Al-Kateab-Watts y la devastación inmediata
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Más allá de ser un relato político, esta cinta habla acerca del amor maternal en medio de la tristeza, de una guerra que se resiste gracias a la pureza de una niña
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POR JORGE AYALA BLANCO
En Para Sama (For Sama, Siria-RU, 2019), impactante debut como documentalista protagónica de la estudiante siria alepiana de marketing improvisada como filmadora periodista ciudadana de 28 años Waad al-Kateab (sin experiencia cinemática previa) en colaboración con el experimentado docuficcionista inglés para la cadena Channel 4 Edward Watts (Escape del Estado Islámico 15 y El megaburdel 15), la propia realizadora se filma filmando de julio a diciembre de 2016 los seis meses del criminal asedio y la destrucción de Alepo, la ciudad que fuera la más poblada de Siria incluyendo su capital Damasco, remontándose al estallido de la Revolución contra el autoritario régimen dinástico de Bashar al-Assad, que encontró en el entusiasmo universitario su mejor aliado a partir de la inopinada mañana del 29 de abril de 2012, hasta la desesperada evacuación, tras una asesina dosis diaria de bombardeos aéreos sirio-rusos dentro de la mayor complacencia abstinente internacional y luego de verse reducidos los espacios de sobrevivencia prácticamente a la nada, a la rendición y al sálvese quien pueda estrictamente vigilado, entre ruinas y escombros, tal como lo denotan la reducción de los nueve hospitales existentes al segundo sucedáneo improvisado por el joven anteojudo sonriente Dr. Hanza, el carismático resistente jefe fundador de sanatorios (y de repente clandestino corresponsal mediático desde su iPhone) que se enamora de la incipiente cineasta vuelta ayudante de primeros auxilios, se casa festivamente con ella en medio de los bombazos exterminadores pero rodeados del afecto de una mínima tribu solidaria espontáneamente formada durante la crisis bélico-sanitaria, para concebir muy pronto en las peores circunstancias a su hijita común Sama, la destinataria futura de la carta cinematográfica que estamos viendo, pese a los fragores insoportables de la devastación inmediata.
La devastación inmediata y ulterior se afirma como exterior e interior, a la vez como diario íntimo en acto (“Finalmente sentíamos tener un hogar en el país rebelde y libre”) de lo innombrable (“No puedo dejar de verme como la madre de aquel niño deshecho, no puedo decírselo a Hanza, ni siquiera a mí misma”) con idealistas y en ocasiones irónicos amigos entrañables (“Cuando apuntas a los hospitales, aplastas la moral de la gente”/“A veces lloramos sangre”), autoexplicativo mensaje a la recién nacida (“Nunca reíste como una bebé normal”), fervorosa historia de amor (“Te amo más que a la nieve”/“Sólo nos tenemos el uno al otro”), rabiosa denuncia de los crímenes del régimen gubernamental (cien deudos aullando su desconsuelo, el vecinito del balcón baldío que extraña a sus amiguitos atrapados bajo los escombros o alcanzados por un misil), involucrado parte de guerra (una resistencia heroica), lección de ética extrema (“Huir de la ciudad sería un mal ejemplo para los hijos”), desgarradora crónica histórica sin concesiones (ese rescate de una pobre plantita en el último momento) y drama de suspenso límite sin sensiblería ni sentimentalismo vacuo (“Lo logramos”, claman eufóricos Hanza y Waad al rebasar el último retén castrense sin ser reconocidos), en buena medida merced a la autofotografía a veces hurgadora o correteada a veces impecable e implacable y a la edición expeditiva tras el registro tajante de Chloe Lambourne con Simon McMahon al servicio de una estructura llena de retornos al pasado como si intentase no enfrentar al avasallador presente, más una música de Nairita Desai que aúna ecos de percusiones-campanada y sordos efectos de partitura sonora.
La devastación inmediata reclama así la pertinencia quasi vanguardista y el relieve sociopolítico de la carta cinematográfica, la carta como el más objetivo de los expresivos e indagadores documentos subjetivos, la carta fílmica que desde su nuevaolero fundador del cinema vérité francés Chris Marker (Carta de Siberia 58) ha sido signo de avanzada irrefutable, y que en el caso de Para Sama adopta la forma y postura de la misiva de una militante en noble, sostenida y casi absurda o autosacrificial situación combatiente contra el régimen autoritario familiar de los Assad que han gobernado Siria por más de 40 años “mediante la corrupción, la injusticia y la opresión” (Waad dixit) y ahora rebelándose capaz de cometer cualquier atrocidad para sostenerse en el poder, incluso recurrir al auxilio de la Rusia de Putin para bombardear a la población civil solidaria con los rebeldes insurrectos (la zona liberada del régimen odiado) y devastar una entera ciudad nororiental de 4.6 millones de habitantes como lo era Alepo, y en cada acto, en cada decisión y en cada frase de esa atroz carta precoz a la bebé preside una indignación sagrada y visceral e intelectualizada, la convicción justficatoria de los motivos de esa lucha, lo cual impide que el film se torne reductible a un simple espectáculo de la atrocidad, o a una especulación simple o literaria (así sea reiterando el modélico discurso despolitizado sobre “La fotografía de la atrocidad” de la Sontag de Ante el dolor de los demás) acerca de lo atroz, lo atroz en sí y para sí, pues todo sufrimiento y cadáver apilado o grito de dolor y rostro sangrante de niño es aquí un testimonio probatorio/autoprobatorio Para Sama, desbordando hasta al Apocalipsis femisubterráneo de La cueva de Fayyad (19), esa cinta gemela que se limitaba a describir la destrucción de Alepo desde un punto de vista vivencial meramente hospitalario y médico.
Y la devastación inmediata restituye y desarrolla un discurso acerca de la dignidad autoficcional de la protagonista-realizadora, la dignidad que vuelve a ser, ahora y siempre, el valor de lo que no tiene precio, la libertad y la justicia, sin arrepentimiento, para que “no tengas que vivir lo que nosotros”, objetivado en un abierto plano cenital de la artista fílmica como heroína supraconsciente caminando con una nueva bebé en el vientre por una calle sobre la ciudad demolida.
FOTO: Para Sama fue premiada como mejor filme en los British Independent Film Awards. / Especial
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