Christopher Lee, príncipe de las tinieblas
POR MAURICIO GONZÁLEZ LARA
Siglo XIX, Transilvania. Obnubilado por la obsesión de acabar con la plaga de vampiros que azota la región, Jonathan Harker arriba al castillo del Conde Drácula, localizado a las afueras de Cluj-Napoka. La estrategia de Harker: aceptar un trabajo como bibliotecario para infiltrarse en las catacumbas de la propiedad y terminar con Drácula, origen del mal. El plan se complica cuando Jonathan encuentra en el castillo a una joven hermosa que le pide ayuda para escapar del Conde. Justo cuando está a punto de contarle los detalles que la llevaron a su encierro, la mujer siente una presencia que la hace huir despavorida. Harker voltea hacia el rincón superior de la estancia. Han corrido siete minutos y 20 segundos de la cinta Drácula (Horror of Dracula, 1958), de Terence Fisher, y ahí está, majestuoso, en toma abierta: el príncipe de las tinieblas. Con elegante rapidez, Drácula baja por las escaleras y se acerca hasta que su rostro queda a centímetros de la cámara y ocupa totalmente el cuadro. Con la salvedad de Orson Welles en El tercer hombre (1949), de Carol Reed, no existe una entrada más espectacular en la historia del cine. La figura afilada, la mirada profunda, el gesto que sugiere bestialidad detrás del aire aristocrático, la voz grave, el pelo entrecano, los casi dos metros de altura, la sexualidad hipnótica. No estamos frente a un actor maquillado para interpretar a Nosferatu: Christopher Lee, qué duda cabe, es el Conde Drácula.
La vida de Lee fue tan fascinante como su galería de personajes. Nacido el 27 de mayo de 1922 en Inglaterra, Christopher Frank Carandini (su verdadero nombre) pertenecía a una familia de clase alta formada por la condesa Estelle Mari Carandini di Sarzano y el teniente coronel Geoffrey Trollope Lee. Tras el divorcio de sus padres, Christopher quedó al cuidado de su madre, quien se casó con el banquero Harcourt Rose, tío de Ian Fleming, el creador de James Bond. Curiosamente, décadas después, Lee personificaría a Francisco Scaramanga, uno de los villanos más memorables de la saga del agente 007, en El hombre del revólver de oro. En los años de la II Guerra Mundial, combatió en la aviación británica y participó en misiones secretas de inteligencia. Durante el rodaje de una de las cintas de El señor de los anillos, el director Peter Jackson le pidió a Lee que imaginara cómo suena un hombre que es apuñalado por la espalda. Sir Christopher le contestó que no tenía que imaginárselo.
Su carrera actoral despegó en la década de los 50, cuando los estudios Hammer lo contrataron para interpretar a la “creatura” en La maldición de Frankenstein (Fisher, 1957), junto a Peter Cushing. La dupla conformada por Sir Christopher y Peter fue explotada al máximo por los directivos de Hammer en cintas como La momia y la ya mencionada Drácula, que se convirtió en la piedra de toque de una franquicia de calidad desigual, aunque repleta de destellos geniales. A lo largo de cinco décadas, Lee fue Rasputín, Lucifer, Fu Manchú, Sherlock Holmes, Lord Summerisle (el oscuro líder de la isla en El hombre de mimbre), el conde Dooku y el mago Saruman.
Las nuevas generaciones ubican a Lee por sus participación en El ataque de los clones (2008) y las adaptaciones cinematográficas de Tolkien. Sir Christopher era unos de esos actores cuyo carisma podía hacer visible el bodrio más putrefacto, así como dotar de emoción a la más ridícula de las situaciones. Botón de muestra: la batalla contra Yoda en el episodio dos de Star Wars. Villano recurrente, Lee rara vez sobrevivía hasta los créditos finales. No importa: siempre estábamos bajo su hechizo, vitoreándolo por encima de los héroes, deseando en secreto su victoria. Cuesta trabajo pensar en un actor tan generoso y entregado a su oficio. Como bien apunta Peter Jackson, “era un verdadero caballero en una era que ya no valora a los caballeros”. Gracias, Sir Christopher.
*FOTO: Una de las caracterizaciones más conocidas de Chirstopher Lee fue la del Conde Drácula en la película Drácula, dirigida por Terence Fisher/Especial
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