“Carlo Coccioli encontró en México una diversidad más radical a la suya”: Walter Siti
Con la novela Fabrizio Lupo sacude la literatura de la posguerra, y es aquí donde el autor italiano halla el lugar ideal para publicar una obra que hoy es poco conocida
POR JOSÉ JUAN DE ÁVILA
Para el narrador y crítico italiano Walter Siti, el escritor y activista homosexual Carlo Coccioli (1920-2003) encontró en México una diversidad más radical a la suya y una alternativa a la Europa que abandonó a partir de 1953 para residir en este país hasta su muerte en la capital en 2003, hace 20 años.
En entrevista, Siti (Modena, 1946) incluso consideró idea genial que Coccioli haya hablado como “hombres” de los mexicanos y, en cambio, se refiriera a quienes vivían fuera del país como “seres”.
“Coccioli es muy poco conocido en Italia. Tengo la impresión de que sus libros han tenido más relevancia en México que en Italia, con excepción de sus primeras obras”, comenta Siti en alusión a novelas de temática homosexual como Fabrizio Lupo (1953), que incluso inspiró a Pier Paolo Pasolini para Teorema y sobre la que él mismo escribió el prólogo en la reedición de 2012 de editorial Marsilio.
“No obstante, es un escritor muy interesante por sus temas, sobre todo porque no pertenece al mainstream de la literatura italiana, es un outsider”, dice el también curador de la obra de Pasolini.
El premio Strega 2013 por la novela Resistere non serve a niente (Resistir no sirve de nada, 2013) visitó el país a finales de agosto pasado, invitado a participar en el coloquio “Carlo Coccioli. El alma, los cuerpos, la obra”, organizado por el Instituto Italiano de Cultura, la Cátedra Extraordinaria Italo Calvino de la UNAM y la Asociación de Italianistas de México para conmemorar el vigésimo aniversario luctuoso del autor de Fabrizio Lupo, que también cumple 70 años.
Las conferencias dictadas en la Facultad de Filosofía de la UNAM y en el Instituto Italiano de Cultura fueron curadas por Alessandro Raveggi y en ellas participaron también Massimo Fusillo, Raoul Bruni, Gianni Vinciguerra, Antonio Marquet Montiel, Mariapia Lamberti Lavazza, Betty Zanolli Fabila y (desde fuera del país) Francesca Parmeggiani, Ana María González Luna Corvera y Johnny Bertolio.
Partisano, homosexual y activista por los derechos de los animales, Coccioli nació el 15 de mayo de 1920 en Livorno, Toscana, y pasó muchos años de su adolescencia en África. Su obra y vida parte en el contexto de la literatura italiana de posguerra, con su mentor Curzio Malaparte, y prosigue en la literatura francesa, cuando mantuvo una larga relación epistolar con los protagonistas parisinos de los años 50 y 60, publicando en las editoriales Flammarion, Plon, La Table Ronde, y apreciado por Gabriel Marcel, Jean Cocteau y Julien Green. En 1953, sale de Europa por el escándalo que desató en Francia e Italia su novela Fabrizio Lupo y se instala en México, donde escribió algunas de sus obras más importantes y se desempeñó como periodista hasta su muerte el 5 de agosto de 2003.
¿A qué atribuye el desconocimiento en Italia de la obra de Coccioli?
Hay dos cosas que limitan su importancia como escritor: la primera, que en cierto sentido no pudo mantener una disciplina estilística, a veces uno tiene la impresión de que en su obra escrita en Italia hay un exceso o exageración, que estilísticamente no está bien lograda. A veces prefiere construir frases muy redundantes. La segunda razón es que como se fue de Italia perdió el contacto vivo con su lengua, por tanto los libros que escribió después suenan un poco antiguos para el público italiano.
A su juicio, ¿cuáles son sus obras fundamentales?
Diría que El cielo y la tierra, Fabrizio Lupo, Yo, Cuauhtémoc, Pequeño Karma y Documento 127: He encontrado al Dios de Israel, que es su adhesión al judaísmo, porque él era judío, su madre y su abuela eran judías, y como la línea del judaísmo se transmite por vía materna, él resultó ser descendiente directo.
¿Cuáles son las líneas de Coccioli?
Su línea más importante es la de su sexualidad, de su homosexualidad. En ese sentido, sus libros más interesantes son El cielo y la tierra y Fabrizio Lupo. La primera es una novela que cuando salió en Italia mantenía una táctica realista, porque cuenta la vida de un cura que sacrifica su vida, pero el libro es totalmente diferente a todos los de la narrativa neorrealista de la época. Otro tema importante es el amor hacia los humildes, para los pobres, los desamparados. Y uno más es el tema religioso, es una presencia constante en sus obras, un esfuerzo hacia dios, hacia lo divino, sin que esto remate en una religión; es como si fuera explorando todas las religiones para luego investigar cuál de esas se acerca más a su sentido religioso. Veo en esto una vaguedad o incapacidad de centrarse dentro de sí, en el verdadero punto de sus contradicciones.
¿Su alejamiento de Italia fue sólo por los viajes o porque dejó de escribir en italiano?
Al principio esto obedecía a que Coccioli no fue un escritor cercano a la corriente literaria dominante en Italia en su tiempo. Él no tenía nada que ver con la línea nórdica (como le llamamos), que se desarrolló entre Turín y Milán, representada por Elio Vittorino o Cesare Pavese, la de la editorial Einaudi, en suma, que era un gremio del cual estaba totalmente alejado. Y había otra línea literaria de la cual también fue ajeno: el neorrealismo sureño, que llegaba hasta Roma; de nuevo, Coccioli tampoco pertenecía a esa línea, él era toscano. En aquella época en Italia esta línea era más marginal, más apartada, más provincial, no era una de las sobresalientes del ambiente literario, y eso le cerraba un poco el margen. Tampoco le ayudó que Coccioli era una persona que no se acercaba fácilmente a la gente; era muy orgulloso. Al final, se le percibía como alguien que ya no pertenecía a la literatura italiana y, en cambio, parecía algo exótico.
Si no se relacionaba fácil con otros, ¿cómo es que optó por residir en México, que puede ser abrumador para los extranjeros y aun para los mexicanos por el excesivo contacto personal?
Tenía mucha familiaridad y contacto físico con la gente humilde, sencilla, menos con los intelectuales. Me parece que incluso con los intelectuales mexicanos tuvo confrontaciones y polémicas duras, no de amistad. Probablemente ese fue uno de los motivos por los cuales se encontró bien entre los mexicanos. Paradójicamente, escribió aquí una de sus novelas menos exóticas, L’erede di Montezuma (Yo, Cuauhtémoc, SEP, 1988), en el que habla el heredero de Moctezuma en primera persona. No hace un trabajo de exotismo, intenta entrar en la mente, en la personalidad de este pueblo. Y es uno de sus mejores libros porque él, que se concebía diferente a los demás, encuentra en México una diversidad aún más radical que la suya, una cultura que representaba una alternativa total al mundo europeo. Y eso lo supo hacer muy bien con esa idea suya genial de definir a quienes vivían en México como “hombres” y a quienes vivían fuera de México como “seres”. El punto de vista natural es de quienes viven en México; y los demás, “los seres”, eran los que se tenían que cuestionar y se comportaban de manera incomprensible; la paradoja que establece Coccioli es que los exóticos, los ajenos, eran ellos.
En México se editaron muchos libros de Coccioli, pero ya no se leen.
No son libros sencillos, son bastante complejos, porque tienen diferentes niveles de lectura. El estilo es bastante exagerado, las frases son muy largas, con metáforas muy atrevidas. No es un escritor de lectura fácil. No tengo mucha familiaridad con la obra que escribió directamente en español; me han dicho —no pude verificarlo— que cuando escribió Yo, Cuauhtémoc tomó en cuenta el ritmo del náhuatl.
¿Cuáles son sus conclusiones del coloquio sobre Coccioli?
De las conferencias emergió un Coccioli más desarrollado, más articulado de lo que esperaba, multifacético. Un tema que yo no había esperado nunca es el del queer, es decir, la posibilidad de la fluidez entre los sexos y un antagonismo que no se transforma en guerra entre sexos. Es esta temática del andrógino, hermafrodita, del chico y la chica que se parecen y se juntan porque cada uno de los dos se refleja en el otro. Esta temática fluida pensaba que era limitada al problema de la homosexualidad, porque en la época de Coccioli no estaba reconocido socialmente. Mientras que esta temática queer yo no la conocía (en él), y en el congreso aprendí esto y despertó mucho interés en mí. Una ponente también habló de su relación con el periodismo, y eso me gustó mucho. Tampoco sabía que la publicación de Fabrizio Lupo fue un choque cultural para los homosexuales en México, abrió puertas.
Lo queer ya es algo cotidiano. ¿Qué hay de actualidad en la obra de Coccioli para usted?
En la parte más política de Fabrizio Lupo hay una profecía, que llega a 2025: habla de unos personajes, hombres que nacieron con una cola y que siempre habían sido marginados al considerarlos anormales, pero empiezan lentamente a ser aceptados por la sociedad. Y para ese año de 2025 profetiza el primer caso de alguien que nació con cola, pero cambia quirúrgicamente. Hoy, una cirugía permite a las personas que no se reconocen de un sexo cambiar y también regresar al sexo originario. Es un tema que en Italia es objeto de mucho debate. Y, considerando que esta novela fue escrita hace 70 años, es bastante sorprendente.
“Y luego está el tema de la fluidez. En Italia hay una paradoja muy rara en este momento en la que los homosexuales tradicionales son considerados políticamente incorrectos, porque en la homosexualidad de los años 70 u 80 se favorece al homosexual musculoso; este mundo está siendo acusado por el mundo queer de ser machista, un machismo de homosexuales tradicionales. El mundo queer hoy en día piensa que no tiene ningún sentido hablar de homosexualidad, ser hombre o mujer no es una bipolaridad importante para superarla. Para mí, que tengo 72 años, lo que me tardé y me costó declararme homosexual y que había sido una victoria haber salido del clóset, bueno, pues ahora parece que no tiene ninguna relevancia, porque si tú dices: ‘Yo soy gay’ parece casi que tú eres alguien que no va acorde con los tiempos, que no es relevante decirlo porque hay fluidez”.
Parece que Coccioli se adelantó a escritores como Gore Vidal (Myra Breckinridge, 1968); David Ebershoff (The Danish Girl, 2000) o Jeffrey Eugenides (Middlesex, 2002).
Bajo ese punto de vista, con esos temas, sí, es un antecesor . Aunque, para ser sinceros, este tema de la ambigüedad sexual, de no poder distinguir entre hombre y mujer, fue tema del decadentismo europeo, con Thomas Mann o Robert Musil. Se abordó en el decadentismo, pero no tuvo un desarrollo político. La cosa interesante es que para Coccioli sí es relevante que desemboque en lo político.
« Ella, todas, energía cósmica “El populismo es la enfermedad que curará la democracia”: Andrés Barba »