Ante la naturaleza indiferente
POR MIJAIL LAMAS
Antoní Marí (Ibiza, 1944) es ensayista, narrador, editor y académico, pero es su obra poética la que lo ha hecho sobresalir como uno de los autores catalanes más originales de los últimos tiempos.
Lo primero que resulta patente en su escritura lírica es la demorada exactitud de sus versos, resultado de la paciencia con que ha construido cada uno de sus libros. Entre cada uno de sus tres primeros títulos: El preludi (1979), Un viatge d´hivern (1989) y El desert (1997), que juntos componen un solo volumen —Tríptic des Jondal (2003)—, hay unos diez años en promedio. La unidad temática y el tono de los tres tomos crean un corpus deslumbrante y concentrado en que la poesía es un viaje por los territorios de la memoria, una recuperación no siempre feliz del paraíso perdido y la búsqueda de una identidad en que se funde el sentimiento con el pensar. Estos tres libros se articulan como una sinfonía cuyos tres movimientos alternan modulaciones similares tanto de ritmos como de pensamiento; el movimiento de la conciencia que reflexiona sobre sí misma se alterna con el movimiento de la naturaleza. Un personaje que escudriña dentro de sí mismo, el sueño y la memoria, e incluso donde estos dos se enlazan.
Después de lo que parecía el final de un ciclo poético, Antoni Marí realiza un cambio de modulación, como lo prevé Isidor Cónsul al afirmar que si continuaran “los compases del contínuum musical” que representa la poesía de sus anteriores libros, sería mediante “la gracia de nuevas modulaciones”.
Han venido unos amigos, traducido del catalán al castellano de manera impecable por Mario Bojórquez, es un libro donde las obsesiones y temas de la poética de Marí persisten, y lo que ha cambiado es la manera en que la música del verso los expresa y también su sintaxis tan característica.
Dividido en quince partes, Han venido unos amigos es un relato en verso que da cuenta del retiro del yo poético quien, aquejado por un padecimiento y en su necesidad de retirarse a la “soledad conmovedora” del campo, se confronta con su propio ser, su relación con las cosas del mundo y la incapacidad de nombrarlo.
El tema del retiro y la convalecencia son recurrentes en la literatura universal; esto no lo ignora Antoni Marí, cuyo conocimiento de la tradición romántica ha quedado probado en sus libros de ensayos y en su ya célebre antología El entusiasmo y la quietud. Antología del romanticismo alemán. Son sus inusitadas tonalidades ensayísticas y narrativas lo que distingue a este nuevo volumen de la forma concentrada y musical de sus anteriores libros; sin embargo, es como si la cadencia del pensamiento que distingue a Marí siguiera presente.
La relación con los elementos de la naturaleza y la forma abiertamente autobiográfica resultan ser influjo del extenso poema The Prelude de William Wordsworth y otros exponentes de la corte romántica. El acercamiento a la naturaleza se demuestra en la detallada y brillante descripción del paisaje del poema II:
Tomen el camino de la izquierda siguiendo siempre
el bancal que detiene un aluvión de pinos frondosos
que dan una sombra espesa que cubre el camino;
cuando giren a la derecha, verán la casa
sobre un monte de algarrobos y alguna encina.
Aún queda un buen trecho por recorrer,
pero el paseo no se hace lento, sino al contrario:
a medida que suban, la vista se ensancha
y el horizonte se abre al poniente con una perspectiva
amable que baja hacia el mar…
Su tono, cercano por momentos a la prosa —que se opone al tono lírico del tríptico previo— recuerda a Eliot, pero la sencillez reflexiva de su pensamiento, así como su meditación en el transcurrir de tiempo y su relación con el espacio que habita es muy cercana a Alberto Caeiro, uno de los heterónimos de Pessoa.
Que hay otros lugares, fuera del mío,
tiempo hace que lo sé, reales,
plenos y vivos, donde la gente pasea y trajina
y va de un sitio a otro y ve lo que los otros no ven,
pero que un día estos otros podrán ver.
Lugares donde protegerse de la tempestad, de los rodeos
y de los callejones de dentro, de fuera, de todo el mundo.
Lugares para morir, si uno tiene ganas de morir
o para poder vivir, si se tienen muchas ganas.
Entre los diferentes registros que ofrece este relato —en el que se mezclan la narración anecdótica de la memoria y el sueño (y la intersección de ambos), la descripción de la naturaleza y sus movimientos, que hacen eco de los de la conciencia de quien la percibe—, encontramos el tono ensayístico que reflexiona sobre la verdad de la poesía, como no lo había hecho Marí en ninguno de sus anteriores libros, y se cuestiona si es posible expresar lo inexpresable mediante las palabras:
¿Cómo hacer inteligible lo que no puede entenderse?
¿Cómo construir un ingenio que pueda mostrar
los estados más puros de la persona,
si la persona es una construcción inverosímil,
un torpe itinerario de tropiezos
y un destino de miseria?
Todo es sombra en esta oscuridad obstinada:
los amigos, los recuerdos, las ideas, los vivos y los muertos;
y esta naturaleza indiferente que, a su pesar,
quiero llenar de sentido, de gracia
y de inteligencia.
La habilidad narrativa que Marí desarrolla a lo largo del poema permite un tono bien sostenido del relato en el que convergen todos los demás registros que se entrelazan de manera fluida, lo que permite avanzar en la lectura del libro como quien camina por un largo corredor que atraviesa quince galerías en que se van alternado distintas escenas de la memoria y el pensamiento.
Hay en estos versos de Marí menos musicalidad que en los poemas del ciclo anterior; sin embargo, la contundencia de sus palabras revela una mayor sabiduría. En ese sentido pareciera que la poesía de Marí se ha visto influida por su prosa ensayística, así como en su prosa ensayística y de ficción está presente el lirismo. Antoni Marí es un gran poeta y Han venido unos amigos un libro inusual y extraordinario.
*Antoni Marí, Han venido unos amigos, traducción de Mario Bojórquez, Valparaíso, Querétaro, 2014, 96 pp.