Asesinado por una novela

Jul 4 • Conexiones • 4406 Views • No hay comentarios en Asesinado por una novela

 

POR JORGE VÁZQUEZ  ÁNGELES

 

El más osado de los directores técnicos se lo piensa dos veces antes de sacar a Lionel Messi del partido. ¿Se atrevería a decirle cómo jugar en la cancha? Lo dudo. En el mundo de las letras, no puedo imaginarme el trabajo del editor de una figura como J.K. Rowling. ¿Cómo decirle que a su última novela, El gusano de seda, publicada bajo el seudónimo de Robert Galbraith, le sobran unas 300 cuartillas? Indudablemente se trata de un asunto comercial, en el que las ganancias están bien calculadas. Para justificar el negocio, que desde luego no tiene nada de malo, se afirma que lo importante es que la gente se ponga a leer; que los lectores están ávidos por devorar gruesos tabiques de historias adictivas que atrapan desde la primera línea. Argumentos válidos, sin duda, que se desbaratan cuando la resolución del crimen y la captura del asesino, tema de esta novela policiaca, se opacan porque el narrador le pone pausa a la acción y se regodea en largas descripciones sobre los traslados del protagonista en taxi o en metro, las noches en el ático donde vive, comidas, cenas, llamadas telefónicas y conversaciones que no llevan a nada. No se puede negar la prolijidad de la Rowlings pero si hasta en una fiesta las salsas de media hora de duración agotan los ánimos de las parejas, resulta un tanto cansado e inútil leer las primeras 140 páginas para enterarse de que el desaparecido Owen Quine, un novelista menor que juega a ser un enfant terrible, ha sido asesinado, sobre todo porque en la contraportada del libro se advierte de su triste destino.

 

 

El gusano de seda es el segundo caso de Cormoran Strike, un detective privado radicado en Londres, hijo ilegítimo de una estrella de rock, ex combatiente en Afganistán (guerra que le costó una pierna) y que, para cumplir al pie de la letra con los requisitos de esta clase de personajes, tiene serios problemas financieros, su relación con las mujeres (todas ellas guapas y curvilíneas, desde luego) suele ser difícil y tormentosa, sabe ser un tipo duro cuando la situación lo requiere y tiene corazón de pollo. Es capaz de quitarse la comida de la boca para aliviar la pesadumbre de cualquiera de sus clientes que, desde que cruzan la puerta y exponen su problema, siempre que sus corazonadas se lo dicten, Strike acepta el caso, como ocurre con Leonora Quine, esposa de Owen, quien le pide que encuentre a su marido. Strike acepta a sabiendas de que las ganancias serán mínimas. A partir de entonces desfila ante sus ojos la fauna literaria londinense, como Elizabeth Tassel, agente del desaparecido, una señora a la que todo mundo le tiene miedo; Christian Fisher, Daniel Chard, Jerry Waldegrave, editores, y un novelista de altos vuelos llamado Michael Fancourt.

 

 

La historia se desarrolla a partir de un libro infamante escrito por Owen Quine, Bombyx Mori (gusano de seda, en latín). Elizabeth Tassel, sin haberle prestado demasiada atención debido a una gripa, lo envía a Christian Fischer y a Jerry Waldegrave para ver si quieren publicarlo; en un medio tan pequeño como el mundillo editorial, no tarda demasiado en correr el chisme: con mucha inquina y mala leche, Owen Quine ha usado a todos sus conocidos como personajes de esta historia bizarre y grotesca, quienes participan en toda clase de perversiones sexuales que salpican todo el relato, incluida su propia esposa y su amante en turno.

 

 

Como es natural en un país flemático como Inglaterra, los editores se niegan a publicar el libro, entran en pánico y llaman a sus abogados para evitar posibles demandas. Los empleados tienen prohibido hablar del libro pero todos lo han leído, a pesar de que no hay un archivo electrónico porque el mamarracho de Owen sólo escribía en máquina de escribir. Uno pensaría que tan peligroso material debió de ser resguardado en una bóveda, cuando no destruido, y que Cormoran Strike sufrirá bastante para hacerse de él. Pero no. Resulta que con sólo entrar a una fiesta de la editorial acompañado de una bella empleada, basta con bajar a la oficina del editor, abrir una caja fuerte cuyo código la mujer conoce, y sacar una copia en menos de quince minutos. Así de simple.

 

 

Al descubrir el cadáver del escritor, asesinado con mucha saña, para Cormoran queda claro que cualquiera de sus conocidos pudo haberlo matado en venganza por Bombix Mori. Y ese es, quizá, el frente que la Rowling, decidida a ahondar en detalles intrascendentes para llenar y llenar cuartillas, dejó a su suerte y del que más provecho pudo haber sacado, aquel que el escritor y sospechoso Michael Fancourt define de forma certera hacia los capítulos finales del libro: “Pero los escritores somos una raza salvaje, señor Strike. Si busca amistades duraderas y camaradería desinteresada, alístese en el ejército y aprenda a matar. Si prefiere una vida llena de alianzas pasajeras con colegas que se regodearían con cada uno de sus fracasos, escriba novelas”. En cierto sentido, El gusano de seda se parece lejanamente a la novela de Enrique Serna, El miedo a los animales, en la que el mundo de los escritores es diseccionado para dejar al descubierto las entrañas podridas de un reino de deslealtades, dobles caras y donde todos tiene precio. Sin embargo, J.K. Rowling se preocupa más por los detalles y por hacer que los lectores se enamoren de su protagonista que por mostrar el mundo defectuoso de la literatura, el mismo que le negó muchas veces la publicación de Harry Potter.

 

 

La novela policiaca, dicen los que saben, no es sólo la resolución de un misterio o de un crimen, sino la mejor manera de poner ante nuestros ojos los vicios y la decadencia de una sociedad. El policía o el detective no es la figura central de la historia, sino el guía que nos conduce en el intrincado mundo de los vicios humanos. El gusano de seda no cumple con ninguna de estas condiciones.

 

 

Hacia el final, la historia mejora y corre mejor. En sus ganas de terminar la historia, J.K. Rowling va al punto, es concreta, y nos regala perlas como “Ah. Bueno, hoy en día casi todos escriben. Todo el mundo escribe novelas, lo que pasa es que nadie las lee”, o “Se preguntó cuántos de los que pasaban horas solos escribiendo sus historias ensayaban hablar de su obra cuando hacían una pausa para tomarse un café…”

 

 

Una ligera dosis de la mala leche de Owen Quine y las ganas de mostrar los vicios de un medio que la autora bien conoce, habría bastado para considerar a El gusano de seda como una buena novela policiaca. Eso, y una podadora bien afilada.

 

 

 

El gusano de seda (The silkworm), Robert Galbraith (aka J.K. Rowling). Publicaciones y Ediciones Salamandra. 2015. 542 pp.

 

*FOTO: El gusano de seda, novela publicada bajo seudónimo por la escritora británica J.K. Rowling, es un redondo acierto comercial que poco favor hace a la literatura policíaca./Especial

 

 

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