se refirió a Octavio Paz como marioneta intelectual de los grandes empresarios televisivos en una conferencia que impartió en Estados Unidos.

 

Estrella de dos puntas rectifica algunas de las limitaciones que tuvo Viaje de Vuelta, que carecía de referencias de material epistolar, una importante herramienta para realizar este tipo de trabajos. No estoy muy de acuerdo cuando menciona que Octavio Paz y su círculo intelectual contiene breves citas sobre la correspondencia con Paz y su círculo de amigos. Creo que más de 500 fuentes primarias —muchas de ellas no habían sido revisadas en trabajos anteriores— son suficientes para evitar que se le califique de breve. El parafraseo y comentarios a las cartas que incluí en mi libro, sobre todo, se hicieron con esa metodología para respetar los derechos de autor de los escritores mencionados. Claro, la correspondencia de Octavio Paz se estima en más de 5 mil cartas, pero creo que tampoco el libro de la escritora contempla toda esa información.

 

En este comentario al libro de Malva Flores comparto también una anécdota que menciono en Octavio Paz y su círculo intelectual y que curiosamente no fue registrada por la prensa de esos momentos. En 1993, Paz dictó una lectura de poesía en la biblioteca Folger Shakespeare Library, en Washington D.C. En esa lectura, el primer poema que leyó fue “Concorde”, dedicado a Carlos Fuentes. ¿Era la manera de intentar reanudar públicamente una amistad entre ambos escritores a través de aquello que consideraban como sagrado que es la literatura? Para mí fue algo evidente. ¿Si había ocurrido antes con Pablo Neruda después del vergonzoso intercambio de insultos y puñetazos cuando Neruda era cónsul en México, por qué no con Carlos Fuentes? Es posible, tan posible, que el propio Paz, al haber ganado el Premio Nobel, pudo haber eventualmente otorgado su voto para que Fuentes lo consiguiera también. Esta última es una especulación difícil de confirmar de momento; sin embargo, biógrafos, académicos, historiadores y diletantes de la obra de Paz esperarán pacientemente cuando la Academia Sueca en el 2040 dé a conocer todos los pormenores de la disposición del Nobel de Literatura a Octavio Paz. Ya falta poco.

 

FOTO: A la izquierda, el escritor Carlos Fuentes; a la derecha, el escritor Octavio Paz/ Crédito: Fotografía de la izquierda, Leo La Valle, EFE. Fotografía de la derecha, Paulina Lavista

« »