Beethoven “reloaded”
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La nueva temporada de la Orquesta Sinfónica de Minería, dirigida por Carlos Miguel Prieto, es una oportunidad inmejorable para redescubrir el legado del compositor alemán
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POR IVÁN MARTÍNEZ
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I. Beethoven
Comenzó el fin de semana anterior la temporada anual de la Orquesta Sinfónica de Minería en su sede habitual, la Sala Nezahualcóyotl. Este verano distingue a la agrupación el ciclo completo de las nueve sinfonías de Beethoven que dirigirá su director artístico Carlos Miguel Prieto en seis de los nueve programas anunciados. Comenzaron con la Quinta, en do menor op. 67 que escuché el domingo 8.
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Escuchar las nueve sinfonías de Beethoven, juntas o por separado, siempre le hace bien al espíritu. Sea al individual o al colectivo. Él, en general, es un compositor que le habla directo a lo más profundo de la humanidad. Y sus nueve sinfonías, en lo particular, comparten una cualidad universal que las hace obras clásicas, tanto en el sentido básico de ejemplo de la forma, como en el sentido filosófico de fuente inagotable. Siempre nos dirán algo. Por más que creamos que hemos escuchamos ya la Quinta o la Novena suficientes veces, nunca serán demasiadas. Como nunca es demasiado acudir a Shakespeare o a un cuadro de Leonardo.
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Además de sus cualidades, ni uno ni en el intérprete somos los mismos cada vez. La interpretación es distinta. Nuestra sensibilidad amaneció diferente hoy que hace un año y volverá a cambiar. Todo es nuevo. Todavía más: tuve la oportunidad de platicar ese domingo con varios músicos de la orquesta y como pocas veces al hablar del resultado del concierto, todos coincidieron en lo diferente que algún aspecto había sonado la noche anterior.
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Programarlas juntas, como ejercicio personal de escucha o como ejercicio de programación de cualquier intérprete, me sigue pareciendo audaz, técnica y artísticamente. Y es uno que recomiendo, con cualquier orquesta, con diferentes directores, o con el mismo. Si se puede en vivo mejor.
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No entendí el comentario de un tuitero que leí al día siguiente acerca de la falta de audacia al programar nuevamente la Quinta. Aun suponiendo que se refería a ésta sola sin saber que en la temporada están las nueve, ¿no es audaz, siquiera, que un director se sienta preparado para intentar mostrarnos una nueva lectura? La mera pretensión debería acercarnos y ponernos a dudar, invitarnos a descubrirlo.
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Si hay una palabra para definir esta interpretación, sería la amplitud. Tanto en un sentido sonoro, de volumen y expansión, como en uno de fraseos y de concepción estructural. No de tempi, que fueron correctamente ortodoxos.
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Antes de ella, en la primera parte, la concertino Shari Mason y el principal de segundos violines Pawel Slivinski liderearon una ejecución de sentido muy libre (de sensación, no de libertinaje en la ejecución, por si hace falta aclarar), fresco y pastoral, del Concerto grosso en Re, no. 4 del op. 6 de Arcangelo Corelli, que precedió uno de los platos fuertes de la temporada: Augustin Hadelich tocando el Concierto para violín de Beethoven.
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II: la nueva Minería
Clarinetista que soy, pero espero no sólo por eso, creo que son las maderas las que dan a una orquesta su personalidad sonora. Hay aspectos de tradición, características en el estilo de cómo se toca algo, y está la solidez con que se acoplan todas las cuerdas bajo una misma guía o la solidez de los metales. Pero cómo suena un ensamble, la calidad que lo distingue, viene de la conformación de su fila de maderas. La de la orquesta de Minería ha variado cada temporada, siendo muy inestable los últimos años.
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Este inicio me ha gustado. Noto que la primera flauta, Lenka Smolcakova ha sabido acoplarse a sus nuevos colegas, como no siempre sonó en temporadas anteriores; sólo ella regresó este año y antes me pareció una flautista débil. Hay en el cuarteto de primeras maderas mayor solidez, quizá no individualmente como en el caso del clarinetista, pero sí como cuarteto de líderes: un mejor amalgamiento en términos tanto técnicos (afinación más sólida) como artísticos (sonoridades, fraseos iguales).
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Y sobre todo, este primer concierto me ha permitido volver a apreciar al fagotista David Ball: no es que alguna vez no lo hiciera, ya aquí he dado cuenta de él como solista o camerista regular que es, pero particularmente el domingo ha brillado con una luz propia muy especial por la belleza de su sonido y la claridad de su musicalidad. Su presencia artística como primer fagot augura una gran temporada.
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III: ¿Es Augustin Hadelich real?
Regresó Hadelich, un violinista cada vez más común en nuestras carteleras y si no fuera porque releí mi reseña de la primera vez que lo escuché, también con Beethoven en una interpretación que me pareció inmadura y demasiado suave, pensaría que no es alguien de este mundo. Comenzaría a creer en seres sobrenaturales y hablaría de él como quien habla de un ángel.
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La diferencia no está en la técnica que muestra cada vez que nos visita, sino en la madurez con que aborda cada vez las obras. La madurez intelectual, pero también la de su alma. A diferencia de aquel Beethoven suave, lo escuché más bien sutil, sin perder la poesía pero más asentado. Interesante ha sido escuchar, en una misma sesión, un Beethoven humano, cercano, que acaricia y cobija, de manos de él, y otro más recio, terminante, en la sinfonía.
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Me dejó sin palabras, pero aún así debe quedar aquí registrado su encore: la Sarabanda de la Segunda Partita para violín de Bach.
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FOTO: El violinista Augustin Hadelich y, de espaldas, Carlos Miguel Prieto. Lorena Alcaraz / Cortesía de la OSM
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