Cartas desde México a Mina Loy

Ene 3 • Ficciones • 3490 Views • No hay comentarios en Cartas desde México a Mina Loy

 

POR ARTHUR CRAVAN 

 

Este domingo

 

Vuelvo a escribirte. Me haces tanta falta que esto es terrible. ¿Nos volveremos a ver? Por momentos lo dudo. ¡Es horrible! Estoy inconsolable de pensar que no has sabido jamás cuánto te amo. Ahora que es demasiado tarde, me parece que no he sido lo bastante expresivo. Podría llorar durante horas, mas como tú me conoces, tengo demasiado miedo de dejarme ir. Soy hombre de extremos y de suicidio.

 

Me acabo de enterar que la línea será reestablecida en uno o dos días.

 

Es necesario que me escribas a: Arturo Cravan, Entregas Generales, Ciudad de México. Te amo, te amo, te amo.

 

Le doy [mi] carta a un amigo para que vaya más rápido.

 

[Escrita con crayón En la fecha 17 de dic.; el número 17 parece borrado.]

 

 

Nuevo Laredo, 18 de dici[embre] 1917

 

Mi ángel.

 

Estoy horriblemente deprimido y tengo casi vergüenza de mí mismo. ¿Soy demasiado liberal o ligero? No puedo responderme. A la mera hora fallé en soltar la tabla salvadora para llorar. ¡Ah!, tengo la garganta cerrada y no puedo más que llorar a causa de la gente. Pues tengo mucha lucidez en este momento. Mi Dios, con tal que me cumplas tu juramento. Me quitarías toda confianza en la vida, por siempre, si me mintieras. No tengo derecho a dudar de tu palabra de honor; tanto menos si te respeto; mas estoy ciertamente loco en este momento. Escríbeme inmediatamente a la dirección siguiente: Arturo Cravan, Oficina Postal General (no lo olvides), Ciudad de México.

 

Y sobre todo no seas escéptica, me herirías terriblemente y romperías el encanto. ¿Recuerdas nuestra alegría de cachorros cuando nos encontrábamos después de habernos extraviado durante algunos días? ¡Qué demostraciones no te haría si pudiera volverte a ver! Cuando me escribas, escríbeme largamente para consolarme. ¡Si pudieras ver mi figura en este momento! Esto no es temor a la vida, sino temor a la vida sin ti. No olvides que no tengo a otra persona en el mundo, que eres mi único afecto. Escríbeme una extensa carta y una pequeña nota aparte, para el caso de que aquélla se pierda. Estaría inconsolable si no tuviera nada. Figúrate que aun ahora he pensado en volver de nuevo. Puedes reírte y decir que estoy poco preparado para la desdicha. ¡Qué soledad aquí! Espero siempre que las comunicaciones se reestablezcan y poder irme y permanecer en Monterrey hasta el momento de volver a ponerme en ruta. No me atrevo a decirte mi estado de ánimo; eso sería demasiado negro. No me digas que has aprendido algo. No he cometido nada que pueda ser considerado como una falta. Es absurdo, esta idea me atormenta, que te hayan dicho entonces algo, pero estoy tan triste que naturalmente me creo abrumado por todas las desdichas.

 

No me escribas más que buenas cosas. Tengo tanta necesidad. Vengo de releer ese principio de carta. Y me parece frío, no pega.

 

 

Nuevo Laredo, México [diciembre 1917]. Martes.

 

Mi gran querida,

 

Parto mañana para la ciudad de México, las comunicaciones se han reestablecido. Escríbeme en seguida a: Arturo Cravan, Lista de Correos, Ciudad de México.

 

Te envío una fotografía tomada para mi pasaporte mexicano. Verás que he cambiado ligeramente y que mis vestimentas están en un penoso estado; observa el falso cuello desgarrado. Me batí con ese estúpido de Cornell y te juro que fui yo quien ganó. Te escribo pero quiero que esta carta parta a la hora del lado americano para que llegue antes. No puedo más que repetirte que te amo hasta la locura y que es necesario que te vuelva a ver.

 

Si no tienes noticias mías durante algunos días no te alarmes: estaré en el tren, y de la ciudad de México el correo tarda dos días más en llegar a Nueva York. En cuanto pueda partiré para Buenos Aires. Parece que Argentina, Chile y México van a unirse para defender su neutralidad. Llegaré muy pronto a Buenos Aires. Removeré cielo y tierra para volverte a ver.

 

Te adoro. Estoy loco por ti. Hasta muy pronto. Te como.

 

[Los datos superiores fueron escritos con crayón. El sello de correos indica: Laredo, Texas, 19 de diciembre 1917.]

 

 

[20 de diciembre de 1917]

 

[…] metros. Te volveré a ver en Buenos Aires. Arreglaré mis asuntos en México, venderé mi comercio y partiré. Me has jurado venir. Verás que soy un ángel y un elefante. Ocúpate desde ahora de obtener tu pasaporte. Esos trámites son siempre largos. Una vez que tengas ese papel, no tendrás más que hacerlo visar. Y no te ocupes de los consejos de los mediocres. Soy el profeta de una nueva vida y sólo yo vivo. No me conociste. Estuve muy por debajo de mí mismo en Nueva York. Todo eso es ya un cartel en pedazos.

 

Sabes que te encuentro toda excepcional y que te [ilegible]. Y sabes que soy un avaro en cumplidos… Tú me has dicho que mi mano indicaba una gran rudeza y ella debe ser ciertamente de esa naturaleza.

 

Tengo tu fotografía empapada ante mí y te adoro como creo que ningún hombre ha jamás adorado a una mujer. Estoy absolutamente asombrado de haber pensado tanto en ti y no llego a terminar mi carta. Me parece que olvido lo esencial, cualquier cosa queda indefinida, de hacerte jurar cualquier cosa eterna…

 

Hasta mañana, mi sublime amor. Cuando telefonees a mis amigos díles que les envío toda mi amistad (especialmente a Arensberg).

 

Te estrecho entre mis brazos.

 

PD. y perdón: pues te pido ocuparte de mis asuntos con los Backman que, sin eso, podría ser, estarían perdidos. He perdido la dirección de Zayas. Escríbemela. Como medida de precaución escríbeme en seguida una pequeña carta a la ciudad de México, Lista de Correos. Yo sufriría mucho si no tuviera nada de ti.

 

[Carta incompleta (hojas numeradas 3 y 4). La mención de Buenos Aires, así como el papel utilizado y el hecho de que esté escrita con crayón, le permite al editor Pierre Begot fecharla el 20 de diciembre de 1917.]

 

 

México, el 22 de diciembre [19]17

 

Mi gran adorada,

 

No hay más. Estoy loco de impotente rabia. ¡Si supieras lo que me pasa! Estoy perdido de amor por ti. ¡Ah! si se pudiera morir llorando como cuando se abre uno las venas. ¡Qué dulce muerte! Si pudiera volverte a ver cinco minutos para darte las indicaciones a seguir para que nos volvamos a ver. Tengo la ansiedad de un condenado a muerte y no puedo poner en su sitio mis ideas. Pídele a Madame Meier que te preste la correspondencia de Musset y George Sand. Es mi propia historia, salvo la traición.

 

Nunca, desde que estoy en el mundo, me mostré tan grosero de instinto y de pensamiento como en este último año en que me conociste, y es por eso que tengo miedo. Has sido un ángel de delicadeza y ahora, sin embargo, no te tengo más. Mis ojos están continuamente llenos de lágrimas. No soy más que un andrajo. ¡Y decir que has dudado de mi amor! ¿Sabes que probablemente voy a estar obligado a pasar por España para ir a Buenos Aires? Puedes imaginarte cuáles son mis problemas en este momento. No tendría jamás el dinero para hacerlo aunque lo haré por ti. Y no hay, parece ser, otra ruta. Corro todo el día para obtener informes. Ve cuánta sería mi desesperación si después de los milagros de devoción necesitara hacer milagros de verdad, pero tú no vendrás abajo. Mi cabeza, ya no la tengo; está bien sacudida. Y no vayas a creer que busco ablandarte; no te digo ni la mitad de la verdad. Que no lloré veinticuatro horas antes de dejarte para que te des vagamente una idea de la medida de mi amor. No me atrevo a mirar tu fotografía. ¡Ah, qué Navidad! No creí jamás que fuera posible sufrir algo parecido y llegué a temer por mi equilibrio.

 

No sé por qué te escribo, pero todo me parece inútil desde el momento en que no estás. ¡Es horrible! ¡Si sufrieras la cuarta parte de lo que sufro cuánto me amarías! Escríbeme: Arturo Cravan, Lista de Correos, Ciudad de México.

 

Reza siempre y ruega con todas tus fuerzas por mí. ¡Estoy destruido y eso no es sino por tu causa! El resto me da igual. Te envío millones y millones de besos y todo, todo eso que no se puede expresar cuando no se puede estrechar entre los brazos.

 

Y ahora lloro.

 

 

México, el 24 de diciembre 1917

 

Mi paloma. 

 

Mañana será Navidad y no estarás aquí. Ahora creí volverme loco y no creerás que exagero. Ahora debí de haber tomado el barco para América del Sur y no lo he hecho. No hubiera podido jamás soportar ese viaje: te digo que pierdo la razón. Alejarme de ti, imposible. Es necesario que vengas aquí conmigo, o verdaderamente no responderé de mí. Debes partir para España, mas tengo miedo que interpretes ese viaje como una aproximación. Escucha, mi inmenso amor, si soy siempre el ángel de tu corazón, debes venir al recibir esta carta. A mí mis parientes no me permitirían que dejara México. Y no nos separaremos más. ¡Ah, si pudieras ser mi mujer! Después de haberte conocido ninguna mujer debe tener que salvarse, sobre todo desde el punto de vista moral, y sabes que el resto me importa muy poco. Del resto, hice voto de castidad y eso no me costará más que no volver a fumar nunca. Si Dios decidió que no debo volverte a ver le daré asimismo un beso a una mujer. Entiende, Mina, perdóname: era un hombre y te juro que ahora soy un ángel.

 

Deja tu renta a los niños, ganaré tu vida aquí. No vayas a Buenos Aires, creo que Argentina va a entrar en guerra.

 

Envía de regreso o por correo el número de El Sol con el combate con Johnson al Sr. Enrique Ugartechea, Escuela de Cultura Física, Tacuba 15, ciudad de México. Hazlo en seguida, eso es muy importante.

 

Si tomas el tren de imprevisto me encontrarás allí. Y puedes escribirme allí para no despertar sospechas de mi madre. Todos los diarios tienen igualmente mi dirección. No olvides decirme si sí o no vendrás y cuándo. Acuérdate que me lo has prometido, en caso de que no fueras a Buenos Aires y, asimismo, si quisieras ir eso costaría mucho más barato desde aquí. ¡Date cuenta que las cartas que te envío tardan un mes en llegar y las tuyas tardarán más de cuatro o cinco días! Este pensamiento me hace casi delirar. Estoy terriblemente perdido, no duermo de noche. Escríbeme seguido, seguido. Si vienes, no te olvides de apartar el paquete. Podría ganar mucho dinero para ti. Contéstame y por piedad no me vayas a escribir que por una u otra razón todo ha terminado. Me prometiste no creer nada antes de oírme y si me vieras tendrías ciertamente piedad.

 

¡Ah!, si quisieras telegrafiarme a la dirección siguiente: Arturo Cravan, Hotel Juárez, 81, Calle Tacuba, Ciudad de México: vendré en un mes o cualquier cosa como esa, me harías danzar de felicidad.

 

Besos y eternidad.

 

 

México, Navidad de 1917.

 

Dear Mina,

 

I shall write to a few lines in English and then in French as I surely master this language a little bit better. I only wish you could read Spanish because only in that idiom I can express my feelings.[1]

 

Sí, me deberías escribir en español. Mi pobre Mina, lo que me haces falta, eso es terrible. Lo que sufro no tiene expresión en el lenguaje humano. Por momentos, sacudo la cabeza para verificar que tengo… [palabra borrada del manuscrito] razón. Tengo un miedo espantoso de volverme loco, casi no como y, sobre todo, no duermo en absoluto. Es un martirio que no podré soportar por mucho más tiempo. Es necesario que vengas de Nueva York o me suicidaré. Estoy desesperado. Ayer lloré durante dos horas y ahora no sé lo que eso será. Ven. Estoy poseído de uno de esos amores excepcionales, de la misma manera que no se encuentra un gran talento más que cada cincuenta años. Quisiera pasar el resto de mi vida contigo. No te rías. Sabes muy bien que puedo cumplirte todos tus deseos aquí y que sería feliz, el hombre más feliz si pudiera hacerlo. Aunque puedas pensar en mí, ven enseguida, antes de que sea demasiado tarde. Jamás regresarás si vienes y no vas a estropear una vida de amor y de profunda amistad por un instante de enfado o de prejuicio. Jamás tendrás que apenarte de haberme conocido. Sabré siempre distinguirme, espera. Olvidé decirte que te amo tanto con la razón como con el corazón, eso puede hacer que te pueda amar con cabellos blancos, arrugada. ¡Sabes que te amaré con canas! Tu bella inteligencia me hace falta atrozmente, ¡Ah, cómo se me castiga! No pienso más que en esta carta y en otras cosas. Cometí indelicadezas, he sido mil veces culpable, mas me castigo, me pongo de rodillas. Le pido a Dios todos los días que te encuentre. Acuérdate que tú misma inconscientemente… esa fotografía sobre la chimenea… no te lo he dicho jamás… y por lo tanto…

 

Me dijiste que yo era el único hombre que te había dado la impresión de un dios. Ven, si quieres, a gozar del ángel. No quiero jamás pecar. Detesto todas las mentiras. Es verdad que no soy como los otros hombres, pero he sido como ellos este año aquí. Ahora la sola vista de los hombres me hace sufrir. Si crees en Dios debes venir. Si, por azar, no me respondes, te maldeciré Mina, y me dejarás vacío. Sabrás lo que es de vacío un hombre. Eso es dejarlo sin genio. Mas tú misma eres más que una mujer. Y ahora te pido perdón por todos mis insultos. Escríbeme en inglés o en francés todos los días. ¿Recibes todas mis cartas? Te escribo todos los días.

 

Largos besos de mis labios secos.

 

*Fotografía: Parte de la correspondencia que el poeta Arthur Cravan envió a Mina Loy fue escrita en México / Especial.

 

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[1] “Querida Mina: Te escribiré unas cuantas líneas en inglés y luego en francés porque seguramente manejo este idioma un poco mejor. Sólo deseo que pudieras leer español, porque sólo en ese idioma puedo verdaderamente expresar mis sentimientos”.

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