Anatomía de la guerra: Von Clausewitz
Considerado un filósofo e intérprete de las cuestiones bélicas, las reflexiones del general Von Clausewitz siguen siendo un referente entre aquellos que dedican su vida a la milicia
POR RAÚL ROJAS
El oficio del general alemán Carl Philipp Gottfried von Clausewitz fue siempre la guerra. Su padre lo enlistó en el ejército prusiano, en la guarnición de Potsdam cerca de Berlín, a la tierna edad de doce años. Sólo un año más tarde Carl ya estaba en las trincheras durante la guerra de coalición contra la Francia revolucionaria. Nació en 1780 y para cuando llegó a la mayoría de edad no faltaban confrontaciones militares en Europa en las cuales poder foguearse. Comenzaba el período de las guerras napoleónicas, las que cambiaron para siempre la forma de reclutar ejércitos y la estrategia militar. Von Clausewitz se convirtió en el filósofo e intérprete de esta nueva era bélica: su libro más conocido, Sobre la Guerra (Vom Kriege), se estudia aún en los colegios militares de todo el mundo. Cada recluta de la academia de oficiales alemana recibe un ejemplar al iniciar su carrera. Conservadores y revolucionarios de todos los colores han comentado Vom Kriege durante décadas. Hasta guerrilleros y activistas sociales han buscado respuestas en sus páginas.
Sobre la Guerra es un escrito póstumo al que Von Clausewitz no le pudo dar la forma final. Es una obra masiva, de casi 500 páginas, según la edición, dividida en ocho libros. A pesar de que cada libro tematiza un aspecto fundamental de la guerra, no se trata de un manual para militares. No es un compendio puntual de cómo ir a la guerra o de cómo organizar la logística, sino un intento de discernir los aspectos más importantes del fenómeno. Es una especie de disección anatómica de lo que es la guerra, una obra semifilosófica que pretende afilar las bayonetas mentales del estratega militar y político. A veces se ha comparado el método discursivo de Von Clausewitz, con interacciones y contraposiciones, con la dialéctica hegeliana, aunque la conexión resulta más bien de una convergencia de ideas. Se dice que Von Clausewitz conoció a Hegel en Berlín, pero no está comprobado.
Históricamente el primer libro de Vom Kriege ha sido el más comentado. Trata de “la naturaleza de la guerra” y es ahí donde Von Clausewitz propone que la guerra es una prolongación de la política y debe estar supeditada a ésta. Es lo que Lenin y los marxistas llamarían después el “primado de la política sobre la guerra”. El texto de Von Clausewitz comienza definiendo un conflicto bélico y lo hace sin ambages: “La guerra es un acto de violencia con el objetivo de someter al enemigo a nuestra voluntad”. La violencia, además, no se puede ni debe dosificar: “no hay límites para su aplicación”, ya que la guerra no es simplemente una interacción de voluntades benevolentes, no es un “álgebra de la acción”. El objetivo de la guerra es conquistar y desarmar al enemigo, dejarlo inerme. Mientras no lo hagamos estamos en peligro de que sea el adversario quien nos desarme, ya que la guerra es una “confrontación de dos fuerzas vivas”. Para poder desarticular al contrario hay que maximizar el producto del “volumen de los medios a nuestra disposición y nuestra fuerza de voluntad”.
Si se puede avanzar con el desarme del enemigo, se desplaza al centro el objetivo político de la guerra. La intensidad del conflicto bélico depende de sus fines. Hay guerras de todos los grados, “desde la guerra de aniquilación, hasta la pura observación armada del enemigo”. Pero la realidad de la guerra es diferente a la pura teoría. Durante el conflicto la “fricción” de la logística y del combate juega un papel importante, arruina planes, y por eso la casualidad también afecta el desenlace. El resultado de una guerra victoriosa nunca es “absoluto”, porque el enemigo comienza ya a preparar la siguiente confrontación. Curiosamente, en una guerra los períodos de inactividad son a veces más prolongados que los de la verdadera acción. Hay una “polaridad” entre los objetivos de cada bando, y una parte sólo busca retrasar la batalla si calcula obtener una ventaja del tiempo ganado. Pero hay una verdadera diferencia: la defensa es más sencilla de organizar que el ataque. Por eso el ejército atacante debe contar con suficiente información sobre el enemigo, para no dejar pasar el momento más oportuno de invadir. Todas esas interacciones entre las dos tropas convierten a la guerra en un “juego” (en el sentido moderno de la teoría de juegos): “la naturaleza objetiva de la guerra la convierte en un cálculo de probabilidades. Sólo necesita un elemento más para convertirse en un juego (…) la casualidad. Ninguna otra actividad humana tiene más contacto con la casualidad como la guerra”. Pero la subjetividad, el valor, el arrojo, arriesgarse en la batalla, todos esos elementos subjetivos juegan un papel definitorio, de manera que lo “matemático” no puede encontrar terreno firme, como cálculo de probabilidades, y por eso entre todas las actividades humanas “el juego de cartas es lo más cercano a la guerra”. Y si las intenciones políticas son el objetivo por alcanzar, la guerra es sólo el instrumento, por eso “la guerra es la continuación de la política por otros medios”.
La consecuencia de todas estas consideraciones, dice Von Clausewitz, es que la guerra es una “asombrosa trinidad” de violencia, de actividad espiritual en medio de lo casual y de ser instrumento de la política. Los actores son, respectivamente, el pueblo, los generales y el Estado. El pueblo desencadena la violencia cuanto más si las “pasiones” que la guerra desnuda ya estaban presentes de antemano en los ciudadanos. Esos tres actores son los “puntos de atracción” entre los que se agita la teoría de la guerra.
Así, con un capítulo fulminante, comienza la obra que nos ocupa. El texto refleja la nueva realidad política de Europa a principios del siglo XIX. Y es que las guerras europeas de los siglos anteriores involucraron a ejércitos de tamaño más bien modesto y además generalmente formados de mercenarios. Tampoco los ejércitos del siglo XVIII pasaban de algunas decenas de miles de soldados en cada nación. Pero con la revolución francesa y los ejércitos napoleónicos se da la transición a la conscripción general de los “ciudadanos en uniforme”. Es éste el pueblo del que habla Von Clausewitz como primer actor fundamental de la trinidad de la guerra. El futuro general prusiano pudo vivir de primera mano la superioridad de los ejércitos napoleónicos, comparados con los anquilosados ejércitos europeos, ya que después de una fallida campaña militar fue hecho prisionero en Francia, de 1807 a 1808. De regreso en Prusia, Von Clausewitz fue uno de los organizadores de la reforma del ejército, para aproximarlo así al modelo napoleónico. Basta mencionar que, durante los años de su apogeo, los ejércitos de Napoleón lograron movilizar casi 2.5 millones de soldados. Del medio millón de soldados que acompañaron a Napoleón en la campaña contra el Imperio Ruso de 1812, sólo diez mil regresaron. Es una carrera armamentista europea impresionante que perdurará durante todo el siglo XIX y que va a culminar en la Primera Guerra Mundial, con el preludio de la guerra franco-prusiana de 1871.
Pero decíamos que Von Clausewitz secciona la guerra en sus componentes principales, entre ellos el ejército, la defensa, el ataque y el plan de guerra. A cada tema le dedica los cuatro libros finales de su obra. Pero antes de eso, Von Clausewitz se pregunta si se puede hablar de una “ciencia” o bien de un “arte de la guerra” (seguramente en alusión al conocido libro de Sun Tzu). La guerra, concluye, el general prusiano, no es un arte, que enfrenta siempre al artista con un objeto inanimado. Tampoco una ciencia que pueda calcular soluciones determinísticas. La guerra, más bien, es un “acto de la interacción humana”, pertenece a la “esfera de la vida social”. Es un “conflicto de grandes intereses” que se podría “más bien comparar con el comercio (…) y con la política, que es un comercio a gran escala. Ese es el regazo en el que se desarrolla, ahí están sus lineamientos ocultos, como las características de los seres vivos están presentes en sus semillas”.
La guerra involucra táctica y estrategia. La táctica “es la doctrina del uso del ejército en la batalla, la estrategia es la doctrina del uso de las batallas para el fin último de la guerra”. Para la batalla es muy importante no descuidar la logística, especialmente de las armas, los lazaretos y la alimentación de la tropa. Von Clausewitz critica que teóricos de la guerra hubieran puesto sobre todo el acento en disponer de más tropas que el enemigo, o más material, pero no tienen en cuenta que las “variables espirituales” pueden ser muy importantes. Von Clausewitz habla del “genio” del comandante militar que no puede ser restringido por la camisa de fuerza de reglas abstractas: “lo que hace el genio debe ser precisamente la mejor regla y la teoría no puede hacer nada mejor que mostrar porque es así”. En ese sentido la teoría no es una “doctrina positiva”, para dar recetas, pero sí es “conocimiento” que a la larga se traduce en “poder hacer”. La teoría “hace visible el punto en el que convergen todos los ejes, sin proporcionar una fórmula algebraica para el campo de batalla”. Así el “saber se traduce en poder”.
Un aspecto en el que Von Clausewitz pone el acento, en la nueva época de los ejércitos masivos de ciudadanos, es en las “potencias morales” (libro tercero). Esas potencias son: “el talento del comandante, las virtudes militares del ejército y su Volksgeist” (espíritu nacional), es decir, en qué medida los soldados reflejan los valores y anhelos de su comunidad. Las guerras hay que “nacionalizarlas”, escribe, ya no hay lugar “para mercenarios en el ejército” y los soldados se entienden ahora como parte de una “cofradía cuyo orden, leyes y costumbres se derivan de la guerra”. El esprit de corps debe estar presente siempre. El “genio del comandante”, por su parte, debe estar dirigido a considerar “el todo” de la guerra y no cuestiones particulares. Los ejércitos profesionales poseen el esprit de corps necesario, y en caso de una movilización general, son los generales los que a través de sus decisiones, es decir, de su “genio”, deben hacer surgir el entusiasmo y cohesión necesarios.
Es cierto que el comandante militar puede a veces triunfar con menos soldados, pero se debe tratar de superar al enemigo tanto en material como en hombres en armas. Sin embargo, la sorpresa juega un papel crucial. No porque se ataque primero, sino porque “con la distribución de las fuerzas se sorprende al enemigo”. Para ello, los dos factores importantes son la secrecía y la velocidad del despliegue, lo que sólo es posible con ejércitos rígidamente comandados. Ya en la batalla, el ejército debe mantener la unidad “en el espacio” y “en el tiempo”. Pero aún así, hay que mantener una “reserva estratégica” para poder mitigar a la casualidad.
Vom Kriege concluye con muchas observaciones sobre el “plan de guerra” y es esta la parte menos abstracta de la obra, ya que se refiere a batallas y ejércitos concretos. Es la parte que, efectivamente, se parece más a un libro de consejos militares. Es en ese libro octavo que Von Clausewitz descarga toda su experiencia al ir comentando batallas y decisiones estratégicas de los ejércitos europeos. Von Clausewitz reafirma ahí, una vez más, que la guerra “es un instrumento de la política”.
Von Clausewitz, como representante del militarismo prusiano, no podía concebir una Europa sin guerra. Ciertamente los siglos anteriores no daban lugar al optimismo. Por eso insiste en que el pueblo debe estar preparado y debe ser valiente. Escribe: “En nuestros tiempos no hay otra manera de educar el espíritu del pueblo en este sentido que a través de la guerra y su valerosa conducción. Soóo así se puede contrarrestar esa relajación mental, esa tendencia al confort que aflige a una nación que logra un creciente bienestar (…) Sólo cuando el espíritu del pueblo y la costumbre de la guerra interactúan mutuamente, sólo así una nación puede esperar ocupar un lugar estable en el mundo político”.
Vom Kriege no se convirtió en bestseller sino hasta el siglo XX. No quiere decir que no fuera muy leído entre los militares, pero fue sólo hasta el siglo pasado que comenzó a ser leído también por civiles. En la época moderna se lee al célebre Von Clausewitz, o extractos de Vom Kriege, más en inglés que en alemán. Se ha criticado que la obra tenga una distribución de temas un tanto desordenada y redundante, pero hay que recordar que fue la esposa de Von Clausewitz quien preparó el manuscrito de manera póstuma para la imprenta, combinando textos de diferentes épocas. Marie von Clausewitz fue también quien seleccionó y publicó los aforismos sobre la guerra que han hecho tan popular al general prusiano en la imaginación popular. Con el paso del tiempo, y sobre todo desde la más reciente posguerra, han aparecido manuscritos con diferentes borradores de Vom Kriege. Aparentemente, la obra evolucionó a través de cinco revisiones, incluyendo y eliminando aforismos. Quizás en algunos años se pueda contar con una edición crítica que resuma todas esas variantes.
Karl Marx fue uno de los prominentes lectores civiles de Sobre la Guerra y alguna vez le alabó a Von Clausewitz su “sentido común que borda en brillantez”. Quizás esta cita del libro resume muy bien ese sentido común y el método dialéctico del general prusiano: “En la guerra todo es simple, pero lo más simple es difícil”.
FOTO: Retrato del general Von Clausewitz realizado por el pintor Karl Wilhelm Wach /Especial
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