Ars longa

Ago 29 • Ficciones • 3440 Views • No hay comentarios en Ars longa

POR BRENDA RÍOS

Autora de Empacados al vacío. Ensayos sobre nada (Calygramma, 2013)

 

El infierno es esto, no podría ser de otra manera. Ir al mismo lugar cada día, a la misma hora y repetir los saludos, las felicitaciones, buenos días, buenas tardes, qué calor hace, cómo sigue su hijo. Y hay que dar gracias porque no todos tienen un trabajo como el tuyo, donde agusanas el culo mientras lo amplías y lo alimentas por un salario al mes mientras sales de deudas, mientras lo acomodas, el culo, la vida, el empleo. Como sea, eso de que la vida es muy breve y el arte largo es una mamada latina porque claro queda que la vida es larga y aburrida como la puta chingada y el arte se exhibe en los museos de 9 a 5, descansa un día por semana. Tú te exhibes más que él, pero tú vales menos que un cuadro. Un cuadro de lo que sea. Arte mis polainas.

 

Ya viene la mujer de mallones pegados como su puta madre, la que tarda gran parte de su jornada laboral en el baño, 2 horas de tubos y maquillaje, para salir igual de fea que como entró. Aunque un día por descuido la vi sin nada en la cara, nada nadita. Y comprobé que en efecto estaba en el infierno. Qué otra cosa si no. Esos ojos de loca, de triste, de loca triste. Miserable. La vida que nos espera si seguimos así, como van las cosas. Ni para dónde. Ni para dónde.

 

Pienso en cómo era yo antes. Pero trato de no pensar. Los sueños. Trato de no soñarlos. Convencida estoy que éstos llegaron a su cubículo pensando un trabajo así va a ser bueno, mientras me recupero, mientras salgo de deudas, mientras pago el coche, la casa, el hospital de la madre. Nadie –podría jurarlo– llega aquí con el saco henchido de esperanza, pensando ya la hice, es lo que esperaba, más que eso. El non plus ultra. El país tan jodido y yo bien, gracias. Llegamos como podemos. Algunos esperan años antes de una plaza con sueldo fijo. Y a flotar después. A flotar en la comodidad de un asiento que será la tumba, el barco, la cruz si somos cristianos. Algo de madera tendrá la silla. Para que funcione la metáfora.

 

Veo poco a los amigos. Cuando los veo, me veo en la necesidad de ser exagerada, hablo más fuerte, río escandalosamente, los toco: mi idea de estar libre. Fuera de la caja. Fuera del infierno por un par de horas, música al fondo, cerveza, papas fritas, lugares de siempre, casi en casa. Para eso trabajo como loca, justifico. Pero la verdad ni es así. Yo lo sé, ellos lo saben. Así funciona la cosa, el país, la vida.

 

Sé de la rutina, lunes, contar el fin de semana. Martes, saber que falta mucho. Miércoles. Poner buena cara. Jueves ya casi. Viernes flotamos. Unas horas más y luego cualquier otra cosa que ver esas caras, que saludar, dios. Perdemos gran parte del día en saludar. Ni aunque me vean en la computadora con mala cara evitan saludar. Como si estuviera en el contrato. Más que eso porque las tareas que vienen en el contrato pueden ser obviadas, saludar no.

 

Qué país tan cordial, damos la mano, damos besos en las mejillas. Decimos qué bonita blusa, camisa, broche del pelo. Hasta cuándo los halagos. Los besos. Los buenos días. Los come bien, descansa, te ves pálido, cómo sigue tu esposa. Ya es viernes. Qué bien. ¿Qué harás el puente?

 

El infierno sería amable, eso no lo veía venir. Pero repetitivo. Por eso la vida es relarga. Como una avenida que cruza una ciudad inmensa como ésta. Más de 20 millones. Larga y ancha. Desvariada. La vida es el gesto una y otra vez. Función de teatro. Afuera del telón, adentro. Con público, sin público. La misma comida de los tres sitios donde comes, el mismo sazón. Recuerdas la infancia. La comida de la madre, no hace mucho. Eres fuerte ahora, resistes. Te mantienes. Pagas tu vida. A costa de tu vida pero eres adulto. Das tu vida a cambio de poder mantenerla. Y crees que hiciste el último trato. El infierno está hecho de fuego pequeñito, luz de vela. Pero constante.

 

Ya no sueñas. Antes sí. Soñabas a dónde ir de vacaciones. Un mes completo. Para apreciar el infierno hay que salir un poco. Trabajas once meses para poderte pagar un mes, una semana en la playa y las tres restantes organizar cosas de casa. Y pum, cuando menos lo esperas de vuelta al infierno con ventana al estacionamiento. Por unos días en esas vacaciones habías olvidado esos rostros, esas sombras de siempre. Volvías a ser tú como eras antes de entrar ahí, antes de firmar el contrato.

 

Ves las tardes pasar en la ventana. Cielos azules, nubes blancas, ya cuando sales está a punto de caer la noche y te acompañan esas franjas de luz naranja que despiden el día, como diciendo mira nosotras las luces también nos cansamos y nos rendimos como tú. Es normal. Rendirse.

 

Antes eras joven. Podías imaginar más. El futuro por delante te remachaban siempre. Con talento o sin él eras joven y todo por delante. Años para aprender. Para equivocarse. Ya no más.

 

Espacio de enfrente, como pecera de cristal, la que había sido tu jefa al principio. Lideresa del infierno. Se entretiene en ver los mínimos detalles del trabajo ajeno. Ahora así, no, no te dije así. Ahora asá. Comprueban que lo pidió así no asá. Mira con esos ojos tamaños plato de furia y dice es asá, asá, qué no ves. Así al infinito, que cobra otra dimensión por estos lados. En los cuentos de hadas ella sería la que manda sacar a la pobrecita e inocente niña el agua entera de un pozo con sólo una bandeja con agujeros, para la mañana siguiente.

 

Hora de salida y no se va a casa. Sólo tú. Antes de que anochezca. Nadie se va. ¿Qué tipo de vida familia-sofás los esperan en casa? ¿piensas que prefieren el no cómodo sillón y la luz hueca del computador que irse? ¿Haciendo qué? Le dan sus horas extras sin pago al infierno, no por amor a él sino por desamor a sí mismos.

 

Esta mujer tiene 62 años y la furia la sostiene. No parece estar casada pero lo está. Ni haber tenido hijos pero los tiene. Ama hacer comidas para 20, es feliz cocinando a las multitudes, eso dice, pero lo dudas. Porque, siendo honestos, ¿se puede ser más feliz que haciéndole la vida miserable a unos 20 más 9-10- hrs al día? Sólo para molestar saluda a cada uno personalmente. Sonríe. Sabiendo que nadie irá a saludarla. Sabiendo que nadie quiere ser tocado, menos besado por ella. Porque arruina trabajos de meses, porque boicotea todo, porque todo lo que toca es motivo de disputa, intriga, mala leche. Ella lo sabe y por eso lo hace. Nadie más feliz ahí. Y no se va nunca. Nadie la detiene. Como si supiera el secreto más sucio de su jefe o del jefe del jefe, nadie la detiene. Quizá se hace cargo del lavado del dinero, eso explicaría muchas cosas. La reina del narco metida a un trabajo intelectual en empresa no gubernamental con tintes educativos pero que de eso poco a saber por las pruebas excelsas que son esos documentos que tú tienes que reescribir y dar forma como sus tesis de doctorado convertidas en libros. Doctores con faltas de ortografía, sin saber nada. Libros tan aburridos como lo que estudian. Y forman gente que harán tesis de doctorado que serán libros iguales o peores pero ya no sabes porque llega un momento en que eso no importa salvo que salgan lo mejor posible pero es imposible porque hay que empezar de cero, doctor, por favor, revise con calma, regrese con una bibliografía mejor hecha. No hay caso. Dice que es una de las instituciones más importantes del país. No me entra duda, si el país vive bajo el agua qué más da. Un doctor estúpido más que publica. Un libro a llenar los estantes para no ser leídos. Así hasta el infinito.

 

Por eso del arte largo vida breve es de pendejos. Otra vez, ahí. De nuevo. Dios. Y esa fe se va gastando hasta que uno logra sólo el otra vez, ahí. Sin el dios ese que va estorbado de a poco. ¿No crees? Las mismas tardes pasar sólo por la ventana. Ver llover y ver que termina la lluvia, y uno ahí, todavía ahí, como dicen los amigos en el chat: ¿sigues ahí? ¿No te has ido? si uno decidiera el destino. Ah sí, uno lo hace. Pues no siempre acierta. Pagar las cuentas. A eso se reduce todo. Pagar cuentas. Comer. La ropa, los zapatos, los pocos placeres. A cambio de la hermosa presencia ahí. El culo ahí, la mejilla ahí para los buenos días, buenas noches, descansa. Sí.

 

Cada día es infinito.

 

 

*Ilustración: Leticia Barradas.

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