Ciudadania cannábica

Ago 17 • Conexiones • 2492 Views • No hay comentarios en Ciudadania cannábica

POR TRE BORRÀS CABACÉS

 

El uso de drogas o sustancias psicoactivas, práctica que acompaña a la humanidad desde su más pronta existencia, ha ido variando, no siempre con una evolución que pueda resultar comprensible para una mirada desde la lógica de la gestión de los placeres, de los daños y los riesgos que conllevan las relaciones de las personas, las sustancias psicoactivas y su entorno. Este es uno de los apriorismos a los que quiero hacer referencia desde una posición de interés por la salud pública, tanto desde la perspectiva individual como colectiva así como de respeto de los derechos humanos, en la tarea de repensar el uso del cannabis y la mariguana y su marco legal.

 

Que se esté planteando cambiar el estatus legal del cannabis y sus derivados, conlleva un gran número de redefiniciones a muchos niveles. El marco referencial en el que nos estamos moviendo a nivel mundial, es el del prohibicionismo, y los grupos y movimientos que lo cuestionan son rechazados en muchas ocasiones basándose en argumentos seudocientíficos que generan grandes confusiones en relación a una materia que moviliza emociones y sentimientos muy complejos y controvertidos.

 

Abstraernos de este marco resulta casi imposible aunque tengamos delante algunas evidencias que lo ponen en cuestionamiento, por ejemplo se está hablando de un alto potencial adictivo y es conocido de muchos consumidores y profesionales que trabajamos en el campo de la prevención y el tratamiento de las adicciones y / o drogodependencias, que se puede cesar el hábito sin necesidad de ayudas terapéuticas, que a su vez pueden ser de muy diversa índole. Pero también es cierto que un tanto por ciento menor de personas tienen dificultades para abandonar el consumo y a su vez requieren de respuestas terapéuticas complejas. Así podemos concluir que el uso problemático de cannabis en determinadas circunstancias no deja de ser un síntoma más de un trastorno más complejo o un intento de automedicación más o menos consciente, que puede abocar a un trastorno por dependencia e incluso en algunos casos agravar el trastorno previo o concomitante.

 

Profundizar meramente en el fenómeno nos obliga a plantear la gran diversidad de aspectos que intervienen en el desarrollo de un problema, al tiempo que también es importante visibilizar consumos que se producen en contextos normalizados, vinculados a lo lúdico, lo ritual, lo ceremonial y lo terapéutico. Son estos aspectos los que nos obligan al replanteamiento: ¿existe una gran preocupación sobre el consumo y los consumidores de cannabis, o sin quererlo nos está preocupando más tener que afrontar una situación nueva? Parece además que dicha situación nos da miedo, y me atrevería a decir que este miedo no tiene otro fundamento que el desconocimiento y las dificultades para empezar a aceptar que hemos convivido durante muchos años en un contexto que en su definición y apariencia se nos propone como de protección de la salud, pero que actualmente nos genera importantes dudas sobre su efectividad y necesidad.

 

Es a raíz de una mayor tolerancia sobre el consumo de mariguana y derivados, provocada por la recuperación de los usos terapéuticos y la creciente investigación científica en este ámbito con resultados fehacientes, junto con la reivindicación del derecho de autonomía frente al consumo de cannabis de usuarios normalizados y sus movimientos asociativos, los datos epidemiológicos analizados e interpretados con miradas críticas hacia las políticas y estrategias actuales y a sus resultados poco concluyentes, las consecuencias derivadas del mercado ilegal y la delincuencia asociada, la relación de los usuarios con los traficantes, las consecuencias de la aplicación de la ley sobre los consumidores cuando se proveen de la sustancia de forma ilícita y arriesgando incluso su libertad, y el coste económico para mantener el control de lo incontrolable, que se plantea la necesidad de cambios en el abordaje y regulación de los usos.

 

Si nos preocupan las personas, consumidoras o no, propongo que nos pongamos a ver cuáles son sus demandas concretas sobre el uso o los usos de drogas y más específicamente sobre el de los derivados del cannabis, las de una mayoritaria población que no consume y las de otro sector de población consumidora, partiendo de este segundo grupo de personas con diferencias en los perfiles, las tipologías, los usos (lúdicos, rituales, terapéuticos), los abusos en diferentes grados y las adicciones. Desarrollemos las diferentes respuestas que cubran la variabilidad de necesidades que abarca el amplio espectro de ciudadanos.

 

No se me ocurre que la principal razón por la que la mayoría de la ciudadanía no consuma cannabis o fuma mariguana, sea porque está prohibido. Otras drogas como el tabaco y el alcohol tienen una situación legal diferente , pueden ocasionar graves daños a la salud propia y ajena y no por ello estamos planteando que debería prohibirse su consumo .Para resolver de una forma rápida dudas que puedan aparecer en este punto les invito a reflexionar sobre el periodo de la Ley Seca en E.U.; las muertes relacionadas con el consumo de alcohol se incrementaron de forma importante, el mercadeo ilegal también, no se respetaba ningún estándar de calidad, y el riesgo de toxicidad -entendido en un sentido amplio-, se incrementó por las reglas de la clandestinidad que abocan a la exclusión, tanto en grupos elitistas como marginales.

 

Manejar prácticas aceptables y otras no recomendables, por ejemplo en referencia al consumo de mariguana a dosis con menos riesgo, a la elección de un derivado de la sustancia de unas determinadas características, a cual es la mejor vía de administración en cada momento y las consecuencias de una u otra en los efectos deseables e indeseables, conlleva poder reconocer al usuario como una persona con derechos y deberes y con capacidad para tomar decisiones. Una buena intervención en salud individual y colectiva requiere de estos mínimos para lograr mejores resultados.

 

En concreto, se puede conocer qué se va a consumir en un escenario determinado y llegar a saber por ejemplo la concentración de principio psicoactivo, en el caso del cannabis el 9- ∆-tetrahidocannabinol (THC) y otros cannabinoides entre las 60 variedades diferentes que contiene la planta, además de otras sustancias que interrelacionadas pueden producir o no efectos. Entre los más conocidos encontramos el cannabidiol (CBD) y el cannabinol (CBN) que según sus concentraciones nos permitirán calcular el índice de psicoactividad o potencia de los derivados cannábicos; de la relación y concentración entre ellos dependerá la modulación de los efectos psicoactivos y no tanto de la concentración del 9-∆-tetrahidrocannabinol en exclusiva como se ha venido difundiendo en muchos foros .Dependerá del resultado de la ecuación , si es inferior a uno significa que el potencial de psicoactividad es prácticamente nulo y por tanto los efectos perseguidos de tipo euforizante, relajante, hilarante, de hipersensibilidad, creatividad no se lograran; por el contrario si el resultado es superior a uno, estos efectos si aparecerán y serán más intensos cuanto mayor sea el resultado . Es a partir de estos cálculos que se pueden llevar a cabo en laboratorios preparados para ello, que se podrá facilitar información relevante para una mejor gestión de los placeres, minimizar los riesgos y disminuir los daños, desde la responsabilidad y la responsabilización.

 

Se trata de un tipo de intervención que puede venir mediatizada por profesionales de la prevención o grupos de iguales que se relacionan directamente con usuarios en el contexto de consumo, poblaciones de riesgo, muy especialmente con jóvenes en edad de entrar en contacto con contextos de consumo y consumidores adultos. Esta información resulta normalizadora, debería cumplir la función de los prospectos de medicamentos, productos fitosanitarios, veterinarios, de las cajetillas de tabaco y servir de material de apoyo y complementar otras acciones.

 

Una experiencia que es un buen ejemplo de pragmatismo y compromiso político y social es la de los Coffee Shops en Holanda, espacios de acceso controlado a mayores de edad donde se puede adquirir y consumir cannabis en cantidades pequeñas que han demostrado su eficacia, junto con los datos de consumo en jóvenes en aquel país. En la actualidad el consumo está estabilizado y con tendencia a la disminución, por la clara diferenciación en los espacios de venta de sustancias ilegales y su consecuencia positiva en relación a no facilitar el acceso a otras sustancias cuyos consumos podrían comportar mayores riesgos y favorecer el policonsumo.

 

Regular el acceso solo a mayores de edad y a través de otros socios, diferenciar contextos, que la oferta responda a la demanda, que no haya finalidad de lucro, que exista transparencia, respeto de las normas de agricultura biológica, producción comunitaria y privada para fines recreativos o con propósitos terapéuticos, desarrollar un circuito cerrado de producción-consumo, recomendaciones de uso responsable y beneficioso, promover y realizar estudios sobre aspectos de salud y sanitarios del cannabis ,estar abiertos al dialogo con las autoridades, son los principios del código de conducta para los clubes Sociales de Cannabis en la Unión Europea, elaborado por ENCOD, la coalición europea para una política sobre drogas justa y efectiva. Está compuesta por más de 140 ONG y expertos a título individual. Una experiencia que puede servir de referencia para adecuarla a cada lugar.

 

Psiquiatra-psicoterapeuta del Hospital Universitari Sant Joan-Reus, Barcelona

 

*Fotografía: Decenas de personas se manifiestan a favor de la legalización de la mariguana en calles de la ciudad de México el 5 de mayo de 2012

 

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