Ballet Nacional Dominicano: festín de cuerpos
POR JUAN HERNÁNDEZ
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El Ballet Nacional Dominicano, dirigido por Mercedes Morales, presentó Guara ar iu filin?, del coreógrafo costarricense Francisco Centeno, interpretado por catorce bailarines, en el Teatro de la Danza del Centro Cultura del Bosque. La propuesta artística puso en relieve el sincretismo de la cultura antillana, la cual se nutre de la tradición occidental, de la raíz negra, así como de las expresiones nativas de la República Dominicana.
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La danza de esta agrupación, fundada en 1981 y, actualmente, la más importante de la isla, es una mezcla abigarrada de tradiciones, en las que podemos distinguir, en primera instancia, la formación rigurosa de los bailarines en la técnica clásica.
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A partir del entrenamiento virtuoso del cuerpo para la danza, los intérpretes parten de la expresión refinada, que se va transformando en múltiples formas, hasta alcanzar una especie de estado de trance, para translucir sensualidad, erotismo, deseo, amor, desamor, violencia, entre otras manifestaciones de la experiencia humana.
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El espectáculo evita la distracción que significaría el uso de un aparato escenográfico y dirige la atención del espectador a los cuerpos de los bailarines: exuberantes, musculosos, flexibles, ceñidos a la identidad de la cultura caribeña.
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Los bailarines que integran esta compañía subvierten el modelo de belleza clásico para la danza. Ellas de caderas y piernas anchas, y ellos de cuerpos musculosos, unos de piel negra y otros blancos y barbados, conformando un mosaico de raíces que dan identidad a la región latinoamericana.
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Intérpretes flexibles que pueden posicionarse en la línea frágil y grácil de la danza predominante europea, pero no sucumben al cliché y se expresan libremente libres; producto de una cultura alegre, nostálgica y llena de matices culturales.
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La rica diversidad expresada en los cuerpos de los bailarines que integran a la compañía es, de algún modo, el principio de la propuesta estética y de la búsqueda artística que se reflejan en Guara ar iu filin?, ballet contemporáneo que, más allá de los temas expresados, refleja una forma específica de ser, de sentir y de concebir el mundo.
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El coreógrafo costarricense Francisco Centeno, creador de la pieza, juega con la diversidad y la naturaleza profundamente expresiva de los bailarines, acostumbrados al rigor técnico y, al mismo tiempo, ajenos a la fría inercia del movimiento automático; poniendo sobre la escena experiencias, emociones y la manera de concebir el arte de la danza de cada uno de los intérpretes.
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La obra tiene la estructura clásica de un ballet: solos, duetos y movimientos de grupo. Sin embargo esta pieza tiene la particularidad de manejar una amplia gama de tonos, que van de la solemnidad a la comedia, hasta llegar al esperpento y el delirio. Rompe la cuarta pared —es decir la distancia entre el público y los intérpretes—, para hacer visibles a los espectadores y convertirlos en agentes activos de la experiencia creativa.
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El montaje coreográfico tiene como foco de atención la expresión corporal, el gesto, el uso de grandes extensiones de brazos y piernas y, sobre todo, la exuberancia corpórea, para conseguir momentos de sublime fragilidad y, en otros instantes, de una fuerza desbordada, en este ballet conformado por las escenas tituladas: “La vida continúa”, “La sinopsis del tiempo”, “En mi propio ser”, “Como un semental”, “Ni tú, ni yo”, “La vida es como un circo”, “My owner”, “Despedida en do mayor”, “El show debe continuar”, “Danzante contrastante”, “Los ángeles de hierro”, “Liberación del ser”, “Vidas diametrales”, “Para-dos”, “Retrato biográfico”, “Odeim’s” y “Sin asombro”.
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La pieza consigue dialogar con el público, entusiasmarlo, posicionarlo dentro de la experiencia misteriosa de la creación artística, para identificarse a sí mismo en la diversidad de los ritmos, de los signos subyacentes en el movimiento, de las diferentes partituras musicales —de épocas y estilos disímbolos— y de las pasiones expresadas a través del arte del movimiento.
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Para algunos espectadores resultó excesiva la disonancia de los tonos dramáticos. No obstante podríamos decir que fue precisamente esa disidencia de la uniformidad lo que permitió disfrutar de la radicalidad del discurso de la puesta en escena. El público celebró a los bailarines y se unió a ese festín de cuerpos, de colores, de ritmos, de sonidos y palabras que, sin una lógica aparente, acariciaban la sensibilidad de lo profundamente humano.
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FOTO: El Ballet Nacional Dominicano, dirigido por Mercedes Morales, presentó el espectáculo Guara ar iu filin?, del coreógrafo costarricense Francisco Centeno, con la participación de catorce bailarines y música de Michael Henríquez, Paushi Sasaki, Ima Sumak, Marvin Gay, Mozart, Pac Sonic y Marcell, en el Teatro de la Danza del Centro Cultural del Bosque, 23 y 24 de agosto. / Cortesía Ballet Nacional Dominicano
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