Antoniorrobles: genial, irónico, tierno y surrealista
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Este 18 de agosto se cumple el 125 aniversario del caricaturista Antoniorrobles, exiliado español, quien sumó a la cultura mexicana un humor superrealista, y desde su trinchera como escritor, guionista y editor de diversas publicaciones, fue un renovador de la literatura infantil
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POR AGUSTÍN SÁNCHEZ GONZÁLEZ
Érase una vez un niño llamado Antonio Joaquín Robles Soler. Su cuna fue Robledo de Chavela, donde nació hace 125 años, el 18 de agosto de 1895. Su infancia transcurrió en esa región cercana al Monasterio del Escorial, una de las maravillas del mundo moderno.
En esa zona natural, mágica, creció y ello alimentó la creación de quien es considerado uno de los renovadores de la literatura infantil.
Desde pequeño mostró sensibilidad e inteligencia y comenzó a destacar por su originalidad: de 1918 data su primera publicación en La Tribuna, de Madrid, donde colaboraban Ramón Gómez de la Serna, Ramón Pérez de Ayala y Bagaría, uno de los genios del humorismo gráfico español.
Años después, se integró a Buen humor, un semanario satírico donde colaboraban una pléyade de artistas como, de nuevo, Gómez de la Serna, que para entonces ya era la gran figura de la vanguardia literaria y sus greguerías eran famosas; Enrique Jardiel Poncela cuya presencia habría de destacar dentro del teatro del absurdo, así como los humoristas José López Rubio, Édgar Neville, Kato, K-Hito, Tono o Mihura, quienes, aglutinados en torno al creador de greguerías formaron un grupo innovador y de vanguardia.
En 2002, en el Museo Reina Sofía, de España, se presentó Los humoristas del 27, una de las pocas muestras en el mundo en donde el humor es el núcleo central, reivindicando el trabajo de este grupo que representaba una vertiente diferente a la llamada generación del 27, de los poetas Dámaso Alonso, Rafael Alberti, Jorge Guillén, Federico García Lorca, Luis Cernuda o Pedro Salinas.
En 1983, López Rubio fue admitido como parte de la Real Academia de la Lengua y pronunció un discurso en torno a ambos. En una parte, cita a Pedro Laí que escribió: “hay una Generación del 27, la de los poetas, y otra generación del 27, la de los “innovadores” –los creadores, más bien– del humor contemporáneo”.
Este conjunto de humoristas fue partícipe de revistas como Buen humor, Gutiérrez, La Ametralladora y La Codorniz. Todas de humor, girando en torno a Gómez de la Serna, quien había sentenciado: “El humorismo es una anticipación, es echarlo todo en el mortero del mundo, es devolvérselo todo al cosmos un poco disociado, macerado para la paradoja, confuso, patas arriba. Cuanto más confunda el humorismo los elementos del mundo, mejor va”.
Robles formó parte de este grupo pero, a diferencia de la mayoría de ellos, su obra quedó en el limbo (López Rubio ni siquiera lo menciona). Su presencia fue borrada por la historia oficial del franquismo depredador.
Su extensa bibliografía parte de 1922, con La guerra de lo humano; en 1923, Tres (Novela de Pueblo), y al año siguiente El archipiélago de la muñequería (Novela de colores), con 18 greguerías de Ramón Gómez de la Serna. Así comenzó una innumerable lista libros.
Su hemerografía también es vasta. Desde el periódico El Triunfo, pasando por las revistas mencionadas y otras como Macaco, Gente Menuda, hasta llegar a México y publicar en Paquín, Rompetacones, Don Timorato, Excélsior y El Nacional.
Si bien la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes le otorga un espacio digno, se hace necesario compilar una biblio-hemerografía lo más completa posible, tanto de su obra en España, como en México.
El renovador de la literatura infantil
En 1925 Antonio Robles colabora en la revista Pinocho, que dirigía Salvador Bartolazzi; a la par, el humorista K-Hito lo estimuló para que mantuviera esa línea infantil y con él, hizo Macaco, para mantener presencia en publicaciones para los infantes, como las mencionadas antes.
Dirigió la revista El perro, el ratón y el gato, en 1930, donde conjuntó a los mejores ilustradores y humoristas; al año siguiente obtuvo el Premio en el Concurso de Libros Infantiles, con Hermanos Monigotes; en el prólogo, Ramón Pérez de Ayala lo señala como “El primer escritor infantil, incluso en el sentido del único”.
En El País, en la nota que habla de su muerte, el 23 de enero de 1983, Rosana Torres escribió: “El motivo que le llevó a escribir para niños fue un inicial rechazo por los cuentos de fantasía, en los que se narraba a los niños atrocidades y hechos, escabrosos. El descubrió que la fantasía no necesita de seres imaginados y que puede personificarse en personajes contemporáneos, lo que significó en su época una nueva concepción de la literatura infantil. Su obra, llena de humor superrealista y rica en juegos de palabras, está impregnada de bondad y amor por las cosas, objetos y animales, verdaderos protagonistas de sus libros, en los que falta la figura del niño, y de rechazo total a la violencia y crueldad”.
Antonio Robles fue un intelectual militante y en 1937 fue electo diputado por Izquierda Republicana. Su espíritu combativo, su compromiso con la cultura y su idea de que la literatura podría combatir al fascismo y a la ignorancia, sinónimos al fin y al cabo, generó que al triunfo del franquismo debiera abandonar España.
Llegó a México en abril de 1939 y de inmediato se integró al mundo cultural en la revista Paquín, escribió la historieta “Los mosqueteros vuelven”, ilustrada por José Luis Benlliure, según rescató recientemente Raquel Peña. En el número 2 de la revista El Cuento, de ese mismo año, publicó “La princesa, los bombones y el concurso de los aviones”. Comenzó un recorrido que duró 33 años en México: EDIAPSA editó Rompetacones, en un semanario tamaño tabloide y luego Los jueves en el Colegio de don Ramón, según consignan Juan Manuel Aurrecoechea y Armando Bartra en tomo II del clásico Puros cuentos.
Dado su prestigio de escritor de temas infantiles, se abrió una plaza para que impartiera la clase de literatura infantil en la Escuela Normal de Maestros. Desde ese espacio educativo fue comisionado para impartir charlas y conferencias a profesores de diverso estados de la república durante el tiempo que vivió en nuestro país.
Su presencia en el mundo editorial mexicano es vasta. Publicó más de una docena de títulos: 20 volúmenes de Aleluyas de Rompetacones. Cien cuentos y una novela, con ilustraciones de Ramón Peinador; Un gorrión en la guerra de las fieras, con dibujos de Gabriel Fernández Ledesma; 8 estrellas y 8 cenzontles (Novela de sueños infantiles), Rompetacones y 100 cuentos más; Cuentos para la escuela primaria y La bruja Doña Paz, entre otras. Esta última, fue premiada por el Comité Anglo-Norteamericana de las Naciones Unidas.
Su obra periodística se encuentra dispersa en diversos medios: más de doscientos cuentos en la revista Mañana, su columna “Zig-Zag”, en Jueves de Excélsior, que a la postre se recogió en un volumen, cuya portada la hizo Freyre; decenas de crónicas de humor y nostalgia por la patria perdida en su columna “Columpio”, del periódico Excélsior.
En Se comió el lobo a caperucita recoge las conferencias impartidas en Bellas Artes con temas de literatura infantil, presentado por Alfonso Reyes, que lo ubica al lado de autores como Perrault, Lewis Caroll o Stevenson. “La literatura infantil, escribió Reyes, sólo puede lograrla quien sea poeta y hombre bueno en el grado de Antoniorrobles”.
Destaca el libro José Guadalupe Posada: Monografía, cuyo tiraje de miles de ejemplares en la colección “La Honda del espíritu”, de la Secretaría de Educación Pública, en 1969, que tuvo un gran impacto y que fue el eslabón entre las primeras versiones de Posada y los estudios recientes sobre el creador de La Catrina.
Participó como guionista en Los cuentos del Tío Polito, que transmitía XEW, cuyo éxito se debió, entre otros, sin duda, a sus textos; además, realizó unas cincuenta comedias infantiles, hoy extraviadas debido a que no existe memorias de la radio, dado el carácter efímero que tiene y a que, técnicamente, no era posible mantener grabaciones de todos los programas que se transmitían.
Su obra como humorista en México, lo más desconocida hasta ahora, apareció en la revista Don Timorato, donde realizó diversas secciones mezclando textos humorísticos con ensayos fotográficos, con una mirada desde lo absurdo. Sus colaboraciones son una lectura de humor vanguardista, utilizando fotomontajes y jugando con la realidad de la vida cotidiana.
“Un minuto a damas… sección del Vizconde del amor”, muestra a un autor que deja perplejo a sus lectores debido al absurdo lenguaje aunado a una imagen irracional que genera y evoca el surrealismo con que Luis Buñuel muestra la navaja que corta un ojo de mujer en El perro andaluz.
Justo un vanguardista poco conocido de la caricatura mexicana, RAM, logró una caricatura magistral dedicada, justamente, “al excelentísimo señor Don Vizconde del amor “. “La multitud de puntitos que cubren este dibujo, no son de RAM, son de mosca. Lo cual no deja de ser una animalada poco cultural”.
En “Animaladas”, otra sección, texto e imagen son un juego donde consolida el concepto del trabajo que desarrollaba desde la España y se refleja su visión del arte, del humor, del juego absurdo de la vida, la cotidianidad y la presencia del hombre como parte del reino animal.
Treinta años después de haberse publicado estas obras, seguramente poco entendidas pues no volvieron a publicarse, en 1972, Antonio Robles Soler regresó a Madrid. Tenía 77 años y una gran nostalgia después de tener que abandonar su tierra. Por entonces, poco se sabía de su obra.
A pesar del olvido, Carmen Martín Gaite lo puso en circulación de nuevo. Lo calificó de “genial, irónico, tierno y surrealista” y que detrás de mis mejores cuentos late la sombra de Antoniorrobles”.
Murió en 1983, en El Escorial, donde había fijado su residencia. Desde entonces, la recuperación de su obra ha sido paulatina en su tierra.
En México, en cambio, aún se espera la historia de un hombre bondadoso que acogió a este país como parte de su vida y de su proyecto educativo, para entregarnos una obra que tenemos que recuperar y asumir como parte de nuestro historia cultural y de la educación infantil que, hoy en día, parece una utopía.
FOTO: Antoniorrobles con su gato Zapato y su perro Violín. Circa 1950./ Familia de Antoniorrobles