Cálculos del feminicidio
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POR MAYRA PORTILLO
Todavía no lo sabes porque eres muy pequeña pero, en unos pocos años aprenderás a hacer cálculos. Injustos, dolorosos, encabronantes cálculos.
Cuando veas, en una calle solitaria, un grupo de hombres, calcularás qué opciones tienes para no pasar por ahí; cuando vayas sola en un taxi, calcularás la manera de salir si éste toma un rumbo diferente al que debería seguir; si alguien te sigue en una calle oscura, calcularás qué tan rápido puedes correr con los zapatos que llevas puestos; calcularás qué sitio tomar en el metro donde tu cuerpo esté menos expuesto a abusivos toqueteos; si te quedas tarde en el trabajo y notas que tu compañero te observa de manera insistente y sospechosa, calcularás su peso y estatura en relación a la tuya y si eres capaz de darle un golpe suficientemente fuerte para ganar unos minutos que te permitan dejarlo atrás; aprenderás a calcular cómo defenderte con lo que lleves encima, con las llaves de tu casa entre los dedos, con la esquina de tu bolsa o tu portafolios, con el tacón de tu bota, con tu spray del pelo, con lo que sea. Calcularás qué ropa ponerte dependiendo de lo que otros pudieran percibir, de si alguien podría creer que lo estás provocando por el simple hecho de sentirte bonita.
Empezarás a preocuparte por cómo sentarte, cómo mirar, cómo sonreír, cómo saludar y hasta cómo distraerte. Siempre calculando que ningún hombre, desconocido o no, confunda alguna actitud tuya con una provocación, una invitación para hacerte daño.
Calcularás incluso cómo explicar que te lastimaron, para que te crean.
Pero debes saber que nada de esto será tu culpa, es sólo que eres mexicana.
Y es que, seamos honestos, las cosas siempre has sido así en nuestro país. Es innegable, sin embargo, la manera exponencial en que estos abusos han ido en aumento. Sin contar las violaciones, los secuestros, la trata y el esclavismo de prostitución, así como las quemaduras con ácido; las víctimas de feminicidio se multiplican en cada rincón del país, convirtiéndonos en frías estadísticas. El rango de edad es más amplio que nunca. Hoy, en México, mujeres y niñas son asesinadas todos los días. Por otro lado ha aumentado la saña con la que se perpetran, el odio a lo femenino es patente en cada víctima, sus cuerpos presentan signos de agresiones animalescas, golpes, amordazamiento, quemaduras, mutilación, desmembramiento; finalmente, el trato que el asesino le da al cuerpo de su víctima redunda en este menosprecio pues es desechado en carreteras, ríos, caminos, basureros.
Expertos calculan que, de enero a septiembre del año pasado, fueron asesinadas 2 mil 833 mujeres pero sólo el 25% de estos crímenes son investigados bajo la forma de feminicidio, la gran mayoría se investigan como homicidios dolosos.
Que en 2019, se recibieron 197 mil 693 llamadas al 911 por emergencias de violencia contra la mujer; 5 mil 347 llamadas por emergencias de abuso sexual; 5 mil 470 por emergencia de acoso u hostigamiento sexual; 274 mil 487 por emergencia de violencia de pareja y 3 mil 874 por emergencia de violación.
En respuesta, todos hemos escuchado al presidente responsabilizar al neoliberalismo de la descomposición del tejido social, es decir a un modelo económico, con tantos tecnicismos que raya en la abstracción. En los hechos es mucho más concreto, las manifestaciones de feministas son rociadas con gases lacrimógenos, así, sin románticos argumentos. También es común escucharle lamentarse por cada muerte, principalmente por el enorme agravio de afectar la imagen de su gobierno, sin tener que complicarse con la mención del nombre de alguna víctima, ya no digamos sus condolencias hacia la familia de éstas.
El presidente pretende que las brutales muertes se vayan deteniendo poco a poco a través de lo que el llama “moralizar al país”, para lograrlo cuenta con un arma: la Cartilla Moral, un documento escrito en 1944 por Alfonso Reyes y adaptado por el gobierno actual, que busca elevarlo a Constitución Moral, en cuyo interior de 28 páginas bellamente ilustradas, podemos encontrar 46 veces la palabra “hombre” pero ni una sola vez la palabra “mujer”.
Pero, ¿cómo invitarlo, a él, a reflexionar sobre esto?, ¿cómo se le dice al presidente que debe recibir instrucción sobre crímenes por razones de género, de manera urgente, muy probablemente por mujeres?
No serán, desde luego, las mujeres que forman parte de su gabinete, quienes tampoco parecen entenderlo, desvirtuando con ocurrentes términos como “fakeminismo” manifestaciones genuinas como el paro de mujeres propuesto para el 9 de marzo, tratando con forzados resultados de apoyar el discurso presidencial sobre la manipulación de la que somos objeto millones de mujeres adultas por las oscuras fuerzas de la derecha, con alusiones a la peligrosa seducción de lavar platos si se permanece en casa un día en señal de protesta; o el nacimiento de ese nuevo clásico: “ahorita no”.
No será tampoco el propio sentido común, ese del que fue preso al decidir dejar sin refugio a las miles de mujeres víctimas de violencia doméstica, que lo hizo cerrar los espacios donde jefas de familia podían dejar seguros a sus hijos para poder trabajar, ese que hoy le aconseja destipificar el feminicidio del Código Penal Federal; ese que lo empuja a llamar “corazón” a reporteras en mitad de una entrevista, en pleno ejercicio de su profesión.
Debe haber alguna manera de bajar a nuestro presidente de esa nube de vapores de su propio reflejo que le resulta tan cómoda y reconfortante, al grado de declararnos felices, felices, felices y colocarlo, con sumo cuidado, en la fangosa realidad de nuestro miedo a morir atrozmente, por la única razón de ser mujeres.
Ojalá lo logremos pronto, ojalá sea unidas, sin importar nuestra ubicación en el mapa laboral, social, económico, sin ver nuestras filias y fobias partidistas e ideológicas porque, pese a toda esta información, a todos esos reclamos y testimonios de familias rotas, niños huérfanos e historias inconclusas, de todos estos diversos cálculos, el más infame y sinsentido resulta, el cálculo político.
FOTO: Pancarta con la leyenda “Ingrid Escamilla. El amor romántico mata” durante una protesta por el feminicidio de Ingrid Escamilla el 9 de febrero de 2020 al norte de la Ciudad de México. /Andrés Martínez Casares/ Reuters
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