Arena del debate
Un honor inmerecido
Estimado Sr. Christopher Domínguez:
En su artículo “Autopsia del Crack” del 9 de abril publicado en este suplemento, usted se excusa de evaluar al autor Ricardo Chávez Castañeda como miembro del grupo en estos términos: “Descarto de mi disección al veterano Chávez Castañeda, cuya pertenencia al grupo siempre me pareció forzada, tan es así que se dedicó a la hagiografía de sus jóvenes amigos pronosticando que enterrarían viva a la literatura mexicana y a quien perdí de vista sabiéndolo actor de dos actividades en apariencia contradictorias: competir como novelista con nuestra pornógrafa Ana Clavel y escribir cuentos infantiles al alimón con su pequeña hija”.
Le confieso que me sorprendió la ligereza de la expresión “nuestra pornógrafa” atribuido a mi persona debido a que lo consideraba a usted un crítico y ensayista si bien algunas veces rabioso y encarnizado, también muchas otras culto y agudo. Apenas si necesito recordarle la frase atribuida, entre otros, a Lawrence: la pornografía está en los ojos de quien ve. Por otro lado, es tan común descalificar el término mismo cuando la buena pornografía puede abarcar territorios tan vastos como Apuleyo, Rabelais, Miller, Anaïs Nin… Pero me parece que usted ha usado la expresión con ironía y mordacidad. Un comentario a la ligera que más bien habla de una inexactitud y un desconocimiento: usted en realidad no me ha leído. De otro modo, no podría imaginar que alguien pondere de pornográfica la propuesta de libros como Los deseos y su sombra, Las Violetas son flores del deseo, El dibujante de sombras.
Supongo que el asunto de “competir como novelista” que usted atribuye al escritor Chávez Castañeda con mi pornógrafa persona deriva de una comparación entre su novela El fin de la pornografía y mi novela Cuerpo náufrago, ambas publicadas en 2005 y referidas al asunto del miembro masculino: en el caso de Chávez Castañeda, un personaje que pierde su virilidad; en el mío, una mujer que de la noche a la mañana descubre que un “relámpago se eriza entre sus piernas”. Pero aun en tal caso yo no ensalzaría ese libro mío como pornográfico: lo más que hace es indagar sobre la identidad más allá de la piel, y como en otros de mis trabajos, en una poética de los deseos desde las sombras, muy acorde con el espíritu de unas palabras de Valéry que han sido cardinales para mí: “Es lo desconocido que llevo en mí, lo que me hace ser yo”.
Así pues le agradezco el honor inmerecido de concederme el título nobiliario de “pornógrafa” en nuestra República Imperial de las Letras, pues al hacerlo usted parece hablar sin verdadero conocimiento de causa. Un plumazo reprochable en alguien que, como usted mismo ha reconocido, aspira a escribir una crítica en la que cada página “se acerque a la dignidad prosística de Reyes, Borges o Paz”.
Un saludo cordial.
Ana Clavel
“No soy ningún mojigato”
Querida Ana,
Te equivocas doblemente. Al llamarte “nuestra pornógrafa” pretendí, sin éxito en la expresión, darte tu lugar como la escritora que con mayor ahínco se ha dedicado entre nosotros a imaginar las relaciones entre el erotismo y la genitalidad. No soy ningún mojigato y recuerdo con gusto nuestras conversaciones de juventud sobre Anaïs Nin, Henry Miller y por supuesto, D.H. Lawrence. Cosa curiosa: traté de ser galante pero nunca imaginé que el “título” conferido te ofendiese, antes al contrario.
Y tan te he leído, segunda equivocación tuya, que preparo actualmente un ensayo largo sobre todos tus libros dada la merecida importancia que has ido cobrando en nuestra literatura. Se publicará, Félicien Rops mediante, en unos meses.
Saludos,
Christopher
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