Ballet Independiente, 50 años

Jul 16 • destacamos, Escenarios, Miradas, principales • 3738 Views • No hay comentarios en Ballet Independiente, 50 años

POR JUAN HERNÁNDEZ

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De las tres compañías de danza contemporánea que fueron subsidiadas por el Instituto Nacional de Bellas Artes, sólo Ballet Independiente, fundado por Raúl Flores Canelo (Monclova, 1929-Ciudad de México, 1992) se mantiene activa y cumple 50 años de vida. Actualmente bajo la dirección general de Magnolia Flores, la agrupación se ha encargado de mantener vivo el legado del reconocido coreógrafo coahuilense, de gran trascendencia en el arte coreográfico mexicano.

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La compañía sorteó con éxito la política cultural de la administración que buscó desaparecer a las compañías que recibían recursos del INBA. Dos de ellas perecieron, a saber: Ballet Nacional de México, que dirigía Guillermina Bravo, y Ballet Teatro del Espacio, que encabezaban el fallecido Michel Descombey y Gladioa Orozco. Ballet Independiente se mantuvo a flote en un ambiente poco amable para el arte dancístico y eso, sin duda, es de reconocerse.

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La capacidad de adaptación de la dirección de Magnolia Flores a las nuevas reglas de la política cultural, permitieron a Ballet Independiente continuar con una labor que hoy se antoja necesaria: la preservación del patrimonio dancístico.

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En un arte como el de la danza, en esencia efímero, ver obras creadas en el siglo XX —consideradas, en su momento, punta de lanza de una estética de lo mexicano en el contexto de un mundo en proceso acelerado de globalización— es un ejercicio poco usual, el cual permite a las nuevas generaciones asomarse al legado de uno de los creadores más importantes del arte mexicano.

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Gracias a la tenaz labor de Ballet Independiente hoy se pueden ver en escena piezas memorables de Raúl Flores Canelo como: El corrido del güero Velázquez, Ciclo Adán y Eva, Pastorela, La anunciación, La balada de los amantes, Luzbel, Ronda, El tramoyista, La espera, Presagio, Queda el viento, Jaculatoria, Poeta, Ofrenda a López Velarde, El bailarín, Tres fantasías, y El hombre y la danza.

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Obras de innegable valor estético, pues son producto de la búsqueda artística de un hombre que abrevó en las culturas populares de México, en las expresiones de los barrios de las urbes, en el colorido de las fiestas tradicionales y los rituales ancestrales, para lograr, al mismo tiempo, colocarse en el concierto del arte coreográfico internacional, con una voz e identidad únicas.

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Raúl Flores Canelo buscó la profesionalización de la danza, a través del entrenamiento técnico riguroso, que ofreció a sus bailarines el dominio absoluto de sus cuerpos, para mantener su concentración en la creación de paisajes, expresión de emociones y manifestación de realidades que se hacían tangibles en la escena.

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En el El hombre y la danza, por ejemplo, el creador realizó un ejercicio lúdico de historia de la danza que no sólo atrapa la atención del espectador, sino que invita a una apreciación amorosa del arte coreográfico.

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El autor va a los orígenes de este arte, a los procesos técnicos que evolucionaron en el tiempo, en la cultura occidental, para aterrizar en la liberación profunda de la expresión, que fue característica en los artistas de la segunda parte del siglo XX.

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Raúl Flores Canelo fue heredero de las enseñanzas de dos grandes creadoras de la danza: Guillermina Bravo y Anna Sokolow. De ellas aprendió lo esencial del arte. En ellas también halló la necesidad de hacer perenne un arte efímero, a través de la trascendencia espiritual de sus creaciones.

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Por otra parte, el coreógrafo había estudiado artes plásticas, de ahí que en algunas de sus obras se transfiguren elementos de retablos barrocos, con sus ángeles y santos, con el oro resplandeciente, los velos transparentes sobre los cuerpos, y las espadas justicieras de los arcángeles.

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En El bailarín, coreografía que hizo Raúl Flores Canelo para su entonces consentido intérprete José Rivera Moya —actualmente director de la compañía La Cebra Danza Gay—, el artista llevó a escena un poema homónimo de Ramón López Velarde, en el cual el vate hace la exaltación sublime del cuerpo que danza: “Hombre perfecto, el bailarín. Yo envidio sus laureles anónimos y agradezco el bienestar que transmite con la embriaguez cantante de su persona. El bailarín comienza en sí mismo y concluye en sí mismo, con la autonomía de una moneda o de un dado. Su alma es paralela de su cuerpo, y cuando el bailarín se flexiona, eludiendo los sórdidos picos del mal gusto, convence de que entrará al Empíreo en caudalosas posturas coreográficas (…)”.

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La interpretación de esta coreografía, que inicia con un solo, se convierte en una máxima poética dancística, en la que Flores Canelo rinde culto al intérprete, al cual concibe como el núcleo de la obra artística en la danza y sin cuya presencia ésta no existe; al mismo tiempo que reconoce la fragilidad de su existencia: en el aquí y el ahora. La potencia del instante.

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Para muchos Ballet Independiente es una compañía que no hace aportaciones nuevas, al ser una agrupación “museo”, para otros es única precisamente por mantener sobre la escena obras que, de otro modo, sólo quedarían vivas en el recuerdo de quienes las vieron o en algún video, ya de suyo otra cosa distinta a la danza como un hecho vivo, o en las imágenes congeladas de algunas fotografías memorables. Como sea que se le aprecie, hoy esta compañía da vida a piezas memorables, las cuales nos hablan de la idiosincrasia del mexicano, de la cultura de los pueblos, del ritmo de la urbe, del colorido de nuestras fiestas sagradas y paganas; del amor, el desamor y el erotismo en sus múltiples manifestaciones, de la sordidez y la belleza. En fin, de lo que fuimos y somos, en la tradición, pero también en la universalidad de la cultura.

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FOTO: Ballet Independiente, fundado por Raúl Flores Canelo, en 1966, y actualmente bajo la dirección de Magnolia Flores, conmemora 50 años de vida en la escena dancística mexicana, con la función del programa “Trilogía”, en la sala principal del Palacio de Bellas Artes, el 19 de julio, a las 20 horas.

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