Apología de la mano
POR GILBERTO PRADO GALÁN
Con La mano siniestra de José Clemente Orozco, el escritor Ernesto Lumbreras obtuvo el 12 Premio Internacional de Ensayo convocado por la editorial Siglo XXI. Conformado, en atención a su estructura externa, por capítulos de doble abordaje temático distribuidos con alternancia: reflexiones sobre la biografía y la trayectoria del pintor muralista y disquisiciones acerca de la mano en vertientes que nos hacen recordar la afamada sentencia: la ontogénesis es una recapitulación de la filogénesis, esto es, la vida del individuo reproduce de modo fiel la historia de la especie: “En algún momento de la evolución de las especies a algunos antropoides les resultó más práctico y con mayores beneficios caminar en dos patas; por ese mismo periodo del reloj de la cuenta larga, también, comenzaron a construir las primeras herramientas”.
A lo largo del libro el ensayista despliega una gran curiosidad que tiende puentes entre disciplinas disímbolas con el énfasis puesto en la poesía. Los versos de Blanca Luz Pulido, José Ángel Leyva, José Juan Tablada, Carlos Pellicer, Luis Cernuda o Juan Manuel Roca giran sobre el gozne de la mano como motivo de análisis y disparador de un poderoso texto irrigado por los capilares de un copioso anecdotario a partir de la pérdida de la mano izquierda de José Clemente Orozco. La hipótesis central del libro es la importancia cardinal de la mano como primer cerebro o, en la simetría en cruz, del cerebro en forma de mano: tópico que abre y cierra un ensayo donde la dignidad de la prosa (Borges dixit) traza bosquejos de grandes mancos que en el mundo han sido (Miguel de Cervantes, Ramón María del Valle Inclán, Salvador Díaz Mirón, Paul Wittgenstein, Álvaro Obregón y una larga fila de etcéteras), pasajes de películas donde la mano ejerce su poderoso imperio (Luis Buñuel, Karl Freund o Milos Forman) e, incluso, viñetas o estampas de bella estirpe que no rehúyen el dato escatológico o la mirada cómplice de, por ejemplo, el poeta da las dos fuentes encontradas (gallego y castellano), me refiero a José Ángel Valente.
Lumbreras espiga en los pliegues y repliegues de la vida de José Clemente Orozco y encuentra episodios reveladores y aristas desconocidas del personaje, como la charla del pintor con Julio Scherer: “El relato contado a Scherer suena creíble, en especial, el tema de la mano, posiblemente todavía tabú para el José Clemente Orozco de aquel periodo. Faltarían unos años más para que el artista exorcizara la pérdida pintándola con delectación y belleza en los muros de la Escuela Nacional Preparatoria y en la Casa de los Azulejos”. En cada tranco del libro es perceptible la pátina del poeta deslumbrado por sus hallazgos.
En La mano siniestra campea, además, una avalancha de citas extraídas de obras clásicas donde la mano impera: el espectro incluye Las manos de mamá de Nellie Campobello o La mano encantada de Nerval o “La mano del comandante Aranda” de Alfonso Reyes. La propuesta analítica de Lumbreras se detiene, asimismo, en las manos dibujadas o caricaturizadas por Orozco en sus murales y también focaliza su empeño crítico en la función sobre-compensadora de la mano que ha perdido su contraparte en magos, pianistas, pintores y combatientes como Cándido López, el manco de Curupaytí. Se agradece el tono de este grupo de ensayos iluminados por las irisaciones manuales: cálido, entrañable e, incluso, erizado de guiños autobiográficos como la mención de la hija del autor (Andrea) o como el capítulo que remata el libro con un apretón de manos, donde sobresale la chispa etílica compartida con el escritor Eusebio Ruvalcaba en Villahermosa, Tabasco: “Una noche, al finalizar las actividades de la jornada de la Feria del Libro Universitaria, el escritor tapatío Eusebio Ruvalcaba nos compartió –en una mesa de amigos próxima a la alberca, con las obligadas cervezas y los necesarios tequilas– la historia trágica, y a un mismo tiempo, heroica del pianista austriaco Paul Wittgenstein (1887-1961) a quien, a los 27 años, se le amputaría el brazo derecho en el frente ruso después del asalto fallido a Polonia durante la primera guerra mundial”.
Mientras recorría las páginas de La mano siniestra de José Clemente Orozco pensé en los numerosos pares de manos de los lectores agradecidos. El libro de Ernesto Lumbreras, por su generosidad sapiente enemistada con la solemnidad petulante, logra desvelar ángulos apenas entrevistos de la vida y de la obra de un pintor que, como explica el poeta “convivía con su ausencia anatómica sin ningún tipo de apremio o agobio fueran estos psicológicos o físicos”. Mis parabienes a Ernesto Lumbreras por este libro de corazón tan inteligente como fraterno.
Ernesto Lumbreras, La mano siniestra de José Clemente Orozco, Siglo XXI, México, 2014
*FOTOGRAFÍA: A partir de la ausencia que José Clemente Orozco tuvo de la mano izquierda, Ernesto Lumbreras explora la vida del muralista mexicano / Especial