Clara Schumann y su juvenil concierto

Mar 30 • Miradas, Música • 2278 Views • No hay comentarios en Clara Schumann y su juvenil concierto

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En el bicentenario de esta célebre compositora alemana, la Orquesta Sinfónica Nacional le dedicó un programa con la pianista Tamara Stefanovich

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POR IVÁN MARTÍNEZ

No tengo registrado en mi memoria haber escuchado antes el Concierto para piano en la menor, op. 7, de Clara Schumann; ni en vivo ni en disco. Como la mayoría, supongo, tenía por rareza el que aparecieran noticias sobre obras de su autoría, teniéndola en mente solo como personaje, como un ejemplo del concepto de niña prodigio que había debutado como pianista con la orquesta de la Gewandhaus de Leipzig a los nueve años, y como el centro femenino que fue en la vida de varios compositores románticos, como quien fuera su maestro y esposo más tarde, Robert Schumann, y especialmente Johannes Brahms.

 

Así que con el propósito de revalorarla, (re)descubrirla, a causa de su bicentenario que este 2019 se celebra por todo el mundo, la cita para escuchar esta obra con la Orquesta Sinfónica Nacional el pasado viernes 22 de marzo dentro de su programa séptimo de temporada, en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes, era obligada.

 

De quien guardaba memoria, era de la pianista Tamara Stefanovich, la solista encargada de poner este concierto en esta fecha. Conocida y respetada por su manera de abordar el repertorio moderno, Stefanovich estaba programada para tocar el Concierto de Ligeti al frente de la OFUNAM en el otoño de 2017. Ante los sismos de ese septiembre, la incertidumbre y lo imprevisible que era saber cuándo se retomarían las actividades, el programa cambió de director y ella prefirió no perder la cita pero en su lugar tocar el Concierto de Gershwin: su toque duro, la atmósfera que todavía se respiraba en el ambiente, y quizá la (falta de) química entre ella y el director en turno, no hicieron esa interpretación la más agradable. Lo recuerdo como algo incómodo, que se sentía cuadrado, y en sonoridad, pequeño. Faltaba vida.

 

Ahora lo que precisamente resultó fue eso, vida. Sigo pensando que su toque es duro, firme y poco flexible, pero Stefanovich ha sabido darle emoción y contenido a este Concierto. Le ha bordado detalles como quien retoca un discurso con buenas intenciones aquí, con mejores matices allá, probablemente mejorando la idea original que algunos tendrían de la obra; y se ha escuchado con mucho más volumen y presencia artística que en aquella ocasión.

 

La obra, para quien no la conozca, está muy bien construida, como pianista Clara tenía perfectamente asimilada la escritura para el piano, y la orquestación elocuente y moderada se dice viene de la mano de Robert. Musicalmente, en cambio, no es una obra mayor en su contenido o en sus ideas musicales, mucho en el estilo de Chopin y Weber, algo del propio Schumann. Lo que no debe leerse como una crítica negativa: ni el propio Mendelssohn, que dirigió el estreno de la obra y que también había sido niño prodigio de la composición, dejó tanto en sus obras de pubertad. Clara tenía trece años cuando lo comenzó; quince cuando lo presentó.

 

Además del de Stefanovich, quien tras el concierto tocó inmediatamente un encore: el Sexto de los 12 estudios de Debussy, aquel para ocho dedos, otro acierto ha sido el del director huésped encargado del programa, Eduardo Strausser, quien ha hecho de la partitura orquestal una de suficiente interés a pesar de sus carencias, procurando y construyendo matices en cuidado del discurso de la solista.

 

Antes del concierto, Strausser abrió el programa con la obertura Rosamunda, de Schubert, en una lectura firme y estilísticamente correcta pero no necesariamente rica o vigorosa.

 

Lo mejor de su desempeño quedó demostrado en la segunda parte, rara en su combinación (una pieza rusa entre autores de la tradición austro-germana): dos suites orquestales sobre obras escénicas, aquella para la ópera El caballero de la rosa, de Richard Strauss, y la correspondiente para el ballet El pájaro de fuego, de Stravinsky. En ambas, me queda en la memoria un sentido narrativo, un instinto dramatúrgico y teatral muy natural y orgánico de su concepción.

 

El caballero de la rosa se ha caracterizado sobre todo por el buen gusto, que es difícil de describir, y que aquí ha sido basado en la ternura, la melancolía, con pasajes muy vivos como el vals del Barón Ochs, y con un fraseo de mucha hondura. El pájaro de fuego se ha escuchado maduro, controlado en su vigor y de mucho estímulo; la Danza infernal del Rey Kaschei ha sido especialmente notoria por su empuje y precisión rítmicos.

 

Eso en su concepción, pues en términos de sonoridad –siempre hay que emparejar ambas- también ha resultado muy orgánico su resultado: parece un director no engolosinado con los decibeles, pero con suficiente confianza para sacar de esta orquesta una paleta muy rica de matices, sin miedo a los fortes que no han sido necesariamente aterciopelados o cuidados, pero con una sentida convicción muy vehemente de cómo lograrlos, sobre todo sin necesidad de gritarlos, lo que siempre se agradece. De hecho, algunos solos me han sorprendido por el buen gusto con que se llevaron a cabo, particularmente los del oboísta Alejandro Tello para El caballero de la rosa; muy llenos de emoción y solidez.

 

 

Para los melómanos

Concierto de Clara Schumann: Veronica Jochum

Preparándome para escuchar el Concierto para piano de Clara Schumann, encontré particularmente atractiva esta grabación; muy rica en sonoridades y texturas, propias la remasterización para medios digitales.

 

 

El caballero de la rosa: Leonard Bernstein

Bernsteinano que soy, mi recomendación para escuchar esta ópera de Strauss es precisamente con él en la grabación que hizo con la Filarmónica de Viena: su interpretación es cálida, y muy directa.

 

 

FOTO: La Orquesta Sinfónica Nacional tuvo como director huésped al brasileño Eduardo Strausser. / Lorena Alcaraz Minor / INBA

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