Bitácora de un viaje secreto

Jul 24 • destacamos, Lecturas, Miradas, principales • 3336 Views • No hay comentarios en Bitácora de un viaje secreto

 

Para el autor de este texto, Rodrigo García no es sólo el hijo de Gabriel García Márquez, sino un creador que ha forjado su propio camino y el libro sobre sus padres es prueba de ello

 

POR VICENTE ALFONSO
“Mi padre decía que todos tenemos tres vidas: la pública, la privada y la secreta”, evoca Rodrigo García en la página 89 de Gabo y Mercedes: una despedida, libro que en 32 breves capítulos contiene mucho más que la crónica de los últimos días de su padre, Gabriel García Márquez, y los de su madre, Mercedes Barcha Pardo. La cita parece venir a cuento dada la abrumadora celebridad que el autor colombiano adquirió tras la publicación de Cien años de soledad. Sin embargo, bien leída, la frase revela mucho más.

 

Es verdad, todos tenemos tres vidas: la pública, la privada y la secreta. Es fácil pensar en ellas como tres círculos concéntricos, con la vida pública en la parte exterior (aquello que cualquiera puede ver), la privada en la intermedia (lo reservado a la familia y los amigos) y la secreta en el centro (lo que sólo nosotros sabemos). Pero basta observar alrededor para darnos cuenta de que toda relación humana implica una compleja red de intercambios entre esos tres niveles. Dosificamos la información según nuestros miedos y nuestros deseos. Así, podría decirse que la identidad es la suma de aquello que decidimos contarle a cada quien. Por ejemplo, hay cosas que jamás hablaríamos con nuestros padres pero abordamos sin problemas en una comida de trabajo. Hay otras que comentaríamos con los amigos pero nunca con la pareja, o viceversa. Y, agazapadas en alguna parte, aguardan certezas que ni siquiera sospechamos acerca de nosotros mismos.

 

Esto, que pudiera parecer una argucia de novelistas, toca en realidad las raíces más profundas de la vida y a mi ver constituye la esencia de Gabo y Mercedes: una despedida. Porque en sus páginas, el autor ha eludido la tentación de hacer un simple anecdotario y ha emprendido, en cambio, un proyecto mucho más arduo: la bitácora de un viaje emocional, secreto y sin destino fijo. Estructurado en sentido cronológico, el libro es una suerte de diario que comienza en marzo de 2014, cuando Rodrigo García se entera de que su padre lleva dos días en cama por un resfriado. La situación no es sencilla, pues la enfermedad se suma a la progresiva pérdida de memoria que en los últimos años aqueja al Nobel. Sus extravíos son tan graves que en los momentos peores no reconoce ni siquiera a sus hijos, y al verlos pregunta quiénes son esos hombres que lo visitan. Otras veces el novelista hojea ejemplares de su obra, y mientras se observa a sí mismo retratado en las solapas de los libros, pregunta: ¿De dónde carajo salió todo esto?

 

Así, hay que destacar que no nos encontramos frente al testimonio de un heredero-metido-a-escritor, sino ante un narrador de primer orden que, con estilo sobrio y eficaz, se impone el desafío de registrar, junto a los detalles del día a día, sus tormentas internas: ¿Cómo conducirse, qué sentir frente al padre que pide auxilio porque está perdiendo la memoria de manera lenta pero irremediable? ¿Cómo lidiar con el duelo de ver a la propia madre agonizar a la distancia? ¿Cómo despedirse de ella por videollamada en medio de una pandemia que ha puesto al mundo en jaque?

 

Rodrigo García no es ajeno al oficio de contar historias: nacido en Bogotá, criado entre Ciudad de México y Barcelona, es mucho más que el hijo de García Márquez. Profesional del cine y la televisión, ha dirigido películas como Con sólo mirarte, Nueve vidas y Madre e hija. Fue showrunner de la serie En terapia y ha dirigido varios programas piloto y series de la cadena HBO.

 

Se ha hablado mucho de la afición del maestro García Márquez a propagar distintas versiones en torno a ciertos pasajes de su vida privada, así como de sus esfuerzos por mantener ciertos vacíos en su biografía. Si algo queda claro tras la lectura de este testimonio, es que en muchas ocasiones no se trataba de operaciones deliberadas, sino de la dinámica de decir y ocultar propia de todas las familias. Descubrimos por ejemplo que por casi 50 años el Nobel le ocultó a sus hijos que no tenía visión en el centro de su ojo izquierdo, mientras que la familia entera confabuló para esconderle al autor de El Otoño del Patriarca que en el jardín familiar había un cementerio de mascotas, situación que le habría horrorizado. Más profundas y conmovedoras resultan otras conversaciones entre Rodrigo y su padre acerca de los miedos que acarrea la vejez, así como las luchas de Doña Mercedes Barcha por establecer su identidad propia en un entorno que insistía en apodarle “La Gaba”.

 

Aun consciente de que cualquier cosa que escriba sobre los últimos días de su padre puede venderse fácilmente sin importar su calidad, Rodrigo García da un salto hacia sí mismo sin red de protección y nos pone por testigos de sus dudas, sus flaquezas e incluso de momentos vividos a solas en que su comportamiento le parece vergonzante. El resultado es una pieza que destaca por su honestidad de hierro y que no desmerece, ni en lo humano ni en lo literario, frente a obras de la misma índole, como Beber un cáliz de Ricardo Garibay u Oración del 9 de febrero de Alfonso Reyes.

 

Así pues, Gabo y Mercedes: una despedida puede ser leído en varios niveles: más allá de documentar los días finales del máximo exponente del llamado boom latinoamericano, el libro resulta una declaración de amor filial, así como la crónica vital de una pareja que supo resistir lo mismo a la necesidad apremiante que al éxito abrumador. Es también un libro que contiene valiosas reflexiones en torno a la manera en que cada generación toma distancia de sus predecesores para inventar sus propios caminos (que en el caso de Rodrigo llevan a un distanciamiento geográfico, pero también lingüístico: no deja de ser significativo que haya escrito este libro en inglés, lengua que su padre consideraba territorio ajeno). Por encima de todo, es una entrañable defensa de la importancia central de los relatos en la vida y en la construcción de la identidad y la memoria. Conviene cerrar con una cita de Rodrigo García Barcha evocando a su padre: “Atrapa a tus oyentes y nunca los dejes escapar. Un buen cuento siempre supera a la verdad. Un buen cuento es la verdad”.

 

FOTO: Gabriel García Márquez y Mercedes Barcha/ Crédito: Rodrigo García Barcha

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