La visualización del sonido

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Ryoji Ikeda es un compositor de música electrónica de culto que logró ilustrar el sonido a través de las ciencias exactas y la tecnología

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POR FRIDA JUÁREZ
En una era en la que vivimos inmersos en las redes sociales y en constante contacto con la tecnología, el artista japonés Ryoji Ikeda (Gifu, 1966) presenta Data-verse en la exhibición May You Live in Interesting Times de la Bienal de Venecia 2019. La muestra consiste en una instalación absorbente, dividida en tres partes y que forma una especie de collage entre el espacio, los sonidos y los efectos visuales creados a partir de datos obtenidos, procesados, transcritos, convertidos y transformados por la NASA, la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN por sus siglas en francés) y el Proyecto del genoma humano.

 

Data-verse, una composición generada por una programación computacional precisa, se presenta como la conclusión de una investigación que inició Ikeda en 2010. Este trabajo sumerge al público en el vasto universo de datos en el que vivimos y pretende capturar la naturaleza desde varios ángulos y dimensiones que coexisten en nuestro planeta, desde lo microscópico hasta lo macroscópico.

 

Ikeda es más conocido por su faceta de compositor, incluso en Japón es considerado como uno de los músicos y productores más importantes de la música electrónica contemporánea de culto. Desde Dataplex (2005), uno de sus 13 álbumes, se puede notar que el interés de Ikeda es trabajar con sonidos puros, minimalistas, propios de una computadora, y que compromete frecuencias y escalas que son difíciles para la percepción del oído humano –el artista afirma que “los sonidos de alta frecuencia se utilizan para que el escucha se percate de su existencia cuando éste desaparece”–. En esa misma línea minimalista, el artista japonés trabaja sus instalaciones artísticas que ya se han presentado en diversos museos como el Museo Garage en Rusia, el Centre Pompidou y el Grand Palais de París, así como en el Museo de Arte Contemporáneo de Tokyo y el Museo Experimental de Kyoto.

 

El proceso artístico de Ikeda toma inspiración de matemáticos como Georg Cantor, Gottfried Leibniz, Kurt Gödel y Alexander Grothendieck, así como de conceptos de la física de partículas –Supersimetría y Superposición– y de la mecánica cuántica. Aunque las matemáticas ya eran un elemento fundamental en su obra, fue hasta 1999, cuando empezó a trabajar con Carsten Nicolai, especialista en sonido, –ambos presentaron su trabajo en la exposición Soundings: A Contemporary Score en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa)– que descubrió las figuras que los sonidos podían trazar. Así fue como nació Cyclo, un proyecto de casi 10 años de duración en el que Ikeda y Nicolai exploraron la relación de los micro sonidos y lo visual. Esta experimentación los llevó a descubrir que aun los sonidos menos agradables podían trazar las figuras más bellas a partir de la Curva de Lissajous, o sea a partir de la superposición frecuencias y vibraciones de sonidos armónicos en una gráfica. Ambos artistas llegaron a la conclusión de que detrás de los sonidos hay una belleza matemática que puede ser ilustrada y la archivaron en una cyclopedia –enciclopedia de artes y ciencias– audiovisual.

 

En sus instalaciones, Ikeda conjuga una serie de elementos visuales y sonoros que reduce a su esencia pura a partir de la precisión de ciencias exactas –matemáticas y física–. El artista sólo funge como el guía, ya que él cree en la filosofía de “the beholders eyes” que consiste en que la responsabilidad de construir la obra y la historia recae en la persona que la observa. En el caso de Ikeda la vista no es el único sentido del humano que debe cooperar, sino también le corresponde a los oídos y cuerpos de la audiencia darle interpretación a ese espacio absorbente creado por el artista. Para Ikeda el espectador es un componente vital de la instalación porque, además de concluir e interpretar su trabajo, las siluetas humanas inmóviles son el perfecto contrapunto de la abstracción geométrica y del centelleo de sus secuencias visuales.

 

A pesar de que no cree en las colaboraciones porque considera que la producción del arte es un proceso individual, ha hecho algunas excepciones con la Filarmónica de Los Ángeles para crear una nueva composición y con el Ballet de la Ópera de París. Respecto a su instalación en la Bienal y su colaboración con Audemars Piguet en esta ocasión, Ikeda declaró que la sinergia entre colaboradores y programadores para producir técnicas intricadas, y a la vez desenfrenadas de forma artística fue lo que resonó con su proceso artístico, por lo tanto fue uno de los motivos por los que se alió con la empresa relojera.

 

Su trabajo actualmente encaja en una sociedad en la que el desarrollo de la Inteligencia Artificial y la construcción de robots ha rebasado el objetivo de crear herramientas útiles para servir al ser humano y que ahora permean el mundo artístico, creando así obras imaginadas por máquinas para la apreciación humana y plantea la idea del inicio de la Imaginación Artificial.

 

FOTO: La silueta inmóvil del cuerpo humano contrasta con la instalación, siendo así un elemento más de la obra de Ikeda./Cortesía de la Biennale di Venezia

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