Caricaturas de guerra: entrevista con Joe Sacco
Sus herramientas fueron el periodismo y las artes gráficas para retratar los conflictos armados de Palestina y Bosnia; sus obras invitan a la reflexión
POR LEONARDO DOMÍNGUEZ
En invierno, a menos 20 grados centígrados, el joven Soba se arrastraba por una colina colmada de minas que acechaba a la ciudad de Sarajevo a finales de los años 90. Trabajaba por la noche; con un palo de madera rastreaba los materiales explosivos y trataba de desactivar las espoletas para evitar las desgracias de la detonación. Pero la lucha que realmente enfrentaba este chico bosnio era recuperarse del trauma bélico y su anhelo por reconectarse con su parte creativa: tocar un concierto de rock and roll en un pequeño bar de la capital.
Este es el tipo de historias que retrata el periodista de cómics Joe Sacco, testimonios que pasan desapercibidos entre la devastación de los conflictos armados. Sacco utiliza la caricatura para dar luz a la vida de personas en países ocupados, destruidos, asediados por la violencia.
Nació en Malta, en 1960, pero se crió y estudió periodismo en Estados Unidos. Saltó a la esfera internacional tras la publicación de su reportaje Palestina, con el que ganó el American Book Award en 1996. A través de su lápiz y un sagaz olfato periodístico, Joe se escabulle en la cultura de los habitantes de Gaza y Cisjordania, en medio de la tensión política e histórica que inmoviliza a la región.
En su obra, no busca ser polémico ni extravagante, Joe aparece en sus cómics como un tipo bajito, con gafas, tímido y que carga un cuaderno de notas mientras sus interrogantes se abren paso entre las ruinas y la desolación. Una muestra de ello es Historias de Bosnia (Planeta), donde documenta cómo se vivió el final de esta guerra en el exterritorio yugolsavo; en Notas al pie de gaza, desentierra la masacre de 300 palestinos a manos de soldados israelíes, en 1956.
En 2001, fue galardonado con el Premio Eisner. Sus viñetas, a blanco y negro, están alejadas del amarillismo, pues concentra sus esfuerzos en los detalles humanos: en las escasas alegrías y la honestidad en plena guerra.
¿Qué te llevó a combinar los formatos del reportaje periodístico y el cómic?
Fue algo muy orgánico. Me titulé en periodismo y dibujaba, no conseguía trabajo en ninguna redacción ni nada que me satisfaciera. Así que las dos cosas se unieron, no diré por casualidad, pero en realidad no tenía una gran teoría sobre lo qué estaba haciendo. Empecé haciendo un trabajo autobiográfico. Más tarde tuve que justificar las razones periodísticas de dibujarme a mí mismo; tenerme como personaje le permite al lector saber que lo que está leyendo es un informe a través de los ojos de una persona: los hechos son verdaderos, las citas son verdaderas, pero dibujarlo lo vuelve un poco subjetivo. Por eso, también soy un narrador imperfecto, un periodista que se ve con la necesidad de traer su bagaje cultural a cualquier historia fuera de mi esfera, fuera de mi país o contexto. Esa es una de las principales cosas que he empezado a entender sobre mi trabajo, sin haberlo desarrollado por alguna razón en particular.
Cuando comienzas a desarrollar una historia, ¿cómo trabajas en primera instancia? ¿Cómo periodista o cómo artista gráfico?
Me gusta calificarme como caricaturista. Pero cuando estoy haciendo un reportaje, me considero un periodista porque así es como me entrenaron. Si alguien me viera trabajando, no sabrían que soy un artista porque rara vez dibujó en esos momentos. Lo que hago es tomar fotografías como referencia y entrevisto a las personas, es el tipo de cosas que harías si estás en una cobertura de campo. Es ese periodismo de carne y hueso que aprendí en la escuela.
Se ha dedicado a documentar conflictos bélicos y la devastación que dejan a su paso. Sin embargo, tus libros también muestran que a pesar de la situación hay personas que aún tienen esperanza de un futuro mejor…
El periodismo tradicional es el qué, cómo, cuándo y dónde, es lo que aprendimos en la escuela. Pero con el tiempo, me ha interesado la naturaleza humana. Quiero entender por qué las personas hacen las cosas que hacen, por qué se comportan así. Muchas de las historias y personas que documento están atrapadas en una situación extrema o no saben si alguna vez se sentirán seguras. Mi papel es hacer, de alguna manera, que el lector sienta el mismo afecto que siento por ellas. Me encuentro a mucha gente buena en circunstancias difíciles, haciendo lo posible por sobrevivir. El periodismo es una especie de privilegio, tienes la oportunidad de conocer gente así, pero lo que quiero hacer es que el lector se ponga en mis zapatos, que sienta lo mismo que me hacen sentir esas personas.
En Historias de Bosnia, te enfocas en la vida de tres guerrilleros: tres personajes que al principio parecen luchar por su país, pero que al final cada uno tiene sus propios intereses. ¿Es un recordatorio de que en la guerra no hay héroes?
En las guerras la gente cree que hace actos heroicos, eso no significa que sean héroes. Lo que es realmente heroico en estos contextos son aquellas personas que conservan su verdadero centro moral. De alguna manera, es más fácil ser físicamente heroico que serlo moralmente. Es ese tipo de resoluciones que debes tomar para mantener tu integridad o mantener tu base moral, sin importar lo que esté pasando: eso no significa que la gente tenga sus puntos de ruptura donde, quizá, comiencen a erosionarse. Pero la mayoría de las personas que conocí están tratando de mantener el sentido de sí mismos, especialmente su sentido de dignidad. A veces, literalmente, eso es un acto de valentía: mantener tu dignidad en situaciones en las que realmente sabes que estás siendo humillado.
¿Estamos viendo un aumento en las expresiones xenofóbicas, la intolerancia racial? ¿O es algo qué hemos tenido en nuestras “casas”?
Estas expresiones no sólo pasan en situaciones de guerra. Hoy recorres las calles de Portland, en Oregon, y puedes ver a miles de personas sin hogar, hay muchas tiendas de campaña; existe una reacción violenta hacia esta comunidad. Pero al mismo tiempo, los ciudadanos tienen letreros de “Bienvenida” en sus patios. Reprobamos la pobreza extrema, parece que nadie quiere ver a estas personas viviendo en la calle. Esas personas también están tratando de mantener su dignidad en circunstancias muy difíciles, con policías despejando las tiendas, la ciudad y la sociedad son hostiles con ellos. Esto también me hace pensar en los palestinos tratando de pasar por puestos de control, tratando de mantener su dignidad en estas circunstancias.
A pesar de que cuentas historias devastadoras, hay ligeros toques de humor en tus libros. ¿Es una especie de medicina? ¿Es esta una forma de enfrentar la atrocidad?
Mucho del humor de mis libros es una especie de manifestación para lidiar con circunstancias difíciles. La verdad es que incluso en las peores condiciones, incluso en las guerras, la gente tiene sentido del humor, aunque a veces uno muy oscuro. Es la forma de explorar su situación, de llegar a su corazón sin romper su propio espíritu. Como periodista he aprendido que esos momentos son importantes y que realmente debes mostrarlos porque son parte de la condición humana. Esa habilidad de tomarse un asunto a la ligera, aunque en realidad sea algo extremo.
Manteniendo sus proporciones, ¿hay alguna similitud entre la guerra de Bosnia y lo que hoy sucede en Ucrania?
Cada guerra tiene sus propias particularidades. Lo de Bosnia fue muy duro, pero lo que está pasando en Ucrania lo supera. He cubierto este tipo de conflictos y no es algo que quiero explorar de nuevo. Estoy buscando historias que no se estén cubriendo tan a fondo. Afortunadamente, muchos periodistas van a Ucrania, el conflicto recibe mucha atención de los medios de comunicación y hasta cierto punto está eclipsando otras cosas importantes que suceden en el mundo. Me interesa usar mis esfuerzos para documentar otros sucesos oscuros, que reflejan imágenes más amplías.
Otra de las crisis que abordas en tu obra es la del cambio climático, como en tu nuevo libro Paying the Land. A pesar de que conocemos las consecuencias, seguimos cometiendo los mismos errores, como la extracción sin control de los recursos. ¿Hay forma de romper con estos procesos? ¿Tu trabajo creativo es una invitación a actuar?
No le doy tanto peso a mi trabajo porque hay muchas personas que luchan contra la extracción de recursos que están mejor posicionados que yo para generar un impacto. Quizá, sólo soy una mirada para abordar este tema en particular, pero espero que miles de voces más de la comunidad artística y del periodismo también trabajen para resaltar estas problemáticas, a pesar de que las fuerzas que están detrás de la extracción de recursos son enormes. Cuando comenzábamos (en Estados Unidos) a hablar sobre abandonar los combustibles fósiles, llega la guerra en Ucrania y la seguridad energética se convierte en un problema mucho mayor. Joe Biden quiere abrir nuevas áreas para la exploración y extracción de petróleo y gas natural; quiere asegurarse de tener grandes suministros para enfrentar la crisis energética que hereda la guerra. El medio ambiente se ha quedado en espera. Aún así, siento que debemos actuar, no puedo decir que todos estos esfuerzos vayan a quedar en vano, tenemos que señalar las cosas por su propio bien. El libro Paying the land es sobre los pueblos indígenas y la forma en la que ven el mundo, lo que realmente quería dejar claro es que hay personas, pueblos indígenas, que miran la tierra y la forma en la que la tratan de una manera completamente diferente a lo que hacemos en Occidente, que vemos la tierra como algo que debe ser explotado, algo que debe ser parcelado, inspeccionado, comprado y vendido. Mientras que ellos ven la tierra como algo que cuidan, para que la tierra pueda cuidar de ellos. ¿Tiene un impacto dar a los pueblos indígenas un foro para hablar sobre esta filosofía? Eso espero. Pero ya sabes, es difícil hacer este tipo de cambios.
A pesar de los conflictos armados o ambientales, me llama la atención que las personas de tus historias deciden quedarse en esas ciudades. ¿El sentido de pertenencia es más fuerte que el horror?
Cuando pensamos en el horror o la pobreza, solíamos pensar que eso estaba en otro lugar. Puedes tratar de aislarte de los problemas del mundo, crear una situación artificial en la que comes la mejor comida o disfrutas de ciertas distracciones. Pero la realidad es bastante diferente, está llegando a la puerta de muchos lugares donde no solía existir. Por lo tanto, ya no necesitas un pasaporte para ver el conflicto y la pobreza.
Cada vez más periódicos cobran por su contenido con la idea de ofrecer material premium, ¿Cómo ves el futuro del periodismo de cómics dentro de esta industria? ¿Saldrá beneficiado?
Fue difícil lograr que la gente apoyara la idea del periodismo de cómics, tomó muchos años para que las personas, primero, le prestaran atención y, segundo, que publicaran los trabajos. Las revistas fueron las primeras que empezaron a impulsar este tipo de cosas. Ahora, los medios impresos están sufriendo, no tienen tantos recursos, no tienen tanto dinero como antes. En América del Norte, los periodistas de cómics están recurrido a la web para difundir su trabajo, hay una organización llamada NIB que se enfoca en esto; hay maneras de transmitir su mensaje. Yo tengo un poco de suerte en el sentido de que ya estoy establecido, mis posibilidades para llevar mi trabajo a un medio impreso no son tan complicadas, pero a los jóvenes sí les cuesta más trabajo: para ellos es más difícil llegar a fin de mes, y no sólo por su profesión sino también porque el costo de vida está subiendo mucho. Los alquileres están caros, la gente sale de la escuela con deudas estudiantiles. Entonces, no estoy seguro de hacia dónde va esta comunidad. Hoy, no sé cómo lo están haciendo los jóvenes, en mi juventud tuve la oportunidad de aprender mi oficio, de pasar el tiempo trabajando en mis libros, de aprovechar mi tiempo libre porque no tenía que trabajar todo el día para poder pagar el alquiler. El costo de vida es tan alto, los alquileres son tan altos en esta ciudad que ahora no sé cómo lo hacen los jóvenes. Francamente, no entiendo cómo pueden dedicar tiempo y energía a hacer algo que no les va a retribuir dinero de forma inmediata. Así que, el tema económico es el problema más grande que enfrentan los periodistas de cómics y los caricaturistas. Aunque siempre tienes la oportunidad de difundir tu trabajo en redes sociales o la web, ¿de verdad puedes ganarte la vida con eso? ¿Es esa una opción? No lo sé.
FOTO: Joe Sacco ganó el American Book Award en 1996 y el Premio Eisner en 2001 por su obra. Crédito de imagen: Hey Festival
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