“En Rayuela rompí diques”

Jun 9 • Conexiones, principales • 5591 Views • No hay comentarios en “En Rayuela rompí diques”

POR JULIO CORTÁZAR

LA MISIVA DE CORTÁZAR, dirigida a Jean Barnabé está incluida en la edición especial de Rayuela que hizo Alfaguara para celebrar los 50 años de su publicación

 

Antes de irme a Italia, terminé de corregir las últimas pruebas de mi novela, y las envié por avión al editor. Si han llegado sanas y salvas, el libro aparecerá  mediados de julio, y entonces podrá decirme algún día si lo que espera de mí, esa explosión a que alude en su carta, se ha producido o si todavía sigo encerrado y un poco distante.

Me sorprendió que me dijera que prefiere Los premios al conjunto de mis cuentos, porque a mí me parece muy inferior a ellos. ¿No estará usted reincidiendo quizá inconscientemente en la típica actitud del lector francés, para quien en el fondo sólo la novela cuenta?

FOTOGRAFÍA: Portada de la edición conmemorativa de Rayuela/Cortesía Alfaguara.
FOTOGRAFÍA: Portada de la edición conmemorativa de Rayuela/Cortesía Alfaguara.

 

Personalmente, creo no haber escrito nada mejor que “El perseguidor”; sin embargo, en Rayuela he roto tal cantidad de diques, de puertas, me he hecho pedazos a mí mismo de tantas y de tan variadas maneras, que por lo que a mi persona se refiere ya no me importaría morirme ahora mismo. Sé que dentro de unos meses pensaré que todavía me quedan otros libros por escribir, pero hoy, en que todavía estoy bajo la atmósfera de Rayuela, tengo la impresión de haber ido hasta el límite de mí mismo, y de que sería incapaz de ir más allá.

Espero que las innovaciones “técnicas” de la novela no le molesten; no tardará usted en adivinar (aparte de que hay fragmentos que lo explican muy claramente) que esos aparentes caprichos tienen por objeto exasperar al lector, y convertirlo en una especie de frère ennemi, un cómplice, un colaborador en la obra. Estoy harto de eso que un personaje de mi libro llama “el lector- hembra”, ese señor (o señora) que compra los libros con la misma actitud con que contrata a un sirviente o se sienta en la platea del teatro: para que lo diviertan o para que lo sirvan.

Lo malo de la novela tradicional es eso, que en pocas páginas crea una atmósfera que envuelve, acaricia, seduce al lector, y éste se deja transportar durante 300 páginas y 8 horas, sentado en una nube (rosada o negra, según los casos) hasta llegar a la palabra fin que es una especie de Orly de la literatura.

He querido escribir un libro que se pueda leer de dos maneras: como le gusta al lector-hembra, y como me gusta a mí, lápiz en mano, peleándome con el autor, mandándolo al diablo o abrazándolo…

 

De una carta a Jean Barnabé, 3 de junio de 1963

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