Cimientos
POR JULIETA GAMBOA
Cuando el día se alarga en las paredes,
y las horas pesan y se obstinan,
los cuartos de mi casa se llenan de humedad
y crecen ojos en las puertas.
Para salir,
las paredes, recargadas sobre mí,
las que sostengo,
se separan:
escucho las goteras que persisten,
el sonido de las grietas en su oscura resonancia.
Afuera,
con cada paso cae un poco de los muros,
pero la calle sigue siendo un río extranjero
en el que nadan peces cada uno con su nombre.
El latido es sólo un mecanismo;
los gestos se repiten en el gesto precedente.
Vuelvo,
la respiración cifrada bajo el techo,
entre los restos,
junto al polvo,
a esperar la respuesta de otros labios.