Annie Ernaux, el aborto y su lucha por mostrar la realidad de las mujeres
En 1964, cuando era estudiante universitaria, Annie Ernaux recurrió a un aborto clandestino para evitar quedar atrapada en una maternidad forzada. Tres décadas después, la ganadora del Premio Nobel de Literatura 2022 plasmó esa experiencia en uno de sus libros: El acontecimiento
POR MAURICIO TORRES
Francia despenalizó el aborto en 1975. En un artículo escrito para la organización de derechos humanos Amnistía Internacional, la periodista Vega Alonso del Val señala que esa medida se aprobó después de numerosas protestas y gracias al impulso de la entonces ministra de Sanidad, Simone Veil, quien en esa época argumentó ante la ciudadanía: “No podemos seguir cerrando los ojos sobre los 300 mil abortos (clandestinos) que cada año mutilan a mujeres en nuestro país”.
Once años antes, en 1964, la escritora Annie Ernaux fue una de esas mujeres que se arriesgaron a practicarse un aborto clandestino —con los peligros para la salud, la seguridad jurídica y la libertad que ello implicaba—, con el objetivo de evitar que un embarazo no deseado truncara su proyecto de vida.
Ese episodio por el que Ernaux atravesó cuando era una joven universitaria se convirtió en uno de sus libros, El acontecimiento, que más de tres décadas después representó para ella una oportunidad no sólo para hacer catarsis, sino también para alzar la voz por otras mujeres que habían pasado por algo similar.
“Es posible que un relato como este provoque irritación o repulsión, o que sea tachado de mal gusto. El hecho de haber vivido algo, sea lo que sea, otorga el derecho imprescriptible de escribir sobre ello. No existe una verdad inferior. Y si no cuento esta experiencia hasta el final, contribuiré a oscurecer la realidad de las mujeres y me pondré del lado de la dominación masculina del mundo”, escribe cerca de la mitad de la obra.
Publicado en el 2000, El acontecimiento forma parte de una vasta producción que el 6 de octubre pasado fue reconocida con el Premio Nobel de Literatura 2022. Al dar a conocer su decisión, la Academia Sueca destacó “el coraje y la agudeza clínica con la que (Ernaux) descubre las raíces, los distanciamientos y las restricciones colectivas de la memoria personal”.
Las obras de Ernaux, pues, giran en torno a sus experiencias acumuladas. Son relatos sobre aspectos y momentos significativos de sus 82 años de vida. Por ejemplo, la relación con su padre, expuesta en El lugar, o el hecho de que su madre padeciera Alzheimer, sobre lo cual dejó registro en No he salido de mi noche.
Por la materia prima de sus libros, su trabajo es considerado una “literatura del yo” o, en palabras de la escritora y editora mexicana Elvira Liceaga, una “literatura de la intimidad” con valor propio, aunque por décadas ha sido subestimada.
“Es muy, muy importante que le hayan dado el Nobel a Annie Ernaux, porque son unas voces que están escritas desde la intimidad. Entonces, creo que se lo dieron a la literatura de la intimidad, que durante tantos años fue excluida de los cánones y que para mí es la literatura más rica ya desde el siglo XX, y que es gran parte de la razón por la cual leemos”, dijo Liceaga en un episodio del pódcast El Café de la Mañana, emitido días después del anuncio del premio para la autora francesa.
Manuela Eusse Ruiz, académica de la Universidad París Diderot, declaró en la misma línea a The Washington Post: “Annie Ernaux lleva cultivando desde hace ya varias décadas un estilo de escritura que se posiciona un poquito casi que como en rebeldía con el sistema literario (…) Son obras que escribe en un lenguaje súper depurado, muy sencillo, casi que rehusándose al lirismo y rehusándose un poco a utilizar los recursos históricamente usados por la literatura y por las bellas letras”.
“Llevo años dándole vueltas”
El acontecimiento se centra entre finales de 1963 y principios de 1964, desde el momento de que Ernaux se enteró de que estaba embarazada hasta que logró abortar —sin ningún tipo de apoyo del hombre que era su pareja—, para después reflexionar sobre lo sucedido y el significado que aquella experiencia tendría en su vida.
Relato compacto pero sólido, no solamente está escrito con claridad y precisión —sin temor a entrar en detalles sobre lo que la autora-protagonista vio, escuchó o sintió—, sino que también expone el peso que caía sobre las mujeres que se enfrentaban a un embarazo no deseado en la Francia de aquella época.
Quedar embarazada sin desearlo, de acuerdo con Ernaux, equivalía a que una mujer quedara atrapada entre el escenario de ser madre a la fuerza o tener que buscar los medios para abortar. En ese contexto, la primera opción implicaba renunciar a elecciones personales; la segunda, el riesgo de ser descubierta y procesada penalmente por un delito o, incluso, arriesgarse a morir a causa de un procedimiento mal practicado.
En toda su reconstrucción, Ernaux plasma la honestidad y la convicción de alguien que sabe por qué actuó como lo hizo, sin importar que ello significara ir en contra de las normas entonces vigentes, en el plano social o en el legal. Más aún, Ernaux deja ver su molestia con lo que tuvo que enfrentar, así como con un sistema que tanto a ella como a otras mujeres en la misma situación les negaba su derecho a decidir. Y ante eso, escribe como un acto de protesta.
“Llevo años dándole vueltas a ese acontecimiento de mi vida. Cuando leo en una novela el relato de un aborto, me embarga una emoción sin imágenes ni pensamientos, como si las palabras se transformaran instantáneamente en una sensación violenta”, escribe en las primeras páginas del libro.
Más adelante, recuerda sus primeros sentimientos luego de recibir la noticia de que estaba embarazada, su negación, sus pláticas con compañeras y compañeros de universidad y con quienes consideraba sus amigos, sus intentos infructuosos por obtener la ayuda de algún médico dispuesto a actuar fuera de la ley y, finalmente, su alivio cuando otra mujer le dijo con quién podía acudir.
Pero incluso después del procedimiento, subraya Ernaux, los problemas no quedaron atrás. La autora cuenta cómo terminó en el hospital debido a complicaciones que sufrió tras abortar y, también, cómo un médico la discriminó y, con sus actitudes, le hizo ver la forma en la que el sistema de salud daba la espalda a las mujeres francesas.
“Si supiera el apellido de aquel residente que estuvo de guardia durante la noche del 20 al 21 de enero de 1964 y lo recordara, nada podría impedirme escribirlo aquí. Pero pienso que se trataría de una venganza inútil e injusta, ya que su comportamiento no debía ser más que la muestra de una práctica general”, señala.
“Mi historia es la de ellas”
En El acontecimiento, Ernaux realiza una protesta y salda una deuda con ella misma: la deuda de contar lo que vivió y que había mantenido fuera de sus libros por más de 30 años. “Me he quitado de encima la única culpabilidad que he sentido en mi vida a propósito de este acontecimiento: el haberlo vivido y no haber hecho nada con él. Como si hubiera recibido un don y lo hubiera dilapidado”, escribe en las líneas finales del libro.
“Porque por encima de todas las razones sociales y psicológicas que pueda encontrar a lo que viví, hay una de la cual estoy totalmente segura: esas cosas me ocurrieron para que diera cuenta de ellas. Y quizá el verdadero objetivo de mi vida sea este: que mi cuerpo, mis sensaciones y mis pensamientos se conviertan en una escritura, es decir, en algo inteligible y general, y que mi existencia pase a disolverse completamente en la cabeza y en la vida de los otros”, concluye.
Hoy, mientras Francia se acerca a cumplir medio siglo de haber despenalizado el aborto y la marea verde se mueve en diferentes regiones del mundo, la experiencia que Ernaux encapsuló en El acontecimiento resuena, exige atención, se muestra como un testimonio que amerita ser conocido y difundido en los tiempos que corren.
En México, la exigencia por normas que garanticen el derecho de las mujeres a decidir sobre sus cuerpos y el acceso al aborto se materializó por primera vez en 2007, cuando la capital del país se convirtió en la primera entidad en aprobar la Interrupción Legal del Embarazo (ILE).
Desde entonces y hasta la fecha, ya sea mediante reformas o con resoluciones judiciales, ya son 11 las entidades que han despenalizado el aborto —Baja California, Baja California Sur, Ciudad de México, Coahuila, Colima, Guerrero, Hidalgo, Oaxaca, Quintana Roo, Sinaloa y Veracruz—, mientras que en el resto las organizaciones feministas impulsan iniciativas o amparos que hagan posibles los cambios en ese sentido.
Pero tanto en México como en el mundo, las colectivas saben que la batalla por el derecho a decidir es una carrera de largo aliento, no está ganada e incluso puede sufrir reveses. Uno de los más significativos ocurrió este mismo año en Estados Unidos, donde el fallo de la Corte Suprema que revirtió la sentencia del caso Roe vs. Wade y dio a los estados la facultad de legislar en la materia representó una victoria para los movimientos conservadores y antiderechos, y ha generado una profunda preocupación entre mujeres y agrupaciones de derechos humanos.
Dentro de esos contextos mundiales, nacionales y locales, relatos como el que Ernaux plasmó en El acontecimiento adquieren mayor fuerza y actualidad: se erigen como testimonios que, desde la experiencia individual, dan voz a una lucha que es global y que no solamente tiene que ver con el aborto, sino con la demanda de las mujeres por dejar de ser violentadas y tener igualdad en cada aspecto de la vida social.
En su libro —como un paréntesis en su relato personal—, Ernaux recuerda la historia de sor Sonrisa, una mujer que fue monja, cobró fama por interpretar la canción “Dominique” y dejó los hábitos en busca de una vida de libertad. La autora francesa señala: “Sor Sonrisa forma parte de esas mujeres a las que nunca conocí y con las que, vivas o muertas, reales o ficticias, y a pesar de las diferencias, siento que tengo algo en común. Son artistas, escritoras, heroínas, mujeres de mi infancia que componen una cadena invisible dentro de mí. Tengo la impresión de que mi historia es la de ellas”.
FOTO: Annie Ernaux en la conferencia de prensa previa a la ceremonia de entrega del Nobel, en Suecia/ Anders WIKLUND / various sources / AFP
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