Mendonça Filho-Dornelles y el microcosmos arrasado
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En un futuro distópico, el pueblo de Bacurau comienza a desaparecer de los mapas días después de su matriarca. Esta cinta conjuga los géneros de terror y el western
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POR JORGE AYALA BLANCO
En Bacurau: tierra de nadie (Bacurau, Brasil-Francia, 2019), trepidante film 4 como autor total del otrora reportero y cinexperimentalista recifeño de 51 años Kleber Mendonça Filho (Crítico 08, Sonidos vecinos 12, Aquarius 16) en colaboración con su coguionista también recifeño de 39 Juliano Dornelles (primer largo: El taller de la calle de Brum 16), la hermosa mulata disfrazada con bata blanca Teresa (Bárbara Colen) retorna a su poblado natal Bacurau en el sertón pernambuquiano, a bordo del camión de agua del transportista Erivaldo (Rubens Santos) para sortear el cerco tendido y poder asistir al funeral de su antepasada la todoamparadora matriarca de 94 años Carmelita, presenciar los insultantes desfiguros ebrios de la ajada doctora lésbica Domingas (Sônia Braga), contribuir a cargar el féretro al camposanto y romper de inmediato el luto para recuperar sensualmente a su recio amante exRey de los Sicarios en retiro Pacote/Acácio (Thomás Aquino), pero de pronto comienzan a ocurrir fenómenos extraños, como un tiroteo al camión-tanque, estampidas nocturnas de caballos, aparición inexplicable de ataúdes, acribillamiento de familias enteras, una parejita de motociclistas forasteros vestidos de colorines que resultan violentos homicidas súbitos, y la desaparición en todos los mapas de ese lugar ya carente de agua potable por culpa del demagogo alcalde omnirrepelido Tony Junior (Thardelly Lima), ese pueblo vigilado por drones y agredido por un pelotón de angloparlantes mercenarios exterminadores, coludidos con el poder público y bajo las órdenes del cruel capo vengativo Michael (Udo Kier), por lo que al exsicario Pacote/Acácio no le quedará de otra que viajar a través de la llanura semirárida en busca del sabio auxilio oportuno de su antiguo jefe el extravagante bandolero legendario Lunga (Silvero Pereira), para que organice la resistencia de los pueblerinos, excavando una gran cueva subterránea en medio de la plaza y repeliendo el ataque final de los enemigos provistos de armas de alto poder, hasta lograr la liberación final de ese microcosmos arrasado.
El microcosmos arrasado se sitúa en un distópico futuro cercano y míseramente alegórico donde todo será posible, que para eso es microcósmico al estilo de las multifacéticas aldeas del cine africano clásico abiertas a todos los horizontes ficcionales y mitologías cosmogónicas mundiales (tipo La luz de Cissé 87), y para eso es asimismo arrasada víctima de cualquier clase de enigmáticas expoliaciones violentas, y por ende resulta pieza ejemplar de una mezcla genérica que antes sería insólita y hoy constituye un híbrido de híbridos muy acorde con la sensibilidad presente, empezando por la sabrosa crónica neocostumbrista pluriesperpéntica (ese ubicuo informador barbudo mediante altavoces, ese trovador escupeinjurias en tu cara), y siguiéndose con el realismo mágico tropicaloso (ese deceso de la abuela desalmada, esos ataúdes en tierra de nadie, esos chorros de agua del camión perforado llenado recipientes), el tradicional cine de aventuras (esas primitivas mutaciones a la vista para vehicular ejecuciones intempestivas), el thriller criminal desde la mente de los asesinos (esa lucha intestina entre pistoleros), la fantasía erotanática a todo lo que dé (esas jadeantes cogidas en inesperados espacios fractales, esa suntuosidad huellas sanguinolentas hasta en las batas blancas), el primigenio western de itinerario (esas travesías del desierto hacia un pueblo fantasma en otro Cielo amarillo de Wellman 48 con su sorprendente brutal desenlace en off), la ciencia-ficción en harapos (ese espionaje con drones de visualizado registro omnipresente), y last but not least la saga milenaria y exotista, con ese auxilio reforzador-salvador de Los siete samuráis de Kurosawa 54 antes de metamorfosearse en Los siete magníficos de Sturges 60.
El microcosmos arrasado reclama entonces su mayor derecho para entroncar con el siempre influentísimo Cinema Nôvo brasileño de los 60-70s y su obra maestra Antônio das Mortes de Rocha (69) y el matacangaceiros de gunslinger atuendo fabulesco, allá negro funerario, aquí semidesnudo leopardesco con puntas afiladas en los tobillos a lo Mad Max de nuevo posapocalíptico, cual si retomara un estrepitoso y esplendente colosalismo a medio cocer y deshacerse, metafórico y miserable en pleno desierto y al resguardo de fortificadas torres de concreto, y reina un personaje coral sobre los desconcertantes flashes mentales y flashes sumarios de un recuento de fechorías legendarias de Pacote/Acácio y luego del terrible Lunga (con cabeza puesta a recompensa) ya vueltas emblemáticamente masivas y mediáticas gracias a su difusión en recopiladores videos a través de TVnoticieros, reina sobre aquel tropel suelto de salvajes caballos nocturnos en un horizonte de perros, sobre la untuosidad almidonada del populista en irrisión Tony Junior, y sobre los pavorosos boquetes abiertos en los cadáveres baleados tras tiroteos implacables o ultimaciones expeditas.
El microcosmos arrasado se afirma final y radicalmente como un artefacto estético-político de emergencia inminente y virulento que, invocando tiempos mejores y optimistas, sirve su coctel explosivo/implosivo con opulencia de ideas formidables y casi subliminalmente compactadas, insinuante edición despiadada de Eduardo Serrano, ostentación de pobrezas, y lujo inimaginable de todos los sadomasoquismos expresivos posibles, todo ello tendiente a problematizar y exhibir el acoso a una población, ¿a una región?, ¿a una patria?, condenada a desaparecer.
Y el microcosmos arrasado culmina con el wishful thinking de un simbólico y nada pírrico triunfo de Fuenteovejuna, con un reguero de cadáveres expiatorios, con el desquite y los ocultos débiles empavorecidos que de repente brotan por todas las esquinas, el ascenso desde la cueva recién hechiza y la transformación de ésta en comunitaria celda de castigo para los depredadores populistas irredentos.
FOTO: Bacurau recibió el Premio del Jurado del Festival de Cannes 2019./ Especial
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