Audiffred el olvidado
POR YANET AGUILAR SOSA
Entre los centenares de cartones, historietas, dibujos, editoriales gráficos y portadas que Andrés Audiffred publicó en EL UNIVERSAL y EL UNIVERSAL ILUSTRADO —su casa desde 1927 hasta su muerte, ocurrida el 8 de diciembre de 1958—, destaca una muy singular: “El Señor Pestaña”, una historieta protagonizada por dos burócratas de clase media —el otro es “Chon Prieto”—, tránsfugas y nostálgicos de la provincia en la ciudad de México.
Audiffred es uno de los caricaturistas más potentes del periodismo mexicano de la primera mitad del siglo XX y dejó una huella imborrable en EL UNIVERSAL, periódico que resguarda buena parte de su obra publicada. Él fue uno de los más populares y queridos de su tiempo; sus trabajos han conformado una crónica divertida y gozosa del México posrevolucionario.
La obra de Audiffred en la historia de la caricatura mexicana es considerada el eslabón que une a José María Villasana y José Guadalupe Posada con Abel Quezada, Gabriel Vargas y Eduardo del Río (Rius). Rafael Barajas El Fisgón no tiene duda de que el gran atractivo de Audiffred se debe a que fue uno de los grandes exponentes del costumbrismo en la gráfica popular, esa corriente artística que compartió con Miguel Covarrubias, Ernesto El Chango García Cabral y Luis Hidalgo.
“La popularidad de Audiffred se debe en buena medida a que él absorbió la influencia de la prensa norteamericana y la tradujo a las situaciones y condiciones de México. Es uno de los pioneros de la historieta nacional, al mismo tiempo es uno de los grandes cronistas de su momento. Él inaugura en México este género, que fue muy gustado, que combinaba textos narrativos, contaba historias y las ilustraba al mismo tiempo”, dice El Fisgón, curador de la exposición ¡Así somos! Andrés Audiffred y su México. Caricatura costumbrista del siglo XX, que reúne cerca de 350 piezas, de las cuales 200 pertenecen a la colección Carlos Monsiváis y se exhibe en el Museo del Estanquillo de la ciudad de México hasta finales de enero de 2015.
De un solo trazo, Audiffred creó personajes que, al permanecer en el imaginario colectivo nacional, podrían ser vistos como arquetipos del ser mexicano: “La changuita”, “El peladito”, “El payo”, “El tarzán” y “El roto”, entre muchos otros personajes que quedaron plasmados en portadas, historietas, caricaturas políticas y retratos cotidianos.
Para El Fisgón es muy claro que en este diario nacional Audiffred era un poco un comodín. “Era un artista todo terreno, hacía de todo lo que le pedían. Empieza como ilustrador de artículos, hace portadas para EL UNIVERSAL ILUSTRADO, pero también hace crónicas, tiene secciones fijas, tiene secciones de crónica, hace historietas, él hace una de las historietas más gustadas de aquel tiempo, que es ‘El Señor Pestaña’, una de las historietas que se consideran precursoras del cómic nacional y también hace caricatura política”.
También reconoce que Andrés Audiffred es un caso extraordinario de la caricatura mexicana. “Es uno de los ídolos rocanroleros de la prensa nacional de los veinte, treinta, cuarenta y cincuenta”. Sin embargo, ahí está la paradoja de su vida: en su tiempo fue uno de los caricaturistas más exitosos y queridos —la gente salía a buscar el periódico para leer sus historietas—, pero el peso que tuvo su trabajo periodístico no dejó ver la profundidad y la magnitud de su obra. Pasados los años Andrés Audiffred quedó en el olvido.
“Yo creo que el olvido de Audiffred se debe en buena medida a las debilidades del género de la prensa. La prensa hace héroes de 24 horas y después todos sabemos que no hay nada más molesto que un periódico de ayer”, afirma Barajas sobre el caricaturista mexicano que estudió dibujo y pintura en la antigua Academia de San Carlos y en las escuelas al Aire Libre de Churubusco y Coyoacán, y que como dibujante y caricaturista fue ayudante de Carlos Alcalde en El Imparcial y, ahí mismo, jefe del departamento de dibujo.
Del artista nacido en la ciudad de México el 30 de noviembre de 1895, Rafael Barajas dice que su trabajo no es solamente periodístico: es un trabajo que caló hondo. “No es estrictamente noticioso; es un trabajo que tiene vínculos con algunas preocupaciones de los pensadores de la época. Tiene fuertes vínculos con toda la corriente mexicanista, hace una reflexión de lo que implica ser mexicano, por qué somos como somos”.
Se sabe que cuando Audiffred estaba en la primaria se sacaba todos los premios de dibujo de su escuela, que luego de estudiar en la Escuela de Dibujo al Aire Libre de Ramos Martínez en Santa Anita, complementaría su formación en la Academia de San Carlos y que en un momento dado se fue a Estados Unidos a buscar fortuna y a huir de la Revolución. Cuando regresó a México su carrera despegó.
Antes de irse y después de egresar de Estados Unidos, Audiffred trabajó y colaboró en muchas publicaciones como aprendiz de dibujante, cosa que era muy común en la época; estuvo en Zig Zag, Policromías y en otras revistas de México, hasta que se incorporó a EL UNIVERSAL, donde, luego de que se descubre su gran talento, es contratado. En esta casa realiza el grueso de su carrera como artista gráfico.
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