Antología Estridentista: Manuel Maples Arce y Arqueles Vela en “El Universal Ilustrado”
Los siguientes textos forman parte de la huella histórica que la vanguardia mexicana dejó en El Universal Ilustrado
POR MANUEL MAPLES ARCE Y ARQUELES VELA
Arqueles VELA, “La Tarde Estridentista. Historia del Café de Nadie” en El Universal Ilustrado, 362, 17 de abril de 1924, pp. 37, 57.
Como nuestros lectores se habrán enterado ya –por la bien observada y brillante crónica que Crispín escribió en nuestro colega “El Universal”– del festival estridentista, hemos creído de más interés publicar la “Historia del Café de Nadie”, leída por su autor en dicho festival, que hacer una segunda crónica.
Antes que Maples Arce descendiera el umbral de este Café, nadie había percibido el estado de inexistencia en que se encontraba y se moría. Su vida inerte de catástrofe, de edificio sepultado por un gran cataclismo, se insinuaba con esa vaguedad de las estancias solitarias, empacadas por un trágico y cósmico olvido.
Sus paredes, sus muebles, sus espejos, sus meseros estaban con la actitud latente de vida con que deben estar los objetos, las personas y las cosas de una ciudad petrificada. De una ciudad que en plena actividad se estatiza de hastío y de lava… De una decoración cinemática interrumpida y paralizada inusitadamente por un descuido del manipulador, en la que todo espera el momento de volver a la realidad, de enhebrar su paisaje y su argumento.
Maples Arce penetró a este Café con el mismo estado espiritual de aquel espectador que patea y se sonríe de un episodio revelado en la pantalla intermitentemente…
En el instante en que nosotros abordamos su “negligée” e impulsamos su inercia, en el instante en que nos asomamos a su vacío, con la misma desconcertante incredulidad y verosimilitud con que nos asomamos a los visillos de un sueño, su historia se fue desenrollando de nuevo. Los meseros rectificaron su inclinación y remendaron el intermedio de su inestabilidad.
Su idiosincrasia se quedó en un estado de convalecencia, de desconcierto, de inadaptable. Sobre todo, de inadaptable. Es un Café sombrío, huraño, sincero, en el que hay un consuetudinario ruido de crepúsculo o de alba. De nadie. Por eso Ortega le ha llamado así. No soporta cierta clase de parroquianos, ni de patrones, ni de meseros. Es un Café que se está renovando siempre, sin perder su estructura ni su psicología. No es de nadie. Nadie lo atiende, ni lo administra. Ningún mesero molesta a los parroquianos. Ni les sirve…
Por esta peculiaridad somos los únicos que se encuentran bien en su sopor y en su desatención. Somos los únicos parroquianos del Café. Los únicos que no tergiversan su espíritu. Hemos ido evolucionando hasta llegar a ser ese nadie… para que sea nuestro y exclusivo…
En su primitivismo –biselado de modernidad–, en su retrospectivización, hemos buceado la clave de la vida y del arte…
En la atmósfera de este Café no existe ni se puede comprobar ninguna ley física.
Las personas, los objetos, en su espacio eterizado [sic] de pensamientos, tienden a ascender…
En los momentos de intimidad, todos estamos en el vértice de su ángulo espiritual, refutando la impenetrabilidad.
Emergemos con la divergencia de un gran reflector zodiacal, que todavía no se inventa en Nueva York…
Sus paredes, estucadas de tiempo y de inviolabilidad, son como un rompeolas de las banalidades y pequeñas cosas que arrastra la marejada callejera que invade y enrarece el oleaje de senos y de voces de los otros cafés.
En su árbol luminoso hemos cortado el fruto incandescente de la sabiduría…
Su silencio y desolación comprende nuestra hermeticidad y no nos habla sino con el eco de las frases de los meseros, colgadas en la pared:
BEBER MOCTEZUMA
O NO BEBER
FUME PRIMORES DE EL
BUEN TONO
Pero nosotros sabemos que estas insinuaciones esconden las mismas supercherías que las de los meseros y bebemos y fumamos otras marcas.
Bebemos el alcohol que destilan las tardes y prolongamos las horas, fumando una tabaquera de ideas…
Liamos indolentemente, voluptuosamente, inconsútiles cigarrillos intelectuales, engargolados de sentimentalidad o de rebeldía y cuadriculamos la atmósfera de sugerencias arácnidas que acechan y desechan cualquier frase importuna de los parroquianos noveles.
Con ese humo denso de las ideas se ha ido formando, creando, una nueva y original mentalidad a los personajes que surgen de la oportunidad y casualidad de las charlas o a los que permanecen detrás de nuestro “APARTAMENT” literario…
Con la plastilina de las pláticas, con la genialidad, la tontería y la frivolidad de algunas frases nuestras, se han modelado varios parroquianos. Los que faltaban para que fuera un real y tumultuoso Café.
Aquí, surgió, de pronto, de la mal comprendida ductilidad de una frase, el reclamista(1) del ESTRIDENTISMO, el que lo ha voceado en las callejuelas de los periódicos, con un aparente gesto disturbiador. Pepe Elguero(2) se inventó, se confeccionó su traje y se psicologó [sic] en una de nuestras charlas…
Las mujeres que han pasado por el “boudoir” ideológico del Café, son todas las mujeres. Todas son aquella “DAMA QUE CONOCEMOS” que nos dejara una remembranza y una nostalgia, del momento sutil en que se asomó a las vidrieras de nuestra inconformidad con las mujeres…
En este ángulo del Café, nuestro laboratorio intelectual y sentimental, construyó Maples Arce el andamiaje de sus poemas (3) . Aquella silla recopiladora de las formas y la languidecencia de las mujeres, reconstruyó “LA SEÑORITA ETC”.
En este ángulo del Café, empezamos a creer en algo del más allá, en otro plano más mullido para esa gran pereza papal que nos aletarga sobre el ajetreo y lo innecesario de la vida.
En este ángulo nos acercamos al horizonte de la irrealidad. Sobre él estamos siempre, esperando el momento de pasar a lo subconsciente.
Porque eso, es este Café, una estación de tránsito entre lo objetivo y lo subjetivo.
Es como un “pullman” en el que viajamos hacia todos los viajes…
Manuel Maples Arce, “Jazz=XY” en El Universal Ilustrado, 3 de julio de 1924, pp. 15 y 44.
A Carlos Noriega Hope
En esta igualación explosiva del enunciado poemático neo-musical-jazz-XY, etc., XY, sólo representa una proposición constructiva: teoría del sonido (vibración regular de los cuerpos en su disposición de equilibrio) como en álgebra cantidades-hipótesis; en plástica volúmenes, calidades y dimensiones; en poesía, imágenes directas, indirectas, multánimes, etc., más una raíz cúbica (expresión neo-plasticista) de los ritmos sincrónicos sincopados en sus descomposiciones tonales. La técnica del poema musical, así reducida a expresión ecuativa, tiene los caracteres de abstracción, universalidad y comprobación, fundamentales a todo sistema.
Futurismo y estridentismo
No hace mucho tiempo, en Milán, capital del movimiento futurista, Luigi Russolo lanzó una nueva teoría de la música, en la que fundamentalmente expone: “se puede por medio de los ruidos ejecutar las melodías diatónicas y cromáticas en todos los tonos posibles de la gama y en todos los ritmos.” ¿Pero es que los “ruidos”, sujetos a la aritmética de las valoraciones tonales, no son un sonido en realidad? Esto que para Russolo es un “ruido”, para mí es expresión musical. La diferencia entre el ruido y el sonido consiste en la estabilidad o inestabilidad de las vibraciones (de 16 a 48,000 perceptibles), producidas por los cuerpos sonoros. La crítica certera de Henry Bidou ha confirmado después mi juicio inicial. M. Bidou cree que el aporte hecho por el líder futurista se refiere, únicamente, a la invención de los timbres nuevos, producidos por la variabilidad de los instrumentos orquestales.
En el jazz, la sugerencia de ruido, para los oídos educados en el simplicismo de las expresiones musicales melódicas y armónicas, depende de la realidad auditiva producida por la sincopación y fusión de los ritmos (elemento estridentista) en su dimensión enunciativa (duración), creando para ellos un desequilibrio ideológico, desconocido para nosotros, equilibrados dentro de una nueva naturaleza, en donde a veces, los sentidos, delimitándose y superponiéndose, por momentos parciales, movimiento que ha llegado a constituir una función orgánica normal, y llegan a crear así, una supra-sensibilidad cambiante, diversa y originalísima.
La realidad nueva
La civilización occidental, en su vigoroso esfuerzo constructivo y superatriz, ha ido rectificando a la naturaleza, a veces, corrigiéndola y quizá, a veces también, superándola. No crea en realidad, pero sí organiza y construye aprovechando sus elementos naturales. Acumula intereses y multiplica los tantos por ciento. Los caminos de hierro y los grandes “trust” internacionales. Aparato respiratorio; chimeneas. Oímos un concierto en Singapore, y después la catástrofe antípoda que se desploma en el acoplador mecánico. Es una realidad la trasmisión de la fotografía a distancia. Y finalmente, ha desacreditado el analitismo racionalista, exposición doctrinal, hasta la primera mitad del siglo XIX. Pero después, la humanidad tiene que sufrir, como una consecuencia integral de las leyes bio-sociales, la imposición evidente del medio transformado por ella, en el decurso de los últimos tiempos, creándose a sí misma una sensibilidad novísima. El hombre, vuelve a ser primitivo, original y sincrónico.
Música negra
Ese nuevo estado de espíritu, a la importación continental de la música negra, hecha primero de las Antillas y posesiones franco-inglesas de Sudán ya degenerada, y después, de algunas tribus caníbales de sud-África, de donde tomó el jazz norteamericano sus primordiales elementos técnicos y estructuración polirrítmica dinámica, encontró una identidad espiritual y una ideología favorable a su porvenirismo.
El sentimiento más definido e intensamente vital, entre los pueblos primitivos, es seguramente el religioso, primero, y después el estético (la música y la danza), manifestación deductiva de aquél, y cuyo sentido místico fue desvirtuándose más tarde por las costumbres profanas.
La raza negra, que por espacio de muchos siglos ha estado sumida en la esclavitud, o expuesta a los rigores de la naturaleza, nos ha dado esta música profundamente humana y casi subterránea. Sólo un sentimiento apasionado, y una técnica –tan honda- del dolor, podrían haber realizado este milagro palpitante.
Teoría
La estructuración mecánica de las grandes ciudades modernas, en su expresión auditiva (el ruido de los motores, el silbato de las sirenas, la trepidación de las máquinas y todas las manifestaciones fonéticas Brrs ttrns!!! trff tRRReSSNNN bbbRRr Ruuuuu!! De los automóviles, trasatlánticos, aeroplanos, etc., considerados como elementos arquitecturales del jazz, poema neo-musical, debe sólo recordarse en su valor sugerido, y no real, pues esto, que llama P[iet] Mondrian, en substitución a lo pintoresco, lo más o menos matemático, no es otra cosa sino lo mismo pintoresco de la realidad nueva; pero no por eso menos evidente que la anterior. Hacer arte de lo pintoresco es hacer arte superficial. Todo debe ser superación. La música, no expresa esa realidad exterior, ni siquiera la interpreta; se sirve de esa noción física, para construir también su realidad propia en el desarrollo temático del poema. La música negra, éxito vial y estridentista, tiene el secreto de una ideología animal, violenta y subversiva. Los burgueses se sublevan, pero a pesar de todo, viven el ritmo de su animalismo mecánico.
Manifiesto
Hoy asistimos a la pista de lo sensacional toda sonora y cambiante de emoción. Súbito, el auditorio se ha puesto lívido de estupor: una estrella equilibrista cayó del trapecio entre la maquinaria de la noche. Todos exclamamos: ¡Ah! Después todo se acerca y se distancia. El navío levó anclas. El Atlántico la ha ido dejando en cada puerto. Sus abrazos blancos, como el poema de Max Jacob, habían llegado a ser todo nuestro horizonte. Trombones caníbales aullarán a su presencia, siempre sorpresa, hoy en Haití, mañana en Nueva York. Entonces, ¿para qué una gran frase romántica?
Arqueles Vela, “Estridentismo automovilístico. Literatura Balloon”, en El Universal Ilustrado, 446, 26 de noviembre de 1925, p. 50.
Estridentismo Automovilístico
LITERATURA BALLOON
Por ARQUELES vela
MANIFIESTO
Una llanta BALLOON es tan mórbida como una mujer…
—o—
PRECURSORES
Marcel Proust, que ha ido inflando la emoción hasta darle cierta ingravidez, cierta aerostaticidad [sic] espiritual.
—o—
TÉCNICA DE LA LITERATURA BALLOON
Exaltar los sentimientos concéntricos. Dar a las ideas y a las sensaciones un matiz etéreo. Hinchar las frases de idealismo hasta hacerlas ascender, impulsadas por una infinita gracilidad, como esos pequeños globos con que juegan los niños en los días de fiesta.
Convertir cada emoción estética en un paracaídas del sentimiento que ha perdido por completo las nociones de la ley de gravitación. Es decir, en un paracaídas que no caerá nunca, sostenida en la perspectiva por un principio emotivo que la mantendrá flotante, cautiva en la atmósfera intelectual.
Destruir el desplazamiento de toda creación cerebral. Soltar las amarras a las concepciones a fin de que no tengan ninguna reminiscencia terrestre y boguen con ese movimiento de las “boyas” en las noches de la alta marea.
Que las emociones se emproren (4) hacia un sensacional “raid” de la espiritualidad, batiendo todos los “records” del automovilismo y de la aviación.
—o—
MUESTRAS DEL BALLOONISMO
LA MUCHACHA DE LAS CARRETERAS
(Novela acelerada)
Él no la conocía, pero adivinaba sus caprichos. Un amigo incidental presentósela una tarde. Precisamente esa tarde en que el aspirómetro marca 180 millas por hora y en que sus miradas llenas del “kohl” de los presentimientos los lleva, indefectiblemente, hacia la noche, no por nada, sino porque ella gustaba de recorrer los paisajes a la hora embromada del crepúsculo, cuando las cosas se pierden entre la maraña de las sombras y las carreteras se hacen más intrincadas, más estrechas, más propicias a las sorpresas del volante, porque en esos momentos imprecisos, sus ojos se velaban de visiones aciagas y sobre todo porque entonces no se ven las flechas impertinentes de las disposiciones del tráfico, que son las que pinchan los neumáticos de la emoción…
A medida que sus manos se aferraban más y más al volante y sus pies hundían el acelerador, ella se sentía más libre, más segura, como si hubiese dejado allá abajo los peligros de los caminos.
Sus sonrisas, deshiladas por el viento noctámbulo, se prendían de los ramajes del paisaje atropellado y revuelto, mientras sus palabras entrecortadas por las hondonadas de sus pensamientos se dispersaban en el parabrisas.
Él, impasible, veía cómo las luces de la ciudad se iban apagando, haciendo difusas, pequeñitas, pero conservando siempre su distancia, tal si la perspectiva ascendiera como un vaho hacia ellos, ya perdidos en los laberintos de las nubes oscuras de la inconsciencia.
Parecía que el automóvil transitaba por un campo virgen, abriendo nuevos caminos, los preferidos por los turistas atrevidos, renuentes a los especificados por la S. C. O. P., orientándose por las carreteras de los sueños…
Los dos comprendían que este viaje concluiría con un beso. Sin embargo, guardaban la distancia reglamentaria, como para hacer el recorrido más sensacional, más emotivo.
De pronto se vieron abrazados, confundidos entre la catástrofe, detrás de la línea divisoria del horizonte, la única que podía estropearles la carrera…
EL APARTMENT
(Teatro)
ESCENA XXV
(La escena representa un hall circular. Un diván. Una mujer sentada, viendo hacia la ventana de la indiferencia. Un hombre enraizado por el amor la contempla fijamente.)
ÉL.— Es usted la misma de ayer. Pero me parece que ha crecido un poco. . .
ELLA.— Eso mismo me han dicho, en el baile, todos mis amigos.
ÉL.— Su silueta se alarga, se estiliza cada día, con el alba.
ELLA.— ¿De veras?…
ÉL.— Parece que toda usted se fuera insuflando de la alegría de vivir…
ELLA.— Tan galante como siempre.
ÉL.— Presiento que un día, una tarde o una noche, se irá, se embarcará en el “pullman” de los ensueños…
ELLA (sonriendo).– Será nada más por unos cuantos días, mientras pasan mis vacaciones.
ÉL.— En este momento percibo el rumor de su voz como a 575 metros sobre el nivel del mar.
ELLA (haciendo mutis por una puerta falsa).— Más tarde, más tarde… Cuando me sienta completamente exhumada de esta pesadez, yo le hablo. 127-127-38 Eric. ¿Verdad?…
ÉL (como recordando una sugerencia del Manual del Perfecto Conquistador. Rectifica el número del teléfono. Hace un gesto de medio mutis. Sonríe. Enciende un cigarrillo. Toma el elevador.)
TELÓN
Arqueles, Vela “La sonrisa estridentista”, en El Universal Ilustrado, 450, 24 de diciembre de 1925, p. 24.
LA SONRISA ESTRIDENTISTA
Por Arqueles Vela
Como hay la sonrisa romántica, parnasiana, impresionista, posimpresionista, paroxista, etc., etc., hay también la sonrisa estridentista y debe de haber la suprerrealista [sic].
Se debía hacer una antología de las sonrisas para apreciar sus analogismos y descubrir sus delimitaciones y un MANUAL DEL PERFECTO SONREIDOR que orientara y enseñara a los diletantes la manera de usar las sonrisas en los teatros, en los salones elegantes, en los bailes, en el cine y en las reuniones en que se dicen chistes internacionales. Porque, es indudable que en cada uno de esos lugares se necesita una sonrisa diferente que tenga cierta afinidad con lo que hace sonreír, que sea algo así como el corolario de la intención humorística y brote, simultánea, con los puntos suspensivos que dejan las situaciones equívocas de la vida, exprofesamente, para que se llenen de sonrisas.
Leyendo y releyendo el MANUAL DEL PERFECTO SONREIDOR, los hombres de salón y las mujeres —que no hacen más que sonreír— se abastecerían de una serie de sonrisas, salvadoras de los instantes más comprometedores, más indecisos, más peligrosos, de los que no se puede salir, sino con la salvedad de la sonrisa.
En esas páginas analíticas, aquel hombre que destruye lo más risible con la bocanada de su sonrisa y aquella mujer que diseca la alegría con la perennidad de su sonrisa, encontrarían las insinuaciones apropiadas para utilizar el eclecticismo de la expresión jovial.
Nuestra sonrisa, estridentista por destructora, por avasalladora, por intencional y no por ESTRIDENTISTA, no tiene los subterfugios románticos, la plasticidad parnasiana, la premeditación impresionista, la rectificación posimpresionista, la irrupción paroxista, la etc., etc., ni tendrá lo más allá del suprerrealismo [sic].
Es una sonrisa imperceptible y paradójica, estilizada. No hay en ella ningún resabio subversivo. Nos reímos de que a la gente literaria se le resbalen y se le caigan las ideas al tropezarse con sus pensamientos, con una expresión intro-objetiva. No con esa desfachatez y con esa carcajada cotidiana de los que ven a alguien rodar sobre las escaleras de la comicidad.
La nuestra es una sonrisa que ha pasado por todas las descosiciones, descubriendo su verdadero matiz. Hemos ido despabilándola hasta dejarle, únicamente, su incandescencia, su pureidad, que es la que nos libra de la insolación de la sonrisa.
Algunos dicen que lo que escribimos es humorístico. Es probable. Pero es un humorismo sin lo anecdótico de todos los humorismos, sin trucos, sin circunvalaciones que vayan situando y circunferenciando la intención, sin las bambalinas del humorismo, en las que las perspectivas no tienen ese graderío de los demás humorismos. Está en todos los planos.
Nuestra sonrisa es una sonrisa deportista. Usamos las raquetas del humorismo para mantener los conceptos y las frases en el aire idealista de los campos intelectuales, en una reciprocidad admirable, sin tocar la red de la realidad…
Por esa facultad de no dejar que las ideas se desplacen como las de la generalidad, es que parecemos incongruentes y disparatados. Sin embargo, eso hace que nuestra sonrisa sea verdadera, sincera, con la verdad y la sinceridad, con la incongruencia de la vida, que todavía no tiene ningún argumento.
Entre todas las sonrisas, la nuestra se enreda y desenreda en los instantes, explayándose, recogiéndose, inutilizando y vivificando los contrastes, desmatizándose a cada momento, porque como es transeúnte, no se refugiará nunca en los museos intelectuales.
NOTAS:
1. De réclame, publicidad en francés, no de reclamo.
2. Personaje inventado por Maples Arce, con ese nombre publica un artículo contrario al estridentismo en Excelsior, para concitar polémica.
3. Alude a “Andamios Interiores”, (año).
4. Emprorar es un verbo de época hoy caído en desuso, originalmente náutico, dirigir la proa del barco en determinada dirección, enrumbar. Se utiliza generalmente con sentido metafórico. Así también lo hace Maples Arce en Vrbe.
FOTO: Imágenes que ilustraban “La Tarde Estridentista. Historia del Café de Nadie”, publicada en El Universal Ilustrado, 362, 17 de abril de 1924, pp. 37, 57./ Crédito de foto: Archivo El Universal
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