Catalejo de la revolución científica

Abr 23 • Lecturas, Miradas • 4706 Views • No hay comentarios en Catalejo de la revolución científica

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POR BERENICE GONZÁLEZ DURAND

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Hacer accesible el conocimiento científico es todo un reto, pues no se trata solamente de convertirse en una especie de traductor de conceptos complejos, sino de lograr que los demás se interesen por la ciencia más allá de ser simples receptores de información. Steven Weinberg no sólo es reconocido por su Premio Nobel de Física, sino por ser uno de los mejores divulgadores de ciencia, y con su libro Explicar el mundo. El descubrimiento de la ciencia moderna (Taurus, 2015), subraya ambos hechos. Aunque no se reconoce como historiador, el autor utiliza a la perfección los recursos de esta profesión para internar al lector en un confortable viaje a través del tiempo y descubrir los métodos que las distintas sociedades utilizaron para entender el mundo y que finalmente sentaron las bases de la ciencia moderna.

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La primera parada es Mileto, la ciudad jónica más poderosa y rica durante el siglo VI a. de C. En este lugar el autor ubica a Tales, personaje que vivió aproximadamente dos siglos antes de la época de Platón  y que pudo predecir un eclipse solar alrededor del año 585 a. de C. En las reflexiones gestadas por Tales de Mileto y otros filósofos de las ciudades jónicas, Weinberg encuentra un nivel más profundo para explorar la realidad, a tal grado que mediante la observación de este tipo de fenómenos se lograron disertaciones sobre la composición de la materia en las que ya se hablaba del papel de unas partículas diminutas e indivisibles llamadas átomos. De hecho una frase que sobrevive hasta nuestros días como un recurso coloquial sobre el destino, fue gestada precisamente tras una de estas discusiones. La frase “Todo ocurre por una razón”, se le atribuye a Leucipo, el creador del sistema filosófico del atomismo.

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La cotidianidad abría puertas a mundos insospechados. Weinberg (Nueva York, 1933) piensa que probablemente el primer fenómeno que se estudió íntegramente mediante métodos aritméticos fue la música. De hecho, este arte es un referente constante a lo largo de la historia de la ciencia. Einstein le apostaba con fuerza a su percepción musical e incluso llegó a decir que jamás hubiera sido posible postular su Teoría de la Relatividad si no hubiera estudiado violín desde los cinco años.

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En la segunda parte del libro, el miembro de la National Academy of Science en EU y de la Royal Society de Londres, realiza un acercamiento histórico al estudio de la astronomía a través del detonador más simple: su utilidad. En este sentido cuenta cómo durante el mes de junio el desbordamiento del Río Nilo era un acontecimiento vital para la agricultura de los egipcios del año 3000 a. de C., quienes esperaban ansiosos la salida de la estrella Sirio justo antes del amanecer, pues este hecho coincidía con el flujo del agua para sus cosechas. El cambio de las estaciones  determinó la vida de muchas culturas a través de la observación del cielo, sin embargo durante varios siglos los astrónomos intentaron entender cuál era la razón de que las estaciones no eran todas iguales, pero la respuesta llegó hasta el siglo XVII con Johannes Kepler, quien se dio cuenta que la Tierra se movía alrededor del sol en un órbita elíptica, no circular.

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Para llegar a este nivel de conocimiento fueron indispensables las mediciones del tamaño de la Tierra, el Sol y la Luna, realizadas por los astrónomos griegos varios siglos antes de que naciera Kepler. Para Weinberg, este fue uno de los logros más importantes de la astronomía griega, pues por primera vez las matemáticas fueron utilizadas correctamente para extraer conclusiones cuantitativas sobre la naturaleza del mundo y que finalmente sentarían las bases de la revolución científica de los siglos XVI y XVII.

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Conocimiento científico y revolución

Weinberg cuenta cómo, durante la época medieval, el conocimiento griego había sobrevivido en las bibliotecas de los monasterios, sin embargo los europeos de la Edad Media no se habían preocupado por explorar este acervo ante sus propias preocupaciones que incluían repetidas invasiones por parte de hunos, árabes, y nórdicos, entre otros grupos. Entre los diferentes acontecimientos históricos que fueron determinando el desplazamiento del saber científico a territorios específicos, el autor destaca la llamada Guerra de los Cien años que desde mediados del siglo XIV a mediados del siglo XV desgastó a tal nivel a Inglaterra y Francia, que el trabajo científico se desplazó de manera natural hacia Alemania e Italia.

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Para el autor, la revolución científica comenzó con Copérnico, el astrónomo de origen polaco que mediante la influencia del humanismo italiano, retomó el estudio de los clásicos sentando las bases para la sistematización de la física. Durante la segunda mitad de su libro, Weinberg se dedica a explicar precisamente en qué consistió la revolución científica, cuál fue la transformación que sufrió el conocimiento después de que se intentara alejar de la relación que había establecido históricamente con la filosofía y la religión,  al mismo tiempo que se desarrollaba el pensamiento matemático como la herramientas ideal para la experimentación.

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El trabajo de Copérnico y Kepler sobre un sistema solar heliocéntrico basado en cálculos matemáticos adquiere una nueva dimensión mediante las herramientas de observación propuestas por el italiano Galileo Galilei (Pisa, 1564). Weinberg considera que la revolución en el campo de la astronomía empezó en el momento que Galileo se encontró con unos catalejos. Las propiedades del aumento visual que ofrecían las esferas de cristal llenas de agua se conocían desde la antigüedad, pero con el cristal, la idea de ampliar las imágenes se fue extrapolando.

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Para aumentar de tamaño objetos lejanos es necesario combinar un par de lentes, uno para enfocar los rayos paralelos de luz procedentes de cualquier punto para que converjan sobre un objeto; y un segundo para enviar esos rayos de luz en direcciones paralelas al ojo. Galileo mejoró este sistema con una primera lente convexa por un lado y plana por otro con una larga distancia focal; así como una segunda lente cóncava por un lado y una distancia focal menor. Estos cambios ampliaron la imagen hasta nueve veces. Todos aplaudieron en Venecia la efectividad con la que se podían ver los barcos dos horas antes de que fueran visibles para el ojo humano. Este catalejo se convertiría en los telescopios con los que Galileo cambiaría la historia de la astronomía.

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Sin embargo, para el autor es con Newton con quien se alcanza el clímax de la revolución científica. Weinberg difiere de quienes lo describieron como el último de los magos, para él era más bien un personaje que migró de la filosofía a la ciencia de una forma muy afortunada y cuyos principales logros experimentales tienen que ver con la óptica y la mecánica a través del estudio de la luz. Newton se dio cuenta de que la luz blanca está formada por todos los colores y que el ángulo de refracción del cristal depende de cierta forma del color, es así que para evitar aberraciones cromáticas inventó un telescopio reflectante que logró ampliar la imagen cuarenta veces y que es el precursor de todos los telescopios astronómicos de la actualidad. Bien dice el autor que la gran virtud de la ciencia es que es acumulativa, pero al final los más amplios principios científicos se reducen para lograr alcanzar respuestas cada vez más fundamentales.

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*FOTO: Steven Weinberg: Explicar el mundo, México, Taurus, 2015, 544 pp./ESPECIAL

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