Andrew Haigh y la orfandad salvaje

Sep 15 • Miradas, Pantallas • 3037 Views • No hay comentarios en Andrew Haigh y la orfandad salvaje

POR JORGE AYALA BLANCO

En Apóyate en mi (Lean on Pete, RU, 2017), conmovedor opus 4 del extransferencial ficcionista gay de 44 años Andrew Haigh (Griego Pete 09, Fin de semana 11, 45 años 15), con guión suyo basado en una novela de Willy Vlautin, el sencillo aunque solitario chavo quinceañero aficionado a correr con aplazados fines deportivos Charley (Charlie Plummer cual revelación total) mantiene una magnífica y equilibradora relación virilista con su mujeriego padre obrero maritalmente abandonado Ray (Travis Fimmel), si bien, por razones laborales, ambos deben constantemente mudarse dentro del oeste estadounidense y, pese a la imposibilidad del chico para seguir estudios formales, demuestran una enorme capacidad de adaptación, mas sin embargo, asentados en Pórtland y cuando cierta recién descubierta afición de Charley por los caballos de carrera lo ha impulsado a devenir mozo de cuadra del abrupto empresario hípico en decadencia Del (Steve Buscemi), y en especial una fascinación por el magnífico caballo sin futuro Confiable Pete al que procura, admira, calma después de cada carrera y ya adora, el padre borracho Ray sufre una brutal golpiza por un marido celoso y, con el intestino reventado, se extingue fatalmente a distancia en un hospital, por lo que el muchacho debe compensar su trágica orfandad con un aventurero itinerario geográfico al lado de su patrón y de la diminuta jockey superautónoma Bonnie (Chloë Sevigny), pero el apego al ahora lastimado caballo crece y, al saber que va a ser vendido en México para su explotación sacrificial, y siendo incapaz de comprarlo, se lo roba con todo y camioneta de remolque y, pretendiendo conducirlo hasta Wyoming donde vive una inlocalizable tía Margy idealizada desde que era pareja sentimental del padre, se interna en el desierto sin recursos, robando mapas, gasolina y hamburguesas a riesgo de su integridad, presenciando impotente una noche la muerte de su querido animal encabritado en un atropellamiento carretero, prosiguiendo entonces a pie, laborando adscrito a mexicanos porque son los únicos desempleados que consiguen trabajo mal pagado, hasta hundiéndose en una irreconocible indigencia y volviéndose bestia inmisericorde durante una lucha enconada por defender su escasa paga contra otros menesterosos abusivos, rumbo a un siempre diferido encuentro providencial, en una biblioteca del legendario pueblaco westernista de Laramie apenas civilizado, con su vieja tía cariñosamente protectora Margy (Alison Elliott), para mitigar los postreros zarandeos de nuestro Charley inflexible como héroe de su propia vida, en la asunción última y recóndita de su identitaria orfandad salvaje.

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La orfandad salvaje se enfoca fundamentalmente en el nexo sustitutivo y afectuoso entre el equino y el niño, en las antípodas de supremas novelas rosas sobre el tema tipo Fuego de juventud (Brown 44) o El señor de los caballos (Redford 98), dando sin embargo por algunos techos la impresión de algo ya visto, que pronto son disipados por el recóndito acento de la desesperación existencial que a cada momento aflora a la superficie áspera del cuento, jamás fabuloso, sólo equiparable con los terrores infantiles desatados durante la noche de extravío en el bosque de Blanca Nieves y los 7 enanos (Disney 37) o en un nivel artístico supremo durante la legendaria travesía noctámbula hacia Moonfleet de El tesoro de Barbarroja (Lang 55), pues incluso en la exaltación, el calculado y certero estilo de Haigh permanece lúcido, gracias a su firmeza de trazo y a su agudo sentido de observación de súbitos comportamientos extremos, haciendo pertenecer algunos de sus retratos itinerantes al mejor realismo crudo y antipintoresco, merced a la fotografía dura con destellos pictóricos clásicos ingleses (tipo William Turner) del danés Magnus Nordenhof Jonck, la música en asediante trance de éxtasis de James Edward Barker y un depurado diseño de producción de Ryan Warren Smith permitiendo a la edición de Jonathan Alberts la concertación de cruzados ritmos pulsátiles.

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La orfandad salvaje se manifiesta y asume de manera emocionalmente exaltada, aunque en tono menor, como un relato de resistencia a la ignominia, de crecimiento exterior/interior, de sentimiento de fortaleza de un joven espíritu noble que se templa como espíritu libre de cara a la adversidad, a partir de la identificación con metafórica grandeza vulnerable del caballo majestuoso y no obstante inerme, a partir de avatares nada excéntricos ni exagerados ni posfolletinescos, a partir de una feliz carrera de Charley hasta los confines de la plúmbea ciudad en trance de ser descubierta, a partir del agradecimiento a los azarosos cuidados maternales de la mesera casada Lynn (Amy Selmetz) preparando el desayuno cual mero producto galante de un nocturno acostón con el padre, a partir de las lecciones de autonomía que involuntariamente imparte la jockey también nómada, a partir de confidencias a toda hora aciaga con el hermoso potro favorito, a partir de la solidaridad con una superobesa Laurie (Teyah Hartley) humillada y ofendida en común por todos los varones sin tener adónde huir desde una casucha en medio de la nada, a partir de la deriva de otra deriva a partir del recuerdo de frases edificantes (“Yo no valgo una mierda, pero me gusta estar contigo”/ “Te vas a recuperar, te lo prometo”), a partir del lumpenizado héroe empuñando una asesina herramienta automotriz para defender los billetes ganados con sudor y esperanza, a partir de, siempre a partir de, como si las vicisitudes enardecidas y funestas del secreto y carismático Charley nunca pudieran acabar de empezar ni de renovarse ni de terminar, como dictadas por un reciclaje cruel y bárbaramente sin fin.

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Y la orfandad salvaje ha oscilado sin cesar entre el estoicismo temerario y la superación las calamidades que presagiaba e imponía el cruce de la adolescencia en una unánime noche hasta otra carrera matinal de reconocimiento urbano que culminará en el desconcierto.

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Apóyate en mí, coproducción anglo-estadounidense, está basada en la novela ‘Lean on Pete’ del escritor Willy Vlautin. / Foto: ESPECIAL. 

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